La vulnerabilidad en internet

Personas y empresas denuncian ser objeto de difamación en Change.org

Susana Bas, en el local donde tiene su pequeño negocio de vestidos, en Barcelona, la semana pasada.

Susana Bas, en el local donde tiene su pequeño negocio de vestidos, en Barcelona, la semana pasada.

ELENA PARREÑO
BARCELONA

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La contribución de Change.org a la difusión de causas solidarias ha convertido esta plataforma de internet en un popular e internacional adalid del cambio social. De sobras conocidas son peticiones como la que presionó por el regreso a España de una mujer enferma presa en Bolivia. Pero un paseo digital por la web de esta empresa estadounidense permite dar con iniciativas difamatorias contra personas, entidades o empresas. Estas resultan afectadas   por calumnias en campañas de recogida de apoyos cuya información, en muchos casos, no es contrastada por el portal anfitrión y resulta ser falsa. «Del mismo modo que en Change se puede iniciar una causa de interés común, también puede ser de interés particular», alerta Montserrat Labrandero, consultora en seguridad informática. Particular y espurio.

Labrandero ha investigado el caso, o pesadilla, de Susana Bas, que empezó el 15 de marzo cuando alguien inició una petición en Change.org que animaba a boicotear la marca de vestidos de esta mujer. Los promotores de la campaña afirmaban que Bas fabricaba sus modelos en talleres clandestinos de un país subdesarrollado que ella nunca ha pisado. De hecho, Bas ni siquiera fabrica vestidos. «Los compro ya hechos en distintos mercados, es un proyecto sostenible que recupera ropa que ya está hecha», dice la mujer. La campaña estuvo un mes publicada en el portal.

VULNERABLES // Tras un largo periplo vía burofax, denuncia policial y bufete de abogados, desde Estados Unidos Change.org aceptó retirar de su portal la campaña difamatoria porque, dijo, no encontraba a su creador. Cómo lo iba a encontrar, si la petición había sido creada con un correo electrónico inexistente. Se había vulnerado la seguridad con una facilidad pasmosa. «Fue denigrante», relata Susana, a quien la campaña llegó a afectar en su vida personal. Labrandero alerta de que «si alguien quiere poner en Change que el vecino le molesta, con nombre, apellidos y dirección de este, quedará publicado; otra cosa es que la gente no tenga suficiente conciencia o maldad para hacerlo».

La empresa Interflora también sufrió en el 2012 las consecuencias de una petición no contrastada, iniciada por la actriz María Pujalte. Esta pedía que Interflora incluyera en su catálogo flores de comercio justo. El director de Interflora, Eduardo González, recibió 49.000 correos en solo tres días. «Nosotros no compramos flores, solo trabajamos con floristerías, que son las que se abastecen», matiza González. Interflora, que es un servicio de envío, publicó entonces un comunicado explicando el equívoco, pero eso no logró acallar las voces críticas. Aunque González valora que exista una plataforma donde cualquiera pueda iniciar peticiones solidarias, lamenta que el portal no corrobore la información que publica.

Según Labrandero, «se debe presionar para que algunas páginas regulen los contenidos, porque es una herramienta que demuestra que somos muy vulnerables». Pero Sunita Bose, directora de políticas de Change.org, replica: «Si se espera que las plataformas juzguen lo que es cierto o incierto, sería insostenible crear y proveer servicios gratuitos».

La retirada de la petición contra Susana Bas fue algo excepcional. Según Bose, «son los tribunales los que deben determinar qué es difamatorio, y si un tribunal lo determina retiramos el contenido». Pero empezar un proceso legal contra Change, como se planteó Bas, no es fácil. Al estar la sede en EEUU, habría que embarcarse en un proceso internacional. Change España es la web en castellano de una empresa estadounidense.

La ausencia de filtros permite dar en el portal con una petición de «Odio eterno a Xavi», que insulta al jugador del Barça; otra que se burla de la modelo Dasha Kapustina, u otra que insta a la periodista Ana Pastor a que demuestre que acoge inmigrantes en su casa. También hay afectados desconocidos: una iniciativa pide a asociaciones de un deporte minoritario que expulsen a  un jugador, con foto, nombre y apellidos. Y un espacio para bromas (o no tanto) entre adolescentes.

Change no se responsabiliza de los contenidos. Bose dice que «los usuarios tienen a su disposición vías para rebatirlos», como «crear una petición enfrentada» o «responder con su visión de los hechos». Bas tuvo que firmar contra sí misma para poder introducir un comentario de autodefensa, ya que se negó a crear una contracampaña. «Hoy, para mí Change no tiene ningún valor; que no corrobore nada me parece una falta de honor y de respeto», dice. Change España no ha creído oportuno que su director, Francisco Polo, atienda a este diario.