LOS PREMIOS DE LA FUNDACIÓ PRÍNCEP DE GIRONA

"Si no lo cuidas, el conocimiento se irá a otros países"

LA FUNDACIÓ PRÍNCEP DE GIRONA, con el fin de estimular la creatividad, la solidaridad y el espíritu emprendedor entre la juventud, otorga cada año cinco premios, correspondientes a otras tantas categorías, a personas de entre 16 y 35 años que destacan por su talento, su esfuerzo y la gran aportación que hacen a la comunidad. El próximo jueves, en uno de sus primeros actos como monarca, el rey Felipe VI entregará los premios de este año. Desde la investigación científica a las letras y las artes, desde el trabajo social al campo empresarial, los galardonados de esta edición tienen en común una misma inquietud por mejorar la sociedad en la que viven. En estas conversaciones cuentan a qué se dedican y cómo es el mundo con el que sueñan. GUADALUPE SABIO (badajoz, 1977) Sus estudios acerca de los mecanismos moleculares que activan enfermedades asociadas a la obesidad le valieron en el 2012 el prem

Los premiados, con Alberto Enciso en videoconferencia, el martes, en Madrid.

Los premiados, con Alberto Enciso en videoconferencia, el martes, en Madrid.

JUAN FERNÁNDEZ

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El próximo jueves, en la entrega de los premios Príncep de Girona, los tres se verán las caras en persona. En esta conversación solo pudieron hacerlo a medias: Guadalupe Sabio, premio de Investigación Científica del 2012, comparte sede laboral con Rui Miguel Dos Santos -el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, donde se celebró el encuentro-, pero Alberto Enciso, que recibirá el galardón este año junto a Dos Santos, solo pudo hablar por videoconferencia. Le reclamaban en un congreso de análisis geométrico en Roscoff (Francia). Son el futuro de la investigación científica española. Mejor dicho: son el futuro del país.

-¿Cómo les explicarían lo que están investigando a un profano en sus materias?

 

-Alberto Enciso: Para saber cómo se comporta el clima, un barco en alta mar, un coche de Fórmula 1 o una tormenta solar, hay que construir modelos matemáticos. Mi trabajo consiste en hacer fórmulas que se utilizan en esos modelos. Aunque parezca increíble, después de 300 años investigando los fluidos, no los comprendemos del todo.

-Rui Miguel dos Santos: Yo estudio los mecanismos moleculares del desarrollo de los vasos sanguíneos. En un cáncer, por ejemplo, las células cancerígenas necesitan vasos sanguíneos para recibir alimento. Si aprendemos a bloquear el desarrollo de esos capilares, impediremos el crecimiento de los tumores. Lo que investigo también sirve para regenerar el tejido de las arterias tras un infarto. En cinco o diez años puede tener aplicaciones terapéuticas.

-Guadalupe Sabio: En mi equipo estudiamos a nivel molecular el mecanismo de ciertas enfermedades asociadas a la obesidad, como el cáncer hepático y la diabetes. Queremos saber si hay relación entre una cosa y la otra. La obesidad es una forma de estrés al que se ven sometidas las células. Trabajamos sobre un tipo de proteína que se activa con el estrés. Si aprendemos a regularla, mejoraremos la vida de los enfermos.

-¿Tienen claro por qué se dedican a esto?

 

-G.S.: Los científicos tenemos un ansia insaciable por entender cómo funcionan las cosas. Cuando investigamos, a veces no encontramos lo que buscamos, pero el simple hecho de descubrir algo nuevo acerca del funcionamiento de ese organismo o esa célula sobre la que trabajamos nos empuja a seguir buscando.

-R.M.S.: Investigar es un desafío constante. Nunca paras de hacerte preguntas. Cuando descubres algo, en seguida estás en la siguiente pregunta. Esto puede parecer agotador, pero para nosotros es estimulante. Es un camino oscuro, porque la mayoría de las veces, aunque intuyes lo que buscas, no sabes lo que vas a encontrar.

-A. E.: En matemáticas ocurre lo mismo. La gente las imagina muy sistemáticas, pero si los matemáticos solo usáramos la lógica, no avanzaríamos. Nosotros también debemos arriesgar y probar, y es ahí donde descubrimos lo que no esperábamos. Mi trabajo consiste en hacer hipótesis y darme todos los días contra ese muro. Un día haces una hipótesis que funciona y encuentras algo que desconocías. Es entonces cuando llega la satisfacción.

-¿Viven para ese momento?

 

-A. E.: En realidad, un problema matemático es un desafío personal, es algo que te dice: entiéndeme si puedes. Cuando lo consigues, la sensación es tremenda. Pero hay una satisfacción añadida, y es saber que eso que acabas de descubrir tiene una aplicación práctica que puede mejorar la vida de la gente, que estás aportando algo a la sociedad.

-R. M. S.: Los científicos no nos hacemos preguntas abstractas, no buscamos sentido a cuestiones lejanas, sino que tratamos de desentrañar el mecanismo de cosas reales y cercanas. Por qué una proteína tiene un efecto, por qué un gen actúa de una manera determinada, por qué una fórmula matemática genera ciertos resultados. Nos hacemos preguntas que tienen respuesta, y nuestro trabajo consiste en encontrarla.

-¿Cuándo nació esa obsesión por hacerse preguntas? ¿Fueron los típicos niños que destripaban los muñecos para descubrir sus mecanismos?

-A. E.: A mí siempre me interesó entender el funcionamiento de las cosas. Obviamente, de niño no quería ser investigador de mecánica de fluidos, pero siempre me llamó la curiosidad la ciencia. Hay muchos trabajos asociados a esta disciplina, pero cuando descubrí la investigación, vi que me apasionaba.

-R. M. S.: Mi vocación nació en la universidad. De niño fui un crío normal. Me gustaba jugar al fútbol y hacía las cosas normales que hacen los niños. Fue al conocer la genética cuando se despertó mi curiosidad. Cuando te metes en la investigación, ya no puedes parar. Es como una droga. Hacerte preguntas y buscar respuestas es adictivo.

-G. S.: A mí las ciencias me atraían desde pequeña. Estudié veterinaria porque me gustaban los animales, pero la pasión por la investigación vino después, en la universidad. Es muy importante la motivación que te transmiten los profesores. Todos hemos tenido a ese profesor o profesora que despertó en nosotros el interés por investigar.

-¿Cómo creen que la sociedad percibe su trabajo?

 

-A. E.: Me llama la atención que en otros países la ciencia está mucho más presente en la vida de los ciudadanos que aquí y los científicos están mejor considerados. Cuando veo eso, siento envidia, y me da pena como país. Fuera de aquí también existe una conexión entre el mundo académico y el empresarial que aquí no se da. Allí es normal que nazcan empresas en el seno de las universidades, aquí es la excepción.

-R. M. S.: A mí me frustra ver que la sociedad desconoce lo que hacemos y muestra tan poco interés por la ciencia. Echo en falta una figura, el político científico, que sí abunda en Europa, pero no en España y Portugal. Me refiero a científicos que tengan una visión mediática y política para llevar la cultura de la ciencia a la sociedad, personalidades que sepan decidir con cabeza dónde deben ir a parar las inversiones en investigación.

-G. S.: Ese aislamiento se da solo aquí, nuestros colegas europeos y estadounidenses si se sienten reconocidos. Allí los organismos públicos se encargan de difundir que los descubrimientos científicos benefician a toda la sociedad. No aspiramos a que nos vean como a las estrellas del fútbol, pero sí nos gustaría que la figura del científico estuviera más presente en la vida pública.

–¿Se sienten invisibles? 

–G. S.: En España no se ha entendido aún que solo mejoraremos como país generando conocimiento, no bajando los sueldos. Y el conocimiento se crea en los laboratorios. Si queremos un país mejor, necesitamos la ciencia. 

–R. M. S.: El problema es que los políticos no miran a largo plazo. La locomotora alemana no se ha creado de un día para otro, ellos llevan generaciones apostando por el conocimiento. Si nuestros países no se preocupan ahora por la ciencia, lo pagaremos en el futuro.   –¿Qué echan en falta?

–A. E.: Mayor inversión y, sobre todo, que sean los científicos, y no los políticos, quienes decidan dónde deben ir a parar los fondos para la investigación. Hay que fomentar la excelencia. Si inviertes con criterio, obtendrás mejores resultados que si te dedicas a repartir los fondos entre todos los centros científicos por igual, que es lo que pasa con frecuencia.  

–G. S.: Yo echo en falta más constancia. Los vaivenes en ciencia son fatales. Cuando se corta el grifo a una línea de investigación, va a la basura el trabajo de muchos años. Parar un proyecto es como cerrar una factoría de coches en plena fabricación. ¿A quién le vendes un coche a medio hacer? Y eso, por desgracia, hoy está ocurriendo en nuestro país. 

–A. E.: En investigación científica, el principal capital es la gente. Si no cuidas el conocimiento, acabará yéndose a otros países. España debe elegir entre tener política científica o dedicarse a administrar fondos.  

–¿Se plantean hacer las maletas? 

–R. M. S.: Yo acabo de empezar mi proyecto y me quedan cuatro años de contrato en el CNIC. Después veremos, pero ahora mismo estoy muy contento aquí. Es un privilegio trabajar en un centro que está al nivel de las mejores instituciones científicas del mundo.  

-G. S.: Yo también estoy encantada de formar parte del CNIC, pero un centro así depende de los fondos y el apoyo de la Administración. Espero que se mantenga, porque la biomedicina da resultados, aunque sea cara. Me quedan dos años para evaluar mi proyecto y me gustaría quedarme. 

–A. E.: En el Instituto de Ciencias Matemáticas del CSIC también trabajamos al nivel de los mejores centros internacionales. Me queda un año y medio de contrato. Después me gustaría seguir contribuyendo a mejorar la ciencia en España, pero dependerá de que se den las circunstancias.