Psicología criminal

La seducción del mal

Charles Manson, sobre estas líneas. A la derecha, Miguel Carcaño (arriba)y Manuel Rabadán.

Charles Manson, sobre estas líneas. A la derecha, Miguel Carcaño (arriba)y Manuel Rabadán.

ANTONIO BAQUERO
BARCELONA

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Han cometido crímenes atroces: son asesinos en serie, violadores, pederastas. La sociedad les teme y aborrece. Sin embargo, cuando se analiza su estancia en prisión se constata que muchos son capaces de enamorar a mujeres y de casarse con ellas. Y que, en el caso de los asesinos, suelen lograr la admiración y la lealtad ciega de otros reclusos. Son psicópatas y pese a ello -o justamente por ello- fascinan y seducen.

En EEUU, a las mujeres fascinadas por estos individuos se las denomina Serial Killer Groupies, es decir, fans de los asesinos en serie. Los ejemplos abundan. Charles Manson, uno de los mayores asesinos en serie de EEUU, jefe de la secta que asesinó entre muchas otras personas a la actriz Sharon Tate en 1969, anunció en noviembre pasado su deseo de casarse con una joven admiradora de 25 años. Más reciente es el caso de uno de los dos autores de los atentados en la maratón de Boston. Cientos de jóvenes piden su liberatd en las redes sociales.

CASO LLEVADO AL CINE / En España, Manuel Rabadán, el asesino de la ballesta, que mató a su padre y es autor de varios sabotajes ferroviarios, se casó en el 2003 con la enfermera que le atendía en prisión. Años antes, Juan José Garfia, triple asesino y uno de los presos más peligrosos de España, y una enfermera se enamoraron en la cárcel. En 1998 se casaron y su relación fue llevada al cine en la película Horas de luz. Miguel Carcaño, el asesino confeso de Marta del Castillo, recibe en prisión decenas de cartas (e incluso dinero) de admiradoras. Y un condenado por los atentados del 11-M, Rafah Zouheir, se casó estando preso con una madrileña.

¿Cómo es posible enamorarse de un criminal? Porque, como señala el psiquiatra y forense Àngel Cuquerella, «la capacidad de seducción forma parte del perfil esencial de los psicópatas; a través de ese magnetismo, consiguen cosas». Cuquerella recuerda el caso de un violador preso en Catalunya que enamoró a una mujer. «Ese miedo, ese morbo que emana del atroz crimen, genera a su vez curiosidad y atracción».

Según la psicóloga Sonia Tapias, «los psicópatas son seductores natos; no pueden vivir sin seducir. Seducen no por necesidad de afecto, sino para garantizarse vía libre a sus deseos. Tienen la capacidad de reconocer a los que son vulnerables: personas con una baja autoestima o que presentan carencias afectivas».

VÍCTIMAS DE MALTRATO / La estadounidense Sheila Isenberg, autora del libro Women who love men who kill (Mujeres que aman a hombres que matan), explica a este diario que en varias mujeres que se casaron con presos peligrosos ha encontrado un patrón común: «Eran mujeres que de niñas habían sufrido algún tipo de maltrato o de abuso». «Muchas veces son relaciones solo románticas, sin contacto sexual. Al estar ellos muy aislados ponen toda su atención en esas mujeres, que creían que nunca podrían encontrar a un hombre, y que se sienten así, por primera vez, únicas y especiales». Un elemento clave es que ellos están en prisión y ellas fuera. «Ellas sienten que tienen el control de un hombre, y es la primera vez en la vida que les ocurre», explica. Según Isenberg, «hay mujeres que se acercan a estos asesinos solo por afán de notoriedad; cuanta más fama tiene el criminal, más fans consigue».

El psquiatra y forense Luis Borrás incide en  que normalmente esas mujeres tienen un pasado de maltrato «y algunas de ellas sienten esa necesidad de sufrir, se ha generado en ellas un elemento masoquista». Este experto sostiene que hay otro grupo de mujeres que suele caer enamorada de criminales psicópatas. «Son mujeres muy maternales, que quieren hacer más de madre que de esposa y que creen encontrar en esos presos personas a quienes proteger e intentar cambiar», explica.

Los especialistas describen esta pulsión como fantasía de rescate o el síndrome de la bella y la bestia, mujeres a las que atrae la idea de acercarse a un hombre peligroso y redimirle. Borrás argumenta cómo es posible que esas mujeres pierdan el miedo a esos hombres: «Al principio, sí les temen, pero como ellos son tan simpáticos y fascinantes, resultan seducidas. Pasan de tenerles miedo a sentir pena y querer protegerles».

Hay casos extremos. Mujeres con  hibristofilia, un trastorno que sufren personas que solo se excitan sexualmente con individuos que han cometido crímenes.

También hay una explicación antropológica, agrega Borrás: la identificación de rasgos violentos con rasgos viriles; la búsqueda del macho alfa. «Los machos compiten y el más agresivo se lleva a la hembra».

Tapias señala que esa atracción trasciende las relaciones amorosas. Es habitual que esos individuos cuenten con nutridos grupos de fieles seguidores: «El psicópata intentará ganar el máximo de adeptos a su causa entre los más débiles. Elegirá siempre compañeros que no le hagan sombra. Así se garantiza el control». El interés del psicópata casa con la necesidad de personas débiles que se sienten «atraídas por el liderazgo y el carisma del psicópata».