Gente corriente

Jordi Ferrés: "Aprendí el lenguaje felino en su máxima expresión"

Educador de gatos. Los problemas de los felinos domésticos los resuelve comunicándose con ellos. Sabe hacerlo.

MAURICIO BERNAL

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La experiencia que permite a este hombre comunicarse con los gatos la obtuvo en Londres, donde hace unos años trabajó en una oenegé dedicada a la preservación de grandes felinos. Allí se codeó con linces, leopardos, gatos salvajes. Más tarde, en Sudáfrica, pasó cinco meses en un centro de acogida de lobos siberianos. De vuelta en Barcelona encontró empleo en la sección gatuna de la vieja perrera de L'Arrabassada; para un tipo que sabía tratar con felinos soberbios, un juego de niños.

-Cuénteme, ¿qué aprendió con esos linces?

-Con los grandes felinos aprendí el lenguaje felino en su máxima expresión. ¿Aquello que dicen de que no hay que mirarlos a los ojos? Eso es mentira. ¿O aquello de que cuando entras en una jaula debes hacerle saber al felino quién manda? También son mentiras. Tú nunca mandas. Siempre manda él.

-Y esto lo aplicaba en L'Arrabassada.

-A otra escala, sí. Pero quizá lo más importante que me ocurrió allí es que vi que había un gran problema de desinformación entre la gente. Todos los que iban allí me explicaban los problemas que tenían con sus gatos, y eran problemas que yo veía que sabía solucionar. Por eso me hice educador de gatos.

-Que no es lo mismo que ser etólogo felino. ¿O sí?

-¡No! Soy muy crítico con ellos, de hecho. Yo trabajo directamente con el gato, cosa que un etólogo no hace. Si un gato tiene un problema, el mejor modo de abordarlo es teniendo un diálogo felino con él. Y que la gente vea y aprenda. Los dueños del gato.

-Explíqueme. Cómo se comunica en felino.

-Claro. El felino en general es muy de lenguaje corporal. Todo en él son gestos, movimientos. Ellos te miran y quieren percibir cosas, y tú sobre esa base tienes que esforzarte por comunicarles algo. Yo cuando entro en el lugar donde está el gato sé cómo entrar, cómo moverme; cómo mirarlo.

-¿Qué problemas suele atender?

-Lo más común, y a la vez lo más difícil de tratar, son las deposiciones fuera de la arena. Eso, lo primero. Luego están los gatos miedosos, los gatos bruscos, los gatos que comen compulsivamente, los gatos que se rascan hasta hacerse daño... ¿Sabe cuál es la base de todos los problemas de un gato?

-Cuál.

-El estrés. Si le preguntan qué le pasa al gato, diga: «Tiene estrés». Siempre acertará. Claro, el problema es a partir de ahí qué.

-¿Se comunica igual con un gato doméstico que con un leopardo de las nieves?

-En esencia, sí. Pero con los pequeños es más fácil. En cierto modo, lo que hago es ir al gato y decirle: «Hey, nene, qué te pasa».

-Un gato. La psicología de un gato. ¿Es algo complejo?

-Sí, porque el gato en esencia es un cazador, y por lo tanto inteligente. Y a eso súmele la hipersensibilidad. Un gato se ofende. Tú a un gato le gritas: «¡Me cago en…!», y según qué gato no lo vuelves a tocar en la vida.

-¿Hay algún tipo de situación que le inspire más que otras?

-Sí. Yo cuando más disfruto es entre gatos. Cuando tengo que hacer de árbitro de dos gatos que se dan de hostias, yo pienso: «He nacido para esto». Entonces lo que hago es propiciar que tengan entre ellos el diálogo felino, que por el motivo que sea no pueden tener en sus circunstancias normales. Para mí es una especie de momento zen.

-Todo este método suyo… ¿Nunca ha pensado en ponerlo por escrito?

-Me lo dice la gente, pero a mí me cuesta mucho expresar todo esto con palabras. Pero he hecho otra cosa. Tengo un invento.

-Un invento. Qué bien.

-Mire. Un producto mío, lo tengo patentado. Es único en el mundo. ¿Lo ve? Un biberón para gatos.