Gente corriente

Francesc Zaragoza: "Cuando supe que habían liberado a Marc grité '¡bingo!'"

Se ha sumado a todas las concentraciones para reclamar la liberación de Marc Marginedas. Por pura solidaridad.

Francesc Zaragoza, el primero por la izquierda, tras la pancarta, en enero.

Francesc Zaragoza, el primero por la izquierda, tras la pancarta, en enero.

NÚRIA NAVARRO

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Desde que nuestro compañero Marc Marginedas fue secuestrado en Siria el 4 de septiembre del 2013, cada miércoles, a las 5 de la tarde, hemos salido a la calle para reclamar su liberación. Tenía sentido. Es uno de los nuestros. Lo raro era que cada miércoles, Francesc Zaragoza (Barcelona, 1965) se presentara a las puertas del diario y cogiera la pancarta con firmeza. Todos nos preguntábamos quién era ese señor que en seis meses no faltó a la cita. Y hoy, que saldremos por última vez a la calle -esta vez para celebrar la vuelta a casa de Marc-, queremos contar aquí su historia y expresarle así nuestro agradecimiento.

-¿Conocía usted a Marc?

-Solo de vista. Él entraba a toda prisa en el Wembley, el bar que está en la esquina de Consell de Cent con Bailèn, y que frecuento desde hace 14 años, y siempre le veía pedir un agua con gas y devorar la comida como si tuviera alguna urgencia.

-¿Nunca charlaron?

-Nunca.

-Y aun así, se ha sumado a las más de 20 concentraciones.

-Por solidaridad. ¡Soy del barrio! Vivo en Bailèn con Gran Via. Cuando oí en la tele que habían secuestrado a un reportero de EL PERIÓDICO se me encogió el corazón. Luego, el periodista Josep-Maria Ureta me contó en el Wembley quién era Marc, y al ver que ustedes salían a la calle, me sumé sin dudarlo.

-A las 5 de la tarde. ¿No trabaja?

-He trabajado 27 años en una tienda de artes gráficas. Pero la digitalización fue debilitando el negocio, empezaron las pérdidas y el dueño acabó echando el cierre en el 2011. Cobré el paro, y ahora hago recados de transportista para un primo mío. He enviado currículos a todas partes y a menudo echo un cable en el Wembley a cambio de un plato caliente. Voy aguantando.

-No pasa por su mejor momento, vaya. ¿Tiene familia?

-Estoy soltero. Vivía con mi madre, pero murió hace tres años. Ahora comparto el piso con mi hermano, que tiene novia pero no convive con ella.

-Solidaridad con Marc aparte, ¿qué lo moviliza?

-Bueno, en el Wembley me conocen como El Culé. Pero soy de los que si el Barça pierde, cena igual ¿comprende? Y con este argentino, no sé yo... A pelota parada, le hacen muchos goles. También voy los sábados y domingos a bailar sardanas en la plaza de la Catedral. Las sé contar y comienzo a repartir [dirigir las tiradas].

-Un catalán de manual.

-Y de los que votarían  en la consulta. En todo caso, me lo tomo todo con cierta filosofía, sin fanatismos. Vivencias como la de Marc te ayudan a relativizarlo todo.

-¿Cómo reaccionó ante la noticia de su liberación?

-Cuando escuché la información en Catalunya Ràdio, grité: «¡Bingo!». La verdad es que, después de tantos días de secuestro y de preguntar a todo el mundo y no recibir respuestas alentadoras, me temía lo peor. Como soy cristiano -de los de ir a misa los domingos y subir a Montserrat por la Purísima-, he rezado mucho por él.

-Sus plegarias han sido atendidas.

-Sí. Cuando Marc esté recuperado del todo -en las fotos publicadas en el diario lo he visto muy delgado y con cara de haber pasado malos ratos-, me gustaría abrazarle y decirle: «Bienvenido a Catalunya».

-¿Con eso le basta? ¿No le gustaría preguntarle algo en particular?

-Solo me interesa saber que está bien. Me hago cargo de que solo explicará los detalles a los íntimos. Ahora mi pensamiento va para el fotógrafo Ricard Garcia Vilanova y el periodista Javier Espinosa, aún retenidos en Siria. ¡Que los liberen ya!