El auge de un estupefaciente (1)

Los clubs de la lucha

Las asociaciones genuinas llevan años pidiendo una normativa que les dé seguridad

A. B. / Barcelona

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Llevan años pidiendo una regulación, un marco normativo que les saque del limbo de alegalidad en que se encuentran y que separe el grano de la paja, amparando a las verdaderas asociaciones sin ánimo de lucro y liquidando a todos esos clubs que en realidad no son más que tapaderas para el tráfico de marihuana. Por eso, desde la Federació d'Associacions Cannàbiques de Catalunya, Jaime Prats pide al Govern «valentía» para escuchar a un sector «que ha mostrado su voluntad de transparencia».

Actualmente, los clubs cannábicos se amparan en la jurisprudencia que avala el autoconsumo y, aunque se inscriben en el registro de asociaciones, carecen de un respaldo legal. Por eso, muchos gerentes de estas entidades han sido imputados por delito contra la salud pública.

«Nosotros hemos presentado en la Conselleria de Salut un código de buenas prácticas, que establece el veto de la entrada de menores en los clubes, que solo puedan acceder los socios, que para ser socio tengas que estar avalado por otros socios, que haya un programa de reducción de daños», comenta Prats, que critica que en España se vaya a contracorriente del resto del mundo, donde se avanza, como en Uruguay o algunos estados de EEUU, para legalizar el consumo. «Aquí se propone multar con 30.000 euros el cultivo», añade, y lamenta que se ningunee el fenómeno. De hecho, las federaciones de entidades calculan que solo en Catalunya hay unos 300 clubs cannábicos de autoconsumo y que en España la cifra de abonados a estas entidades supera los 250.000.

Carola Pérez, miembro de Spannabis, entidad que organiza las principales ferias del cáñamo, explica: «Esto es algo más que ir a pillar costo a la esquina. Hablamos de un sector que crece, que es dinámico y que se estima que entre clubs y las 800 growshops [tiendas que venden semillas de marihuana y utensilios para su cultivo y consumo] legales que hay en España mueve cerca de 250 millones de euros al año».

Ella, con 11 operaciones en la espalda, consume cannabis por motivos terapéuticos. «Regular el uso terapéutico de la marihuana es una cuestión de emergencia humanitaria», reclama Pérez, que coordina un gabinete de atención a personas que usan esa sustancia con fines paliativos. «Aquí viene gente a pedirnos ayuda. Nosotros no hacemos nada malo. Vienen, un médico establece si con su cuadro clínico es indicado el consumo de cannabis y pagan mucho menos que el resto de socios», comenta.

El gerente de un club cannábico de Barcelona explica que sus socios abonan una cuota de unos 20 euros al año y que luego pagan por lo que consumen, con un límite de 80 gramos al mes. «No obstante, la media de consumo es de 20 gramos», describe, y reconoce el aumento exponencial de usuarios: «Nosotros en poco más de dos años ya tenemos casi 3.000 socios».

En las partes íntimas

Este responsable opina que la Administración se equivoca al no regular los clubs. «Si lo hiciera, las entidades que son tapadera para el tráfico caerían de forma inmediata y el sector se profesionalizaría, generando asociaciones más implicadas en actividades culturales o de salud», comenta. Además,  cambiaría una situación de inseguridad que hace que ahora «se les aconseje a los socios que, cuando salgan del club, se metan la marihuana en sus partes íntimas para que, si les para la policía, no se la encuentren en un cacheo».