El auge de un estupefaciente (1)

Interior y Salut topan por la regulación de los clubs cannábicos

Un club cannábico de Barcelona.

Un club cannábico de Barcelona.

ANTONIO BAQUERO / ÀNGELS GALLARDO / Barcelona

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La multiplicación de clubs cannábicos está fuera de control en Catalunya, y así lo reconocen los departamentos de Salut e Interior. En los últimos años, la apertura de estas entidades ha crecido de forma exponencial sin que ninguna normativa lo haya autorizado o impedido. Ya son más de 300 en toda Catalunya, de los que más de 200 están en Barcelona. Tal es el crecimiento de los denominados clubs sociales de cánnabis, que la capital catalana empieza a ser conocida como el Ámsterdam del Mediterráneo. El fenómeno inquieta a ayuntamientos y a la Generalitat, donde desde el pasado otoño se intenta consensuar la posición de varios departamentos -fundamentalmente, Interior y Salut- con el fin de acotar la actividad de un sector en evidente expansión.

Sin embargo, el asunto parece haber entrado en un callejón sin salida a causa de las posiciones casi antagónicas que mantienen las conselleries de Interior y Salut. El titular de Interior, Ramon Espadaler, se opone de forma rotunda a una regulación de los clubs cannábicos, en tanto que el de Salut, Boi Ruiz, considera que regular el sector es la única forma de mantener bajo control el consumo que se realiza en dichos locales y el perfil de los socios, así como la composición y potencia de las plantas empleadas.

EL PAPEL DE MALO / Espadaler no tiene reparos en asumir «el papel de malo en esta película», según avanzó el pasado jueves a este diario. «Interior no está a favor de una regulación de este tipo de clubs -afirmó-. Estas entidades tienen como consecuencia la aparición de cultivos de marihuana, que son los que les proporcionan el cannabis». Asegura Espadaler que técnicos de su departamento han estudiado el fenómeno y fruto de ese trabajo han llegado a algunas conclusiones. «Una de ellas es que en los lugares donde esa actividad se ha regulado el resultado no ha sido el esperado -indicó-. Hay que tener en cuenta el nefasto impacto que los clubs cannábicos pueden tener en los adolescentes».

En Salut se entiende todo lo contrario. «La regulación de las buenas prácticas sobre el consumo de cannabis permite conocer mejor la realidad del fenómeno, y el número de consumidores y clubs -expuso el conseller Boi Ruiz en el Parlament  el pasado septiembre-. La existencia de una normativa evitará que el consumidor entre en contacto con el mercado negro de las drogas, y permitirá conocer la composición, potencia y adulteración de la planta y sus derivados».

En dicha comparecencia parlamentaria -a la que ayer se remitieron desde Salut, eludiendo nuevos pronunciamientos-, Ruiz se comprometió a consensuar su posición con otros departamentos de la Generalitat y con los partidos políticos presentes en el Parlament. También anunció la inminente convocatoria del resto de grupos parlamentarios, pero nada de eso ha sucedido aún.

Ruiz abogó entonces por establecer un modelo «restrictivo» de clubs cannábicos en Catalunya, fijando el número de socios posibles, la edad, las cantidades de consumo personal y la potencia de los cultivos de cannabis autorizados. Todo eso, indicó, con el objetivo de «reducir riesgos y daños futuros».

USO TERAPÉUTICO / El objetivo de acotar la existencia de clubs cannábicos en Catalunya se vislumbra, por todo lo expuesto, difícil. El titular de Interior  reiteró que su departamento no elaborará ninguna norma que ampare el consumo de cannabis. «La única excepción podría ser su uso terapéutico», puntualizó, tras expresar su «preocupación» por el auge del fenómeno. Espadaler avanzó, en consecuencia, que la postura que mantendrá su departamento en eventuales encuentros con otras conselleries se ceñirá a «una mayor intensidad en la búsqueda e incautación de cultivos de marihuana, y una mayor fiscalización de los clubs». Apostó incluso por penalizar más el consumo de cannabis en la vía pública.

Desde Salut subrayan que las políticas sanitarias sobre drogas que existen en la UE  avanzan hacia medidas que «prioricen la salud de los consumidores» siguiendo, indican, un modelo similar al que se desarrolló en los años 80 y 90 ante el consumo de heroína, en alusión al reparto de jeringuillas que se introdujo para evitar la transmisión del VIH.