Ni un minuto que perder por la cooperación

MIQUEL CARRILLO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Este lunes hemos conocido la dimisión de Carles Llorens como director de la Agència Catalana de Cooperació al Desenvolupament (ACCD). CiU tardó en encontrar alguien que sustituyera al republicano David Minoves, al principio de su primera legislatura al frente del gobierno, y ha tardado más todavía en aceptar su dimisión. Es obvio que Llorens, como hombre de partido, aceptó de manera disciplinada un encargo envenenado con el que nadie más, fuera de esa debida obediencia, quiso lidiar. Un dirigente de su partido me confesó en aquel momento que no habían sabido dar con el candidato o la candidata idónea, pero que confiaban en su voluntad de aprender y en su capacidad de gestión.

No es cuestión ahora de hacer leña del árbol caído, el sector de las oenegés se ha manifestado en su contra por activa y por pasiva durante todo este tiempo, y ha llegado a pedir la dimisión que ahora se produce, algo inaudito en la pequeña historia de la cooperación, lo más parecido al fair play político durante estos años. Suya es la responsabilidad de aceptar y de gestionar el práctico desmantelamiento de la cooperación catalana, pero es evidente que las órdenes venían de arriba, de un gobierno y un partido que con el tiempo han ido apartando la solidaridad internacional de su credo y de sus objetivos, salvando honrosas excepciones en el mundo local y en el exilio madrileño.

Pronto sabremos quién recoge su testigo. Hay que desearle suerte y aciertos en un momento difícil económica y políticamente hablando. Desde la barrera, cabe darle algunos consejos y sugerirle algunas tareas para que la cooperación vuelva a ser en Catalunya una política pública, pequeña quizás, pero con un sentido estratégico.

En primer lugar, restablecer la confianza con el sector. Saber escuchar y poner las cartas sobre la mesa desde el principio, enseñando qué ruta va a tomar esta política. Incluso si se va a dar la puntilla desde lo público a la cooperación, tal y como la entendemos la sociedad civil, sería bueno saberlo desde ya. Han llegado voces inquietantes sobre la posibilidad de integrar a la ACCD en una misma estructura de promoción exterior de empresas, a la par de ACCIO10. Desde luego, sería bueno que Catalunya no se sumara a la deriva mercantilista del Estado en este terreno y que apostara por una acción exterior más centrada en la defensa de los derechos humanos, la paz y un desarrollo más equitativo.

Eso es, precisamente lo que habría que hacer en segundo lugar. Si vamos a tener cooperación, que tenga un sentido estratégico, de dar un lugar al país en el mundo, acorde con sus valores, y no solo los de la bolsa. En la tramitación de la ley de acción exterior, ahora en marcha, hay margen para materializar esa visión, y no convertir a la cooperación en algo que se hace a desgana, casi por guardar las formas. 

En tercer lugar, liderar y estructurar las capacidades que quedan en pie en el país, después de la tormenta perfecta que han sido los recortes. Milagrosamente, con un 80% menos de recursos, aún quedan capacidades instaladas, en administraciones locales y entidades, amén de la propia ACCD y de la Generalitat. Aún se puede hacer cooperación de calidad, sobre todo si se pone a jugar la capacidad de gestión y la experiencia de una administración local y autonómica con casi todo el know how relevante vinculado al desarrollo, y una sociedad civil especialmente presente en la defensa de los derechos humanos y en procesos de paz en todo el mundo. No hace falta inventar otras diplomacias paralelas, de verdad: ya existe una de probada y reconocida solvencia, que solo piden que le dejen trabajar.

Solo hace falta un pequeño detalle para que, al día siguiente del nombramiento de la nueva persona responsable de la cooperación catalana, dejemos de hablar de facturas, expedientes e impagos, y volvamos a hablar de lo que realmente nos preocupa: voluntad política. Si existe, no perdamos un minuto más.