La batalla contra la exclusión
A parir con el testamento
María, guatemalteca, no se llama así, prefiere reservar su identidad. Tiene 35 años y un bebé de ocho meses y mejillas abultadas. Fue a parir sola, aunque no de vacío: llevaba encima su testamento. Como el padre no reconoció a la criatura y ella no tiene papeles, el bebé fue apátrida unos meses. España no quiso darle la nacionalidad. Al final, Guatemala se la ofreció y su madre cuenta que a menudo le dice: «Hijo, tendrás que aprender a comer frijoles, porque solo Guatemala te quiso».
Cuando hace un año y medio se quedó embarazada, tenía trabajo como asistente en una clínica: estudió en su país. Y esperaba su regularización. Cuando supo que estaba en estado, se lo explicó a su pareja. Ahí empezó su día más duro, el que le cambió la vida. «A las once de la noche se lo dije. A las siete de la mañana me echó de casa. A las nueve, una comadrona me aconsejó acudir a Salud y Familia».
Maltratada
María era maltratada por su compañero, pero no quiso denunciarlo, algo que lamenta por la cobertura legal que eso le hubiera ofrecido. Se muestra muy decepcionada con el servicio del 016, al que llamó varias veces cuando estaba en su peor momento y donde le dijeron, asegura, que solo la podían ayudar si había constancia del maltrato físico.
El caso es que se quedó sola y que tuvo que dejar el trabajo. Y que fue a parir con un testamento que decía que de fallecer en el parto, entregaran la criatura a su hermana o a su mejor amiga. Tampoco eran órdenes terminantes: «La Generalitat solo estaba obligada a tener en consideración ese testamento». El niño hubiera quedado bajo la tutela de la Administración, en este caso, del Gobierno catalán.
María no duda al señalar cómo pudo salir adelante: «El padre de mi hijo se llama Salud y Familia». La entidad que la acogió ofrece una ayuda integral a las mujeres que lo necesitan: legal, médica, material. Su directora general, Elvira Méndez, sonríe satisfecha mientras escucha a María. No hay mejor forma de saber que uno ha hecho lo que debía que escuchar a la madre. «Esta entidad es proelección», dice Méndez sobre las embarazadas que llegan a pedir ayuda. Si deciden tener el hijo que esperan, las apoyan para que lo logren. Si deciden interrumpir el embarazo, las apoyan también.
María prepara el regreso su país. Espera que el juicio pendiente por la paternidad de su hijo permita finalmente al niño acceder a la nacionalidad española. «No quiero dinero. Quiero que mi hijo pueda volver a España a hacer la carrera universitaria o un máster». Y sonríe triunfadora.
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