JUBILADOS QUE NO SE ARRUGAN

La vejez ya no es lo que era

Viven muchos más años que sus padres y en dos décadas la población mundial mayor de 60 se habrá duplicado. Ninguneados por la publicidad y las políticas públicas, las nuevas generaciones de jubilados trituran los viejos clichés.

NÚRIA MARRÓN / Barcelona

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La publicidad, miope, solo echa mano de ellos para anunciar dentaduras postizas y compresas contra las pérdidas de orina. Y las políticas públicas, afirman los investigadores, los ignoran cuando no los exprimen. Aun así, las nuevas generaciones de hombres y mujeres que se jubilan están poniendo los cimientos del mayor cambio cultural que explosionará en los próximos años. Viven 20 años más que sus padres y son muchos: según los demógrafos, la población mundial mayor de 60 años se habrá duplicado para el 2030.

En Catalunya, ya hay más de medio millón de personas de entre 65 y 75 años, la mayoría de las cuales han cruzado con buena salud física y económica eso que antes se veía como laúltima frontera. Son los hijos del 600, del consumo de masas y de la revolución feminista. Generaciones urbanas y escolarizadas que, sin apenas modelos en los que mirarse, están reescribiendo en su día a día qué es eso de hacerse viejo. No, jubilarse no significa necesariamente estirarse las arrugas o convertirse en el vigía de las obras del barrio. Ni fichar en el casal.Ni estar enfermo. Ni solo. Ni ser una carga. Al menos, durante muchos años. Los sociólogos coinciden en que, cada vez más, estamos ante«jubilados laborales, no sociales». Nótese esecada vez más. Para el gerontólogo Ricardo Moragas -78 años y autor de Jubilación para torpes yJubilación siglo XXI- aún reflexionamos poco sobre esta etapa desde un punto de vista personal y político porque«se nos encoge el ombligo al pensar que al final llega la muerte, y la muerte es algo de lo que no apetece hablar».Para Moragas, la jubilación se debe planificar porque, si no,«puede ser de una crueldad innecesaria, la peor etapa de la vida».

O activo o serpiente

Algunos pasos de manual: mantener hábitos saludables, vivir cerca de cuanto se necesita, saber con qué dinero se cuenta y contestar a la pregunta de ¿qué voy a hacer con mi tiempo?«Gran parte de nuestro estatus y relaciones van ligadas al trabajo, y la nueva libertad puede ser un gran activo o una serpiente que se come a uno vivo». Sus palabras las avala elsíndrome del jubilado SEnD aparición de úlceras, arritmias y«depresiones derivadas del encogimiento del yo y del sentido de inutilidad»- y el de lamujer del jubilado,provocado por la ansiedad y el estrés de tener en casa a «un parásito que a las diez de la mañana ya ha llenado los ceniceros dos veces».Volvamos al retrato. Otro rasgo de los nuevos viejos es que, sobre todo las mujeres, permanecen en su casa una vez han enviudado. Si aún se hacen valer y a pesar de estar en edades avanzadas, algo impensable un puñado de años atrás. El fenómeno, remarcan las encuestas, tiene poco que ver con el desapego familiar y mucho con una pensión que les permite gestionar su retiro y no tener que delegar en los hijos cómo vivir, qué hacer y a qué hora levantarse.

Precisamente por el lado femenino está llegando a paso ligero el futuro, asegura el demógrafo y sociólogo del CSIC Julio Pérez Díaz. El «hecho histórico», afirma, es que empiezan a jubilarse señoras que controlaron la maternidad, que han cotizado durante años, han tenido inquietudes políticas y culturales y han decidido qué consumían y qué no. «Son la generación que cambió los roles de género, que nada tienen que ver con la viejecita entrañable», afirma Pérez Díaz. Estas mujeres tienen más recursos y capacidades, también para los cuidados, y han reseteado a sus compañeros. «Hay un número de señores sin precedentes que cuidan de sus mayores y de sus parejas -afirma-. Los roles que convienen a la gente mayor son los tradicionalmente femeninos: gestionar el hogar y los cuidados personales y cultivar las relaciones familiares y sociales. Quizá te vaya bien ser hombre a la vieja usanza a los 30 o los 40, pero a los 70 no es sostenible, te condena a situaciones dramáticas».

Hijas del rock and roll

Anna Freixas, doctora en Psicología y profesora jubilada, es una de estas «hijas del feminismo y el rock and roll» que ha llegado a la sesentena y que ha visto que los años que tiene por delante están yermos de «modelos para vivirlos como lo que son: un regalo, no una condena». «Lo que sí sabemos es el tipo de vieja que no queremos ser», asegura la autora de Tan frescas. Las nuevas mujeres mayores del siglo XXI (Paidós). Lo que Freixas no quiere ser: ni una viejecita modosa, ni una superabuela, ni una señora atrapada en dietas y bótox. «Esto es una tortura y una ruina».

Derribando los mitos que atan la feminidad a la juventud, la belleza y la vida doméstica, la psicóloga apunta que la menopausia no es el principio del fin, sino una puerta a libertades inauditas que te permiten, por ejemplo, silbar ante los mandatos estéticos. «Qué lujo no tener que estar encantadora», dijo una vez la escritora Joyce Carol Oates. La jubilación, añade Freixas, también es una oportunidad para reflexionar y conectarte con los deseados, durante años sepultados entre el trabajo y la familia. «A veces, por primera vez, decides sobre tu vida». Para esta etapa, dice la psicóloga, las mujeres tienen muchas «fortalezas»: son duchas en estrategias contra la adversidad, cultivan los vínculos familiares y de amistad y saben relativizar. «Debemos atrevernos a ser raritas, cuidarnos, dejar de sostener relaciones unidireccionales, permitirnos el dolce far niente y ejercer como ciudadanas, tomar la calle. A veces, la sociedad no sabe bien qué cara poner ante mujeres mayores que hacen ruido. Pero la visibilidad de los viejos será cada vez más importante. Ahí están los yayoflautas».

Freixas es una de las voces de esa conversación que quiere hacer «grande» la vejez. Pero ¿y las políticas públicas? A finales de los 90, la OMS empezó a hablar de favorecer el bienestar y la participación de la gente mayor. Aquí llegaba, abriéndose paso, el famoso envejecimiento activo que en el 2012 protagonizó el año europeo y que quiere decir muchas cosas a la vez. Entre ellas, que la actividad es la chistera que permitirá cumplir años sin que lo parezca y hacer disminuir el gasto que supone una población con achaques. «Disponer de una sociedad más abierta y orientada a los mayores es un cambio positivo, pero asumir que la aportación laboral a la sociedad debe alargarse durante más años o asumir un modelo de actividad no deseado resulta más inquietante», admiten Fernando Alonso y Martha Mackay, del Institut Universitari d'Estudis Europeus.

Los Gobiernos parecen haber echado por la vía del pedregal: recortan las pensiones, alargan la edad de jubilación y, con el apagón social, han acabado sobrecargando a los jubilados con responsabilidades como el cuidado de los nietos y padres. La abuela esclava ya es una figura demasiado cotidiana. ¿Se está negando el derecho a envejecer? «La crisis ha agudizado esta hiperresponsabilidad. En muchas casas la pensión de jubilación es la única fuente de ingresos -señala Pérez Díaz-, pero sospecho que no es la única causa. Desde Reagan, cada vez más las políticas han dejado de tener protagonismo. Es la receta urbi et orbe: los estados se aprovechan de que ha mejorado la calidad de vida y hacen una transferencia de cuidados, delegando en la primera vejez mucho de este peso. El problema será para quienes no tengan dinero o familia».