Galgos, moda salvadora

Galgos y podencos, con sus dueños en el parque de la Estació del Nord de Barcelona.

Galgos y podencos, con sus dueños en el parque de la Estació del Nord de Barcelona.

JÜLIDE ASCI
BARCELONA

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Para ver galgos en Barcelona había que ir a un canódromo. Prácticamente no existían como animales de compañía. Pero eso era antaño. Ahora que ya no quedan canódromos, ojos atentos habrán notado que la cantidad de galgos, con su aspecto especial, que hay en los parques de la ciudad es llamativa. Poco a poco, tanto galgos como podencos, los primos hermanos de esta raza, se han integrado en el mundo canino de Barcelona trayendo cada uno su historia marcada por el maltrato.

Galgos y podencos son conocidos como perros de caza en España y son criados en muchas zonas de grandes llanuras y pocos árboles, en las que pueden exhibir su zancada. Pensando en la montaña y los bosques de Catalunya, la pregunta que surge es de dónde han salido. «Si hay tantos galgos ahora en Barcelona es por el trabajo de las asociaciones que se dedican a recuperarlos y a darlos en adopción», dice Aurora Ferrer, presidenta de la asociación Degalgos. «Pero aquí no se caza con los galgos. Vienen de fuera», aclara.

ABANDONADOS O SACRIFICADOS / Con «fuera» se refiere a las zonas galgueras que hay en casi toda España, exceptuando precisamente Catalunya y la cornisa norte. Primordialmente, Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha y Madrid. Ahí los crían los galgueros, que los seleccionan por su velocidad para la caza. Los que corren un poco menos son abandonados o sacrificados, incluso ahorcados. Decenas de miles de galgos y podencos son abandonados cada año en España, calculan las asociaciones que tratan de protegerles.

Muchas veces son las protectoras de animales o los colaboradores de las asociaciones en esas zonas los que los recuperan de la calle o de las perreras. «Tenemos un pacto por el que ellos rescatan a los perros y nosotros gestionamos las adopciones. Rescatamos así unos 50 perros por año», explica Ferrer.

En esas áreas galgueras el maltrato de los galgos y podencos ya es conocido desde hace muchos años. Pero lo que agrava el problema es que los habitantes de esas zonas no lo reconocen como tal. «El uso de esta raza para cazar es una tradición muy extendida. Mucha gente ahí, aunque no sea cazadora, tiene asumido el maltrato como algo normal, porque para ellos los galgos son solo una herramienta», explica Cristina Argemí, delegada de la asociación Galgos 112 en Barcelona.

Así, esasherramientas, cuando dejan de funcionar para la caza ya no sirven a sus dueños y son reemplazadas. Cuando pierden velocidad, se les abandona o se les mata, en ocasiones de manera cruel. Según las asociaciones de adopción, esto sigue pasando porque las leyes de protección animal no se aplican y no se vigila a los cazadores. Los perros, además, tendrían que llevar microchips y vivir en condiciones sanitarias adecuadas, pero eso tampoco ocurre.

El objetivo de asociaciones como Degalgos o Galgos 112 es que el maltrato de estos perros deje de estar normalizado. Pero rescatarlos de las manos de los galgueros es solo el primer paso: «Queremos un cambio de mentalidad. Intentamos concienciar a la sociedad de que son perros como cualquier otro», dice Argemí. «Vamos a colegios para educar a los niños, sobre todo en las zonas galgueras, y tratamos de hacerles entender que el galgo también es un perro para tenerlo en casa».

'GALGUITIS' / Que son animales para estar en casa muchos barceloneses ya lo saben desde hace varios años. Aunque sorprende imaginar que un perro que corre tan deprisa pueda sentirse bien en un ambiente urbano, la mayoría de las familias tienen buenas experiencias. «Es un perro tranquilo y alegre. Existe el mito de que hay que hacerlos correr, pero no lo necesitan más que cualquier otro perro. Se adaptan enseguida», explica José Contreras, adoptante de un galgo en Barcelona. Según Núria Murlà, secretaria de Galgos 112, una adopción de galgos crea «galguitis». Es decir que un alto porcentaje de las familias acaba adoptando un segundo galgo o convirtiendo su casa en un hogar de acogida temporal.

Pero pese al esfuerzo de las asociaciones, la gran mayoría de los galgos maltratados siguen sin ayuda. Según Degalgos, solo el 10% son rescatados. «Es verdad que en Barcelona se adopta cada vez más a estos perros, pero eso no es suficiente. Necesitaríamos un gran cambio en la mirada de la sociedad».