RETOS DEMOGRÁFICOS para EL GIGANTE ASIÁTICO

China obliga por ley a cuidar y visitar a los padres ancianos

Una anciana sale del tribunal de Wuxi que ordenó a su hija visitarla al menos una vez cada dos meses.

Una anciana sale del tribunal de Wuxi que ordenó a su hija visitarla al menos una vez cada dos meses.

ADRIÁN FONCILLAS
PEKÍN

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La piedad filial ha pasado en China de imperativo moral a legal. Una reforma de la normativa vigente que entró en vigor el lunes pasado obliga a los hijos a cuidar y visitar a sus padres de más de 60 años si no quieren tener que afrontar multas o incluso la cárcel. La medida, que ha generado dudas, críticas y burlas en la población, apunta al problema acuciante del trato a los mayores en un cuadro de rápidos cambios sociales y económicos que tiran de las milenarias costuras confucianas.

La ley obliga a las empresas a dar vacaciones a los trabajadores para que visiten a sus padres. Es una de las escasas concreciones de una normativa demasiado vaga para ser eficaz. Habla de visitas «con frecuencia» sin más aclaraciones, no especifica a quién le corresponde fiscalizar el cumplimiento ni cómo se calcularán las penas. Nada de ello impidió que ya fuera aplicada el martes. Un tribunal ordenó a una mujer visitar a su madre de 77 años al menos cada dos meses, así como darle sustento económico.

PACTO SOCIAL TÁCITO / El juicio, al día siguiente de la entrada en vigor de la norma, tuvo aroma propagandístico. La anciana, ayudada de una muleta, se convirtió en estrella mediática tras salir en los diarios y televisiones estatales. De la ley, en realidad, se espera especialmente que subraye el mensaje. Un toque de atención con altavoz judicial, ha sugerido Xiao Jinming, catedrático de la Universidad de Shandong y uno de sus defensores. «Queremos enfatizar el derecho de los ancianos a pedir apoyo emocional», ha dicho a la agencia AP. Un reciente sondeo mostraba que un 11,9% de los encuestados no había visitado a sus padres en años y un 33,4% lo hizo una vez al año.

La enmienda a la ley de protección de derechos e intereses de los ancianos fue aprobada en el Parlamento el pasado diciembre, después de varios casos sonados. Uno de ellos fue el de una mujer de 91 años que fue golpeada y expulsada de casa tras pedir a su nuera un bol de arroz. Dos días después saltaron a la red fotografías en las que se veía a una anciana centenaria durmiendo en una pocilga.

El cuidado de los abuelos es un problema nuevo en China. El país experimenta un caso único porque el envejecimiento le alcanzará aún en vías de desarrollo. Más del 14% de la población, casi 200 millones, está por encima de los 60 años. Serán 487 millones en el 2053, un 35% de los chinos, casi doblando la media mundial del 20 %.

Desde la perspectiva económica, requiere asumir el reto de que un número menguante de trabajadores mantenga a una clase no productiva pujante. Y desde la social, plantea cómo cuidarlos. «Siempre había sido una tarea familiar, pero la migración a las ciudades y la política del hijo único han dejado a muchos ancianos sin apoyos. China no ha tenido suficiente tiempo para prepararse contra el envejecimiento», sostiene Jing Jun, sociólogo de la Universidad de Tsinghua. Las pensiones están aún en pañales en China, donde siempre ha funcionado un pacto social tácito intergeneracional: los padres se desloman por criar a sus hijos a cambio de que estos los sostengan en la vejez.

LIMITACIONES / La resolución del conflicto no es fácil. Una internauta lo explicaba en un foro: «No puedo visitar a mi madre más de una vez al año porque ella vive en Tíbet (este del país) y yo en Liaoning (oeste). Lo siento, mamá, tu hija está violando la ley». El trato a los ancianos está en lo más profundo de la psique nacional. En Weibo, eltwitter chino, la aprobación de la ley recibió comentarios de más de 17 millones de internautas en un día.

Hao Liu, de 27 años, admite que se sintió culpable cuando dejó a su abuela en una residencia de ancianos y lamenta que los 4.000 yuanes (500 euros) que cuesta devoren el grueso de su sueldo. «Mis padres y yo trabajamos, no podemos cuidarla. El Gobierno debería ayudarnos en lugar de dictar leyes imposibles de cumplir», sostiene.