Demandas y respuestas

Escuelas y familias exigen becas de comedor más justas y mejor dotadas

Una niña muerde un trozo de pan en el comedor del colegio Sant Josep Oriol de Barcelona.

Una niña muerde un trozo de pan en el comedor del colegio Sant Josep Oriol de Barcelona.

M. JESÚS IBÁÑEZ / V. VARGAS LLAMAS
BARCELONA

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El actual sistema de becas de comedor, que este curso 2012-2013 está atendiendo ya a unos 64.000 alumnos en Catalunya, no acaba de funcionar, denuncian profesores de colegios, asistentes sociales y familias de alumnos. Aunque reconocen que el modelo está garantizando que muchos menores tomen al menos una comida equilibrada al día, consideran que el sistema de adjudicación de las ayudas es impuntual en los pagos, está infradotado y es poco flexible a la hora de cubrir contingencias imprevistas de las familias.

«El baremo de admisión debería ajustarse mejor a las necesidades cambiantes de las familias, que a veces, a mitad de curso, tienen que hacer frente a situaciones sobrevenidas», clama Francesc Freixanet, director del colegio Antaviana, en el barrio de Roquetes de Barcelona. «En una crisis profunda como la actual, la Administración tendría que asegurarse de que las becas llegan a todo el que las necesita y ser severa con la picaresca», alerta Núria Garcia, directora de la escuela Sant Josep Oriol, en el barrio barcelonés de Trinitat Nova.

Las denuncias de los que consideran que el modelo de becas de comedor no es ni justo, ni eficiente, ni puntual han forzado al menos al Consorci d'Educació de Barcelona a revisar de urgencia la gestión de las ayudas alimentarias escolares cara al próximo curso. Esta entidad, en la que están representadas la Generalitat y el ayuntamiento, decidió ayer mismo incrementar de 4 a 5 euros la dotación económica de las ayudas extraordinarias, las que se distribuyen entre las familias con rentas más bajas, explicó ayer el gerente del consorcio, Manel Blasco.

Blasco, que confía en que la convocatoria para acceder a estas ayudas pueda hacerse pública a finales del verano, declaró ayer a EL PERIÓDICO que se trata de «una medida fruto del trabajo compartido entre directores de centros y servicios sociales». El consorcio mantendrá intocable el criterio de que para acceder a una beca de comedor se ha de acreditar que la familia ingresa menos de 5.976 euros brutos anuales por cada miembro.

COMEDORES VACÍOS / Posiblemente muchos de los alumnos del colegio Sant Josep Oriol podrán beneficiarse del aumento de dotación de la ayuda extraordinaria. «La de la escuela es la única comida caliente que hacen al día», admite con pesar la directora del centro. Estos días, con el final de curso a la vista, en el comedor hay apenas una treintena de chicos, un 20% de los que estudian en este centro de Trinitat Nova, una barriada «que ya era pobre antes de que llegara la crisis», dice la docente. «Si no hay más alumnos en el comedor es porque ya no pueden seguir pagando los 2 o 3 euros diarios que no les cubre la beca», agrega Núria Garcia.

La directora trata de que el colegio «sea un oasis» para sus alumnos, aunque a veces es difícil. «A algunos, como este pequeño de aquí -y señala a Abel, un simpático desdentado que no para de dar vueltas a unos garbanzos-, le tuvimos que enseñar qué es la fruta, la verdura y el pescado, porque hasta hace un año ni los había probado. A otros -esta vez apunta a una alumna de 4 años-, se les deriva después del cole a uncasaldonde les dan la merienda», relata.

En el cercano colegio Antaviana, en el barrio de Roquetes, ha pasado lo contrario. «El comedor empezó este curso con unos 80 alumnos y en marzo, cuando las familias por fin cobraron la beca, el servicio aumentó hasta los 240 usuarios actuales», explica Francesc Freixanet, el director. En este centro, prosigue el docente, «conviven niños que hasta ahora tenían cierta estabilidad económica en casa con menores procedentes de las grandes bolsas de pobreza». «Ha llegado un punto -agrega- en que se ha creado, incluso, cierta competencia entre los dos grupos por ver quién logra la ayuda».

LA NUEVA REALIDAD / El día a día en las escuelas está dejando en evidencia la rigidez y las limitaciones de un sistema de becas que hasta ahora no preveía la necesidad de suministrar cobertura a una cantidad ingente de niños. «El bajón socioeconómico es de impacto. Ya no son solo las zonas deprimidas las que sufren aprietos. Cada día hay nuevos casos de parejas con los dos miembros en paro, casas que pasan por apuros económicos por primer vez en su vida», explica L., jefa de estudios de una escuela de Horta-Guinardó, en Barcelona.

De ahí, el continuo trasvase de alumnos de centros concertados a los de titularidad pública. Familias que asumen los rigores de una nueva realidad que, según L., no está recibiendo la «atención pertinente» por parte de las autoridades. «Ahora la situación se sostiene por la pensión del abuelo, las oenegés y los servicios sociales -dice L.-. Pero si la cosa sigue empeorando, nada de eso será suficiente».

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