Música para morir

El enfermo José Lao recibe una sesión de musicoterapia     en el Hospital de  L'Esperança.

El enfermo José Lao recibe una sesión de musicoterapia en el Hospital de L'Esperança.

LAIA DORCA / Barcelona

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Un enfermo con un cáncer avanzado, ingresado en la unidad de cuidados paliativos, espera impaciente y agitado en su cama. Dos personas entran en su habitación y, acompañadas de instrumentos musicales, le cantan el popular boleroPiel canela. El paciente, que escucha atentamente, poco a poco se va relajando y su respiración se acompasa. Esta práctica se hace cada semana en el Hospital de L'Esperança de Barcelona y se llama musicoterapia, una técnica que utiliza la música con finalidades terapéuticas, para mejorar la calidad de vida de los enfermos.

«Queríamos humanizar la planta de oncología y ayudar a los enfermos, a través de la música, a que su tránsito hacia la otra vida fuera más agradable», explica Núria Escudé, directora del Institut Català de Musicoteràpia, En el 2010, junto al doctor Josep Planas, jefe de la unidad de cuidados paliativos del Hospital de L'Esperança, empezaron a investigar la musicoterapia aplicada en enfermos terminales con cáncer. «Al mismo tiempo, buscábamos un tratamiento que no consistiera solo en medicamentos», dice el doctor Planas. Hay otras técnicas análogas, como por ejemplo la arteterapia, impulsada en el Hospital de Sant Pau también con pacientes terminales de cáncer, y que busca igualmente rebajarles la angustia potenciando sus habilidades con el dibujo. «Pero con música nunca se había intentado», añade el doctor Planas.

CONTRA EL MALESTAR Y LA DEPRESIÓN / La investigación de Escudé -quien también dirige el máster en musicoterapia de la Universitat de Barcelona (UB)- y Planas fue escogida en competencia con otros proyectos por el Parc Salut Mar, que decidió subvencionarla durante dos años, del 2010 al 2012. En ese periodo compararon la evolución de un grupo de 35 pacientes tratados con musicoterapia con la de otros 35 que no lo fueron. «Obtuvimos resultados que reflejaban mejora en la ansiedad, en la depresión y en la sensación global de malestar, e incluso en algunos casos se consiguió bajar la medicación», relata el doctor Planas. Además, «la ventaja de esta terapia musical es que no tiene efectos secundarios», añade. A la vista de ello, el programa empezó a aplicarse regularmente en L'Esperança en enero del 2011. Corre de boca en boca entre los familiares y la demanda crece.

El enfermo no acostumbra a estar más de 15 días en la unidad de cuidados paliativos, por lo que esta práctica requiere una actuación rápida. Cuando los médicos detectan a pacientes que se pueden beneficiar de ella, los proponen al equipo de musicoterapeutas-formado por profesionales y estudiantes en prácticas del máster- para que haga un historial musical del paciente. Un día antes de la sesión se habla con él para saber sus gustos musicales, las canciones con las que más se identifica, y así centrar la terapia en aquellos sonidos con los que el enfermo se siente mejor. «Todos tenemos una canción de referencia en nuestra vida, y es esta la que ayuda a los enfermos», puntualiza el doctor.

GUITARRA Y TAMBURA / Una vez determinado el repertorio, se adaptan las canciones a cómo se encuentra el enfermo -con interpretaciones más melódicas o más rítmicas, por ejemplo, según su estado de ánimo- y se eligen los instrumentos más adecuados para ello. «Los más utilizados son la guitarra, que favorece un estado de sedación y relajación; elocean drum, instrumento de agua que ayuda a la respiración, y por último la tambura, que es parecida a un arpa y emite vibraciones que el paciente puede sentir en su cuerpo», detalla Escudé. Después de la sesión, unos tests de ansiedad y depresión permitirán comprobar cómo ha reaccionado el paciente ante esta terapia.

Las sesiones de musicoterapia suelen hacerse en ciclos de cuatro, en días alternos y en habitaciones individuales para no molestar a otros ingresados. Aunque la música es el hilo conductor, la terapia se combina con otras técnicas para lograr más efectividad. Una de ellas es la visualización, que consiste en ayudar al enfermo a relajarse evocándole un escenario que le resulte agradable y le traiga buenos recuerdos para que se traslade mentalmente allí.

VIDA AL FINAL DE LA VIDA / Una vez finalizado el ciclo, si permanecen ingresados, pueden repetir. Solo el 5% ha renunciado a ello. «La música es el ruido más agradable y ayuda a dejar de pensar en cosas más graves», opina Juan R. C., uno de los pacientes que reciben esta terapia. Cuando oye las canciones, experimenta un sentimiento «de satisfacción, de vivir el presente y de olvidar todo lo que hay alrededor».

«No buscamos alargar la vida, sino que haya vida al final de la vida de la mejor forma física y emocional», expone Planas. Y lo corrobora Inma Díaz, cuyo padre, Francisco, también está ingresado en L'Esperança: «Mi padre, gracias a la musicoterapia, se siente más relajado, más querido, y hasta ha llegado a olvidar el estado en el que se encuentra». «Esta terapia -prosigue- sube la autoestima a los pacientes, les da energía y les ayuda a notar que en su interior existen muchas razones para seguir luchando».