'Pesadilla en la cochina'

Una escena del programa de La Sexta 'Pesadilla en la cocina'.

Una escena del programa de La Sexta 'Pesadilla en la cocina'. / periodico

Por PAU ARENÓS

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Después de ver los programas emitidos hasta la fecha de Pesadilla en la cocina y sufrir como una croqueta al borde de la freidora, la reflexión es la del primer día: ¿cómo es que esos mercachifles transmutados en restauradores respetan tan poco a los clientes? Despachar bazofia debería estar castigado por el Código Penal con servicios a la comunidad.

La falta de profesionalidad de los dueños de los antros (la autodefinición es de Cristina, desdichada protagonista del episodio del jueves pasado) es tan alucinante como encontrar una cobra en el cajón de los calcetines.

Los finales tras el paso de Chicote 'Sargento Cazuela de Hierro' son felices, con la armonía restituida y limpias las neveras de restos cretácicos, aunque seguro que el corazón se nos encogería de nuevo si siguiéramos fisgando en los pucheros caníbales.

¿Qué sucede cuando Chicote se larga? Espero por el bien general que en Navidad, tiempo de naufragios gastronómicos, La Sexta programe un especial en el que sepamos qué ha pasado con Rafa Soler y su cabello Pantene, con la camarera vallecana del megáfono y con Cristina de El Último Ágave, vestida para una final del Roland Garros de los años 30 y agarrada al tequila.

En junio, me llamó un productor de Pesadilla para asistir a una cena en ese mexicano, donde el plato más servido era el insulto. El mismo día, un viernes, anularon la cita porque había sucedido «algo grave» y la pasaban al sábado, lo que me impedía acudir.

Al ver el ratón frito en un lavavajillas - no, no era ninguna especialidad - me estremecí y di gracias a que la invitación hubiera sido postergada.

Chicote lo hace de maravilla. Temo por su integridad. Alberto, cómprate una armadura.