Los afectados y la solidaridad

Los días de la angustia

11.30 h. JUEVES

11.30 h. JUEVES

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ
BARCELONA

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Es de suponer que Efi se habrá despertado esta mañana bastante más serena, que por fin esta noche -después de tanto insomnio- habrá podido conciliar el sueño. Es solo un suponer, porque la verdad es que ayer Efi era toda ella un manojo de nervios. Incluso después de que un representante del Ayuntamiento de Barcelona y los agentes judiciales que tenían orden de desahuciarla de su casa le aseguraran que no, que finalmente su familia podrá seguir viviendo en la misma vivienda, en el barrio de Ciutat Meridiana, a cambio de un alquiler.«Algo más tranquila sí estoy, aunque hasta que no hayamos firmado el acuerdo y sepamos con seguridad que todo está bien, no voy a hacerme ilusiones», argumentaba la mujer horas después de haber recibido la noticia.

Con el de ayer son ya cuatro los conatos de desalojo que esta nigeriana y su marido, Efosa, han conseguido eludir desde que en el 2010 comenzó su pesadilla por el impago de la hipoteca. Catalunya Caixa, el banco que les había concedido el préstamo -por el que llegaron a pagar una cuota de más de 1.500 euros mensuales-, inició entonces un proceso judicial de desahucio que finalmente, tras tantos días de angustia, puede estar en vías de resolución.

Pero Efi no se fía, bastante escarmentada está. Y por eso sigue apoyando a los vecinos que, como ella, están amenazados con perder sus hogares. Mientras la situación no quede clara, la pancarta que Efosa colgó en la ventana de su casa para denunciar el caso seguirá unos días más ahí y ambos continuarán participando en las movilizaciones que organiza la asociación 500x20, una entidad del distrito de Nou Barris adherida a la Plataforma d'Afectats per la Hipoteca (PAH).

«Me obligo a sonreír»

Aunque trata de sonreír (lo hace muy de vez en cuando y entonces su rostro se ilumina y sus labios carnosos se distienden), los grandes ojos oscuros de Efi tienen todavía un punto de amargura. La procesión va por dentro.«Me obligo a sonreír, ¿sabes?»,dice.«Hubo un día, no hace mucho, en que bajé la guardia y me eché a llorar, de impotencia o de cansancio, no sé... Me vio mi hijo mediano, que aunque es el más inquieto de los tres, es también el más sensible. El niño lloró conmigo y no quiero que vuelva a pasar por eso»,proclama.

Los niños -tres chicos de cinco, seis y ocho años- viven ajenos al drama. Saben, eso sí, que sus padres están los dos en paro, que el dinero en casa no llega casi nunca hasta final de mes y que a veces hay que acompañar a mamá a hacer cola en los servicios sociales. Pero Efi no ha querido hablarles nunca de la posibilidad de perder la casa.«Que sean felices mientras puedan»,opina.

Por eso, a diferencia de otros días, los chicos se quedaron ayer a comer en el colegio. «Como no sabíamos cómo iba a acabar lo del desalojo, hemos preferido mantenerlos alejados... Para ellos ha sido toda una fiesta. ¡Les encanta la comida del cole!», explica la madre. Los días previos a la ejecución hipotecaria han sido de muchos nervios en casa y el barrio estaba lleno de carteles de apoyo a la familia.«Supongo que algo se imaginan, pero he preferido no darles explicaciones», cuenta.

Un hogar humilde

El piso que Efi y Efosa comparten con sus tres hijos es sencillo: un entresuelo de dos habitaciones, baño, sala y cocina, situado en el número 67 de la calle de Perafita.«Dice el presidente de la asociación de vecinos que esta es probablemente la calle que ha sufrido más desahucios de toda España», comenta la mujer.«No sé si será cierto, pero la verdad es que podría asegurar que en cada bloque ha habido al menos uno»,afirma.

Como en muchas otras viviendas de esta zona -que durante muchos años se puso como ejemplo de la especulación urbanística de mediados de los años 60, un barrio de aluvión sin planeamiento ni infraestructuras-, la entrada a la casa de Efi y Efosa está precedida por un buen tramo de empinadas escaleras. La construcción se alinea, junto a otros dos bloques gemelos, en torno a una especie de patio interior donde, pese a lo tentador del lugar, se prohíbe de forma explícita jugar a pelota.

Los tres chicos se han criado en ese barrio, en esa casa.«La compramos cuando el mayor era un bebé de unos meses»,relata la madre. En aquella época, Efosa trabajaba en una fábrica de montaje de electrodomésticos.«Pero cuando nos dijeron a cuánto subía la hipoteca, me tuve que poner yo también a trabajar»,prosigue Efi, envuelta en una bufanda de tonos marrones que no se desanuda en los dos días que pasamos con ella.

El crudo invierno

Aunque no tienen trabajo y se ha agotado ya el subsidio de desempleo, aunque el invierno promete ser el más crudo de sus vidas porque posiblemente no habrá calefacción, Efi no concibe siquiera la posibilidad de marcharse del barrio.«Es una opción que no nos hemos planteado nunca y no puedo imaginar lo que eso supondría para mis hijos, que tienen aquí su vida, a sus amigos...», sostiene.

Pero ahora mismo, lo más inminente, y lo más urgente, es organizar el cumpleaños del mediano, que el domingo cumple siete.«No habrá muchos regalos, pero sí una pequeña celebración»,señala la madre. Está todo por hacer, porque la agenda de Efi en los últimos días ha estado muy apretada. Jueves por la tarde: participa, hasta pasadas las nueve de la noche, en una asamblea con una treintena de personas amenazadas de desahucio. Antes ha pasado un rato con los chicos, tratando de ayudarles con los deberes. «En castellano y catalán no les soy muy útil, pero intento echarles una mano», indica. Ella les habla en inglés (idioma oficial en Nigeria) y en su lengua materna, el ewu.

Viernes a primera hora, después de llevar temprano y a toda prisa a los niños al colegio: recibe el apoyo de medio centenar de personas que acuden a la puerta de su casa a evitar el desalojo (que finalmente no se produce). Ese mismo viernes, a media mañana: con el resto de congregados en la calle de Perafita y tras saber que salvan su casa, Efi y Efosa salen hacia Cerdanyola del Vallès para apoyar a Gilme, que se ha encadenado ante una sucursal del BBVA para reclamar que le sea concedida la dación en pago por su piso. Y aún el viernes, pero ya por la tarde: el grupo se suma a la marcha a pie desde la plaza Roja de Ciutat Meridiana, con pitos y cacerolas, para denunciar la situación de Nou Barris.

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