NUEVO SISTEMA DE COBRO en un innovador servicio público

Error con consecuencias

PAU NOY

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La responsable de economía del Ayuntamiento de Barcelona ha anunciado un aumento del 100% en las tarifas del Bicing, hasta situar el precio del abono anual en casi 100 euros. A modo de consuelo, lanzan la idea de unos nuevos abonos para 10, 50 y 100 viajes que no tienen descuento alguno. En el caso que el alcaldeTríasencuentre la mayoría que necesita en el pleno del consistorio, en pocas semanas los usuarios del Bicing verán doblados sus costes de funcionamiento.

Argumenta el portavoz municipal que tiene un gran déficit -del 75% en términos relativos-, superior al del sistema de transporte público que es de poco más de la mitad y que, como la tarifa es baja, tiene todavía un gran margen de recorrido, incluso para un aumento de tamaña magnitud.

Lo que el ayuntamiento no explica es que el Bicing no le ha costado hasta ahora un duro al contribuyente barcelonés, porque el déficit se ha cubierto con el excedente del área verde, un sistema que se nutre únicamente de lo que aportan los usuarios del vehículo privado, que pagan por el uso privativo del espacio público que hacen, pero no de los impuestos de los ciudadanos.

El ayuntamiento debería tener muy poderosas razones para explicar este exagerado aumento de tarifas de nuestro Bicing. Pero me temo que no es el caso. Vamos por partes. En primer lugar, debería explicar por qué el homónimo del abono del Bicing en Londres cuesta 55 euros al año, mientras que en el caso de Barcelona proponen elevar el precio hasta 97, casi el doble que el de la capital británica.

También deberían explicar por qué, en lugar de incrementar los ingresos a lo bestia, no se intenta reducir antes el coste del servicio por la vía de premiar a los usuarios que hacen un recorrido en el sentido mar-montaña, generando así un notable ahorro en el trajín de furgonetas cargando bicis de abajo a arriba.

Las consecuencias de esta impopular decisión serán de cuatro tipos:

• Un enfado monumental de los usuarios.

• Un gran trasvase de usuarios al transporte público, sobre todo al bus.

• Una drástica reducción de su número, por lo que no está claro que los ingresos mejoren de forma significativa.

• Un incremento importante del ciclista privado, el que no usa el Bicing. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que una bicicleta de segunda mano cuesta lo que un nuevo abono, unos 100 euros.

Hoy, el ayuntamiento ha de pagar por cada viaje en Bicing un euro al concesionario del servicio. Es la misma cantidad que Transports de Barcelona recibe por cada viajero. Pero si al ayuntamiento le salen las cuentas, a cada usuario del Bicing se destinará la mitad de la aportación que a uno que vaya en bus, a pesar de que sus emisiones son nulas, su gasto energético es cero y su contribución al sistema público de salud es muy alta. Estamos ante una subida de impredecibles repercusiones, por lo que es mejor que la idea no prospere y quede sobre la mesa.