50 años de las riadas

El diluvio del Vallès

ELENA PARREÑO / Barcelona

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Más de 600 muertos, barrios enteros desaparecidos, centenares de fábricas dañadas y más de 12.000 damnificados. El escenario no responde a los efectos de un tsunami en un país lejano sino a la peor catástrofe natural de la historia reciente de España:las riadas que el 25 de septiembre del 1962 devastaron todo lo que hallaron a su paso en algunas zonas delVallès. Se cumplen 50 años de la tragedia y aun hoy el número de víctimas es incierto: la cifra oficial quedó en 617 fallecidos, pero centenares de cuerpos desaparecieron bajo las aguas y nunca fueron encontrados, así que no se descarta que hubiera hasta mil muertos.

El desastre sigue grabado con fuerza en el recuerdo de los supervivientes que, medio siglo después, describen minuto a minuto aquella noche. Aunque elVallès Occidental fue la comarca más afectada, las inundaciones también golpearon elBarcelonès, elBaix Llobregaty elGarraf. Un alud de ruinas, cadáveres, barro y árboles llegó hastaSant Adrià del Besòs. Fue un episodio excepcional de lluvias; en algunos puntos cayeron unos200 litros por metro cuadradoen menos de tres horas. LosríosLlobregatyBesòscrecieron y también lasrierasde Les Arenes, enTerrassa, y la del Palau, enRubí, cauces que normalmente bajaban con poca agua y en cuyos márgenes se acumulaban centenares de viviendas. Las dos poblaciones más afectadas fueron Terrassa, con más de 300 muertos, y Rubí, con cerca de 300.

Elperiodista Jaume Valls Vila, autor del libro'La riuada de 1962', destaca que lo que más le sorprende es "la indiferencia oficial ante el alud migratorio que había duplicado la población de algunas ciudades". Centenares deinmigrantesprocedentes del sur de España habían llegado a Catalunya para trabajar en la industria textil, "basada entonces en una mano de obra barata", diceValls. Ellos fueron la mayoría de víctimas de aquellas inundaciones.

EL PERFIL DE LAS VÍCTIMAS

"En general, en un desastre mueren siempre los pobres; no hay justicia ni ante las catástrofes", diceCarles Carreras, catedrático de Geografía de la UB, que atribuye la responsabilidad del dramático episodio a los dirigentes políticos. "Había un gran déficit de vivienda y ningún control de las normas urbanísticas", afirma.

Y es que los habitantes de las orillas de las rieras habían construido sus propios hogares, en general casas hechas con material de derribo. "Levantaron barracas o casas muy precarias en terrenos que algunos propietarios vendieron en lugares inadecuados con total pasividad de la Administración", dice Valls.

El agua actuó por su cuenta, se adueñó de su cauce natural y barrió lo que encontró a su paso, con especial virulencia en los devastadosbarriosdeLes ArenesyEl Escardívol. "En toda la ribera mediterránea, el peligro de inundaciones catastróficas es constante. Cuando caen en una hora 100 litros por metro cuadrado, eso no hay quien lo canalice --dice Carreras--, pero aunque el peligro siempre existirá, si se construyen casas en las orillas, el río se las llevará". Era conocido el riesgo que conlleva vivir en los márgenes de un río, pero nadie esperaba una riada de tal magnitud.

DESASTRE BAJO EL FRANQUISMO

Las víctimas fueron protagonistas en el plano público en los días posteriores al diluvio. Hubo una gran repercusión mediática hasta que llegó elgeneral Franco, una semana después. La presión política, bajo la consigna de enterrar rápido los cadáveres y pasar página, provocó un proceso ineficaz de identificación de los cuerpos que contribuyó a la ausencia de cifras de muertos y desaparecidos, junto al hecho de que muchos ciudadanos no estaban censados. "La fiabilidad de las identificaciones fue muy escasa, los cadáveres eran llevados al cementerio de Terrassa o Rubí en función de donde fueran encontrados; se identificó muy ligeramente y el juez hizo la vista gorda", dice Valls.

Ante la realidad de un contexto sin libertad de expresión, hoy cobran relevancia las centenares de imágenes de archivo que fotógrafos de la zona realizaron durante y después de la catástrofe y que prueban cómo el régimen dictatorial dificultó una gestión organizada del desastre. El Ayuntamiento de Terrassa acoge laexposición'La riuada del 62 i els seus fotògrafs', cuyo comisario es Cristóbal Castro, con muchas imágenes inéditas. Lamuestrade Rubí,'La Nit tràgica. 50 anys dels aiguats al Vallès', está en el Museu Municipal.

"Una desgracia puede suceder, pero en este caso las causas y las consecuencias se deben a la dictadura. No se avisó a la población ni se actuó de forma organizada, la distribución de ayuda se hizo sin transparencia, prevalecieron las ayudas a las personas con poder, y los dirigentes y especuladores sociales no fueron procesados. Se pasó página muy rápido, pero en este aniversario podemos poner las cosas sobre la mesa", dice Valls.