LOS EFECTOS DE LA BURBUJA INMOBILIARIA

Cuando alquilar era de tontos

Ada Colau y Adrià Alemany, impulsores de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, relatan el conflicto de la vivienda en 'Vides hipotecades' H Instan a no dejarse intimidar por los bancos

Los autores 8 Colau y Alemany, el miércoles en la librería Catalònia, donde presentaron 'Vides hipotecades'.

Los autores 8 Colau y Alemany, el miércoles en la librería Catalònia, donde presentaron 'Vides hipotecades'.

TONI SUST
BARCELONA

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Pasó de repente: la gente comenzó a decir que alquilar un piso era tirar el dinero. Pagar toda la vida por algo que nunca sería de uno, qué estupidez. Alquilar era cosa de tontos pudiendo comprar un piso que con toda probabilidad subiría de precio (en cualquier caso, nunca bajaría). Si nada se torcía, con el tiempo cabría la posibilidad de venderlo para acceder a otro mejor gracias a un beneficio que no requería esfuerzo ni pericia. En definitiva, España se llenó de ciudadanos que se juzgaban potencialmente millonarios: si lo necesitaban, venderían su vivienda y nadarían en la abundancia. Incluso podrían volver a vivir de alquiler.

Pero este cuento se acabó. La burbuja inmobiliaria existía y se pinchó, y hoy aquel piso que podía doblar el precio no vale ni la mitad de lo que costó. Un detalle nimio al lado de la realidad de todos los que se han quedado sin vivienda y con la deuda al banco intacto. Su situación fue empeorando y al final generó una respuesta ciudadana. Hace tres años surgió la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que persigue frenar los desahucios y lograr que se regule la dación

en pago, vigente en algunos estados de EEUU y el Reino Unido, que permitiría a un propietario que no pueda asumir la hipoteca entregar su casa y dejar de pagar. Aquí la entrega no evita el pago de la deuda.

De toda esta historia, que subrayan que no ha terminado, han dado cuenta dos de los impulsores de la PAH, Ada Colau y Adrià Alemany, en el libro Vides hipotecades, subtitulado De la bombolla immobiliària al dret a l'habitatge. Colau y Alemany lo presentaron el miércoles como un repaso de lo sucedido, de sus causas y de consejos a quienes se encuentren con el drama de estar a punto de perder la vivienda.

«Cuando empezamos, creímos que encontraríamos a mucha gente cabreada. Y la encontramos deprimida», relató Colau. Y el primer paso, dice, es este: no caer en la debilidad, no dejar que una entidad bancaria la aproveche: «Es una situación muy grave, pero por dejar de pagar la hipoteca nadie va a la cárcel. Y antes que dejar de comer o de dejar de dar de comer a los hijos...». Y agrega: «¿Qué sociedad se puede mirar al espejo y no sentir vergüenza cuando ha inyectado dinero a unas entidades bancarias que están dejando en la calle a familias con niños?». Los autores señalan como responsables de la situación a los políticos, los representantes del mundo inmobiliario, las entidades bancarias y los medios de comunicación «convencionales», entre otros.

Padres y avalistas

Y dan cifras. Estas, por ejemplo: entre el 2007 y el tercer trimestre del 2011 ha habido 328.720 ejecuciones hipotecarias en España. En el 2011, cada día hubo 212. La mayoría afectan a primeras viviendas, y algunos a más de una (porque también los avalistas, a menudo padres y madres de avanzada edad, tienen que aportar sus viviendas, quizá pagadas 30 años antes). Alemany recordó ayer aquel momento en el que el alquiler empezó a cotizar a la baja. Lo atribuyó a la propagación masiva de mitos construidos sobre las virtudes de la propiedad.

En realidad, la tesis tenía décadas. Porque el libro explica que quizá todo empezó a torcerse decisivamente hace medio siglo, en pleno franquismo, con la frase de un ministro. En 1950, el 90% de la población de Barcelona y Madrid vivía de alquiler. En toda España, el 51%. «Queremos un país de propietarios, no de proletarios», dijo en 1957 el primer ministro de la Vivienda, José Luis Arrese. La frase marcó un cierto cambio, progresivo. Arrese, por cierto, mantenía tesis llamativas: «El hombre, cuando no tiene hogar, se apodera de la calle y, perseguido por su mal humor, deviene subversivo, agrio, violento». Si no tiene hogar de compra, se entiende. En 1981, la relación entre propietarios e inquilinos era ya de siete a tres. En el 2007 la proporción alcanzó su desequilibrio máximo: nueve propietarios por inquilino.

Colau calificó de «tomadura de pelo» el código de buenas prácticas del Gobierno del PP que prevé la dación en pago con unas condiciones que, según explica, dejan fuera al grueso de los afectados. Eso sí, recordó Alemany, la dación por parte de las promotoras no ha dejado de existir: si la empresa colapsaba respondía, y responde, con su patrimonio y después, a empezar de nuevo.

Los autores quieren que todo ciudadano tenga esta opción.