MAREA INDIGNADA

Familias contra el sistema

Más allá del baile de cifras habitual cuando se trata de manifestaciones, el movimiento del 15-M (tal vez ya el del 15-O) logró ayer un gran éxito al convocar a miles de personas en las principales ciudades españolas.

Unas vecinas observan el desarrollo de la manifestación desde un balcón de su domicilio en la calle de Aragó de Barcelona.

Unas vecinas observan el desarrollo de la manifestación desde un balcón de su domicilio en la calle de Aragó de Barcelona.

TONI SUST / ALBA CASANOVAS
BARCELONA

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Prueba superada de forma indiscutible. El 15-O barcelonés triunfó ayer con tanta rotundidad como calma, sin incidentes que deslucieran la protesta y con una audiencia extensa y variada, con muchas familias y muchos ciudadanos que quizá no trabajan en un hospital que reduce su presupuesto, pero que sintieron que debían hacer acto de presencia en la manifestación.

La guerra de cifras queda en un relativo segundo plano a la vista del éxito de la convocatoria. Pero la hay, como siempre. La Conselleria d'Interior cifró la asistencia en unas 60.000 personas. Portavoces de los organizadores aseguraron que entre 250.000 y 350.000 personas salieron a la calle. En todo caso, acudió mucha gente, de lo que da fe que cuando los primeros manifestantes ya estaban en el Arc de Triomf, final del recorrido, todavía había gente cerca de la plaza de Catalunya, el punto de inicio. La batalla de la asistencia la ganaron los indignados, disipando las dudas sobre si podían haber perdido el fuelle atesorado antes del mes de agosto.

Pero también fue una relativa victoria el carácter familiar de la marcha, la sensación de que no solo se sumaron a la cita los incondicionales. Alberto Martínez, por ejemplo, fue con su familia. Sus dos hijos, de 23 y 25 años y sin trabajo, fueron por su lado. Él, de 59 años, prejubilado a los 52, acudió con su mujer. Martínez está contenidamente cabreado: «El mío es el único salario que entra en casa. Lo que nos ha llevado aquí es que la situación nos afecta. Nunca pensé que podría estar peor que mi padre. Pero por lo que no paso es porque mis hijos estén peor que yo». Junto a él, abundante presencia de padres con niños y ancianos.

ESPERA CREATIVA/ La aglomeración impidió inicialmente que la marcha transcurriera a buen ritmo. Pero la espera, que llegó a ser de horas para algunos de los congregados en la plaza de Catalunya, más que nervios trajo imaginación. En la plaza y durante el recorrido se crearon corros de manifestantes que, con una simple pero concisa frase, explicaban ideas para hacer realidad el cambio global que piden. «Cambiar el sistema financiero» y «volver a los orígenes de la transparencia y la participación democrática» fueron las más repetidas. La reivindicación social también abarrotó las calles de pancartas que complementaron a la oficial,De la indignación a la acción, nuestras vidas o sus beneficios,comoReapropiémonos de nuestras vidas. Entre las que se vieron más figuró la que rezabaYo también estaba en el Parlament, en solidaridad con los detenidos el 15 de junio, cuando los indignados cercaron la Cámara catalana para intentar evitar la entrada de los diputados.

La tranquilidad de la marcha tan solo fue aparcada unos instantes para dos grandes pitadas. La primera, ante la Bolsa de Barcelona, uno de los lugares que los indignados prefieren como símbolo de todo lo que rechazan. Más adelante, el segundo gran abucheo, incluso más intenso que el anterior, se produjo ante la sede de la Conselleria d'Interior, que rige una de las figuras más denostadas por el 15-M barcelonés, Felip Puig. Furgonetas de los Mossos aparcadas ante la sede blindaban su acceso. Por si acaso, la policía autonómica cortó la calle de la Diputació.

SANIDAD, EDUCACIÓN, VIVIENDA / Al final, la manifestación generó otras tres protestas más ligadas con los integrantes habituales y más movilizados del 15-M. Mientras muchas familias se iban a casa, visiblemente satisfechas, los indignados instaron a desgajar la marcha en tres partes. Una, dedicada a la vivienda, acabó en la ocupación de un bloque vacío en Nou Barris, en la calle de Almagro, con el objetivo de que el inmueble acoja a deshauciados de sus viviendas. Unas 1.000 personas acudieron a protestar por el recorte sanitario ante el Hospital del Mar, mientras otro grupo se desplazaba a la facultad de la UB en el Raval, que ya fue ocupada el viernes.