Reacciones ante la precariedad

De la exclusión a la explosión

Los recortes y las embestidas de la crisis amenazan la cohesión social y alimentan el debate en torno al riesgo de conflictos violentos

Protesta de empleados del Hospital Dos de Maig de Barcelona contra los recortes, en abril.

Protesta de empleados del Hospital Dos de Maig de Barcelona contra los recortes, en abril.

TONI SUST / JOSEP SAURÍ
BARCELONA

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recortes de servicios y de ayudas sociales, agotamiento de los subsidios de los parados de larga duración, desahucios en cadena, índices de pobreza desbocados... El embate de la crisis no cesa y las alarmas del Estado del bienestar suenan con estrépito. Los tiempos son duros y las perspectivas a corto y medio plazo no solo no son mejores, sino que es de temer que la situación se degrade. Aun con matices, la mayor parte de las voces consultadas por este diario -representantes del Govern, de entidades sociales, del mundo académico, de sindicatos y de la patronal- coinciden en este diagnóstico. Así las cosas, cabe preguntarse si hay riesgo de que se produzca una explosión social en Catalunya.

Teresa Crespo, presidenta de Entitats Catalanes d'Acció Social (ECAS) y asesora delpresidentArtur Mas sobre políticas sociales, advirtió días atrás de ese peligro. Lo hizo al presentar el informe de la federación -que agrupa a unas 80 entidades- sobre el futuro de la renta mínima de inserción (RMI), cuya revisión se ha convertido este verano en el emblema del debate sobre las prestaciones sociales en tiempos de escasez. Le respondió elconsellerde Economia, Andreu Mas-Colell,

reclamando «prudencia» y rechazando el alarmismo. Crespo, a quien su doble condición de presidenta de ECAS y del Consell Assessor de Polítiques Socials i Familiars de la Generalitat ha llevado a encontrarse en una posición algo incómoda, subraya que en ningún momento se proponía alarmar a nadie. E insiste en que emitió su diagnóstico como representante de las entidades, y en que fueron varias las asociaciones consultadas para la elaboración del informe -que aboga por nuevas ayudas para quienes se queden fuera de la RMI- que expresaron su preocupación por el cariz que están tomando las cosas.

LOS TEMORES / «El sentimiento generalizado entre las entidades es que actúan como muro de contención, pero temen que llegue un momento en que la demanda no se pueda cubrir. Esta sensación genera inseguridad y miedo de que todo empeore aún más y pueda haber una ruptura social», dice Crespo. Pero esa ruptura, argumenta, no tiene por qué traducirse en violencia.

Por su parte, Mas-Colell reitera el llamamiento a no abrazar el pesimismo extremo y asegura que la intervención pública no decaerá: «El Govern tiene que hacer la labor que le corresponde para conseguir que del impacto de esta crisis quede protegido lo que es esencial del Estado del bienestar. Los ciudadanos saben por experiencia propia que el momento es muy complicado y que el Govern tiene que tomar decisiones difíciles». En cuanto a los riesgos, el conselleragrega: «En Catalunya puede pasar lo mismo que puede pasar en otros países de Europa. A lo largo de su historia, nuestra sociedad ha tenido que vivir situaciones extremadamente complicadas y hemos salido adelante. Ahora no es diferente».

LOS CANDIDATOS / Aurora Huerga, secretaria de política social de CCOO en Catalunya, cree que una explosión social es posible por la gran cantidad de gente que se va quedando sin trabajo y, después, sin subsidio de paro y sin ayudas. «¿De qué vivirán? Sí, son candidatos a protagonizar un estallido social», afirma Huerga, quien sin embargo también se esfuerza por eludir el alarmismo y dice no prever violencia en las calles.

Porque ¿de qué hablamos cuando hablamos de explosión social? Para Miquel Àngel Escobar, portavoz de la UGT, la sociedad catalana está «en estado de choque», viviendo un «duelo» por la prosperidad pasada, incluso por parte de quienes ya entonces se apretaban el cinturón. Y la ruptura social, a su juicio, es tener que asistir a cómo una generación de jóvenes formada se ve abocada a la emigración. Ada Colau, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, es en cambio quien apunta más abiertamente al peligro de una escalada violenta: «La explosión social ya se está produciendo. Los desahucios están dejando a la gente sin casa, sin empleo y endeudada; es decir, irremisiblemente condenada a la exclusión social. Hagan lo que hagan, estas personas no se recuperarán jamás, siempre serán pobres y siempre serán morosas. Así se crea el caldo de cultivo de una situación muy peligrosa, porque no tendrán nada que perder. Y cuando ya no puedan dar de comer a sus hijos, no creo que se queden con los brazos cruzados».

LONDRES, ATENAS Y EL 15-M / ¿Asistiremos, pues, a escenas de violencia como las vividas recientemente en Londres o en Atenas? El antropólogo Manuel Delgado lo ve «difícil, aunque no faltan los motivos». En su opinión, en Catalunya no puede haber revueltas como las que se desatan en las periferias de las metrópolis francesas, británicas o de EEUU, porque aquí «se han aplicado políticas de dispersión de la pobreza y no existen núcleos de población marginal que puedan convertirse en bolsas de resistencia».

Otra cosa son los «actos de rebeldía de sectores muy politizados de la izquierda, procedentes de las clases medias». Eso es, dice Delgado,lo que ha ocurrido en Grecia, «una revuelta urbana clásica». Y ese ha sido también el origen del 15-M, «un gran invento: apropiaciones de los espacios públicos insolentes pero pacíficas». La clave del éxito, a su juicio, es que canalizar el descontento sin ceder a pulsiones violentas se ha revelado más eficaz. «El 15-M ha descubierto que sale más a cuenta no romper cosas, porque eso da más legitimidad ante la opinión pública, permite atraer a buena parte de la izquierda clásica y, sobre todo, descoloca al poder. Las autoridades están acostumbradas a dialogar mediante la violencia. Por eso se han empeñado en hacer lo posible para que se cumpla su propia profecía de que el movimiento es violento; si no, no saben cómo afrontarlo», concluye.

LOS COLCHONES / «Quien participa en una explosión social lo hace porque considera al poder deslegitimado. Estamos muy lejos de eso. Aquí no hay un problema de legitimidad institucional, como sí pasa en Grecia, sino una crisis. Grave, pero que no nos sacará a la calle a apedrear escaparates y robar en las tiendas del paseo de Gràcia», sostiene por su parte el sociólogo Salvador Cardús. «No sé qué pasará dentro de seis meses, pero de momento mi impresión es que el colchón familiar funciona, que la economía sumergida también sigue amortiguando, y ahora mismo estoy en la calle y veo todas las cafeterías llenas. A esta sociedad aún le queda un margen para aguantar una situación de recesión», añade.

A todo ello, la receta de la patronal es un cambio de mentalidad. «Todos vamos a tener que funcionar con menos recursos y más precariedad. De hecho, ya es así», afirma el presidente de Foment del Treball, Joaquim Gay de Montellà, quien tampoco cree que las dificultades acaben generando un estallido social.