VIVENCIAS RELIGIOSAS

Una gran iglesia llamada Madrid

Los peregrinos acuden en masa a la catequesis y, en menor medida, a los confesionarios en busca de perdón

Colas 8 Peregrinos ante la catedral madrileña de La Almudena, ayer.

Colas 8 Peregrinos ante la catedral madrileña de La Almudena, ayer.

A. M. Y.
MADRID

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Muchos peregrinos pasaron ayer el día en los únicos actos religiosos previstos: la catequesis de los obispos y la petición de perdón ante alguno de los 200 confesionarios dispuestos en el Retiro. Organizados por grupos lingüísticos, los peregrinos tuvieron sesiones con obispos de todo el mundo en iglesias, polideportivos y colegios.«Te ofrecen distintas propuestas y eliges. Te cuentan lo mismo que va a decir el Papa: la defensa del derecho a la vida, la aplicación de la teología a la vida cotidiana»,comentan Bibiana Santa Cruz, boliviana, y Nacho Vargas, mexicano, a la salida de las catequesis impartidas en las céntricas iglesias del Carmen y de San Ginés por los obispos de Pamplona, Fernando Sebastián, y de Santander, Vicente Jiménez.

Además de para rezar, los templos están abiertos todos estos días a los peregrinos para refugiarse del calor, beber agua o descansar.«Los jóvenes cantan, meditan sobre el mensaje recibido. Su respuesta es impresionante, con el mejor espíritu, con mucha alegría, compartiendo la fe y disfrutando de la catequesis»,describe Juana López, coordinadora de voluntarios de la parroquia del Santísimo Sacramento, a menos de 200 metros del Retiro. A los dos lados de los confesionarios, en las 68 casetas de la feria del libro, sacerdotes, monjas y seglares pugnan por atraer la atención de los peregrinos para lograr nuevas vocaciones o invitarles a aprovechar la ocasión para quedar limpios de pecado.

«Es una experiencia inédita, interesante, única»,dice Christopher, estadounidense de 26 años, tras confesar sus pecados,«ninguno gravísimo»,en uno de los 200 vanguardistas confesionarios. Más de un millar de personas, según datos oficiales, siguieron sus pasos a lo largo de la mañana ante alguno de los 4.000 sacerdotes que se turnan para impartir el sacramento.«La mayoría son jóvenes, pero también vienen mujeres de edad»,explica Irene Peralta, voluntaria barcelonesa del movimiento Christifideles Laici que, junto a varias compañeras, reparte folletos con instrucciones para hacer un buen examen de conciencia. También indican la carpa, a cargo de las seguidoras de Teresa de Calcuta, ubicada al final, donde está expuesto el Santísimo y se puede cumplir la penitencia.

Confesionario para el Papa

Cerca de la improvisada capilla, dotada de aire acondicionado, uno de los confesionarios, el número 2, espera vacío que lo ocupe el viernes Benedicto XVI.«Me animé al verlos en televisión. Es distinto», dice Luisa, madrileña de 56 años, que solicitó un confesor no muy joven.«Mi principal problema es el sexo. Pero quiero volver a estar en gracia. Confesarme al aire libre y en Madrid es una pasada, y un alivio», afirma Joao, de Río de Janeiro.