Un verano conflictivo

Lloret, el día...

El alcalde y los vecinos culpan al sector del ocio nocturno de frustrar los esfuerzos para convertir la ciudad en un destino turístico familiar y deportivo

Grupos de turistas pasean, ayer, por Just Marlés, la avenida de la marcha nocturna.

Grupos de turistas pasean, ayer, por Just Marlés, la avenida de la marcha nocturna.

F COSCULLUELA / R. MUXACH
LLORET DE MAR

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Cientos de turistas llenan las calles comerciales del centro de Lloret de Mar (Selva). Tiendas, bazares, restaurantes y bares están a rebosar. En el paseo marítimo, bañistas y paseantes disfrutan de la soleada mañana de agosto. Escenas idílicas que esconden otra realidad que disgusta al alcalde, Romà Codina (CiU), y a la mayoría de vecinos. Todos coinciden en que ha llegado el momento de decir «basta» y de «reconducir» los problemas que genera la zona de ocio nocturno. El último incidente tuvo lugar en la madrugada del domingo, cuando 400 jóvenes se enfrentaron a los Mossos y a la Policía Local. Los agentes tuvieron que realizar una carga para disolver el tumulto, con pelotas de goma incluidas.

Lloret lleva años haciendo grandes esfuerzos para corregir su estigma y dejar de lado las nefastas consecuencias del turismo de borrachera, que es pan para hoy y hambre para mañana. Se han cerrado hoteles y locales de baja calidad; se han construido equipamientos culturales y deportivos; se han aprobado estrictas ordenanzas cívicas, y se ha apostado por potenciar el turismo familiar, deportivo y de negocios. Pero por lo que se ha podido comprobar este verano, no ha sido suficiente. Hay quien dice que la proliferación de hoteles que ofrecen el todo incluido, cuya oferta ha crecido un 30% este año, no ayuda a las mejoras.

VENTA DE ALCOHOL A MENORES / «Hay un sector de la noche que trabaja bien, pero no tengo claro que todos lo hagan igual de bien. Se están haciendo cosas mal, de lo contrario no hubiéramos tenido que abrir unas cuantas actas por venta de alcohol a menores en lo que llevamos de verano», advirtió ayer el alcalde. Codina quiere poner freno «a esostoursde pub en pub que se hacen (promocionados por operadores turístico en los países de origen de los jóvenes visitantes), y que son muchas veces el germen de los altercados».

El alcalde también propone avanzar el horario de cierre de bares y discotecas, vetar la prostitución en la calle y prohibir que se pueda dormir en el coche para quitarse de encima «un determinado turismo del sur de Francia que no es nada deseable». Su objetivo es hacer compatible el ocio nocturno con el resto de los segmentos turísticos. Un propósito que comparten la mayoría de vecinos.

«Entro a trabajar a las seis de la mañana. Y en verano voy con miedo porque en la calle me encuentro de todo. Voy deprisa y no me paro nunca para que no se metan conmigo». Esta mujer de mediana edad no quiere dar su nombre porque trabaja en un centro de jubilados municipal, situado en el centro de la población, hace ocho años que vive en la ciudad y considera que la convivencia «está empeorando».

No es la única. Anna, de 30 años, es lloretense de toda la vida y trabaja en un establecimiento de comestibles próximo. «La gente de Lloret no se atreve a salir por el centro a partir de las nueve de la noche. Solo hay turistas, muchos bebidos, y pasar por allí es un riesgo. Entro a trabajar a las ocho, y a esa hora la gente que sale de marcha ya no está por la calle. Lo único que encontramos es el rastro que dejan: basura, vómitos y meados», lamenta.

PROSTITUCIÓN Y VIOLENCIA / La prostitución callejera es un problema que se ha sumado al rosario de incidentes de este verano. Cerca de la tienda en la que trabaja Anna han tenido que cerrar las puertas de los cuartos de las basura del edificio Sant Jordi (que dan a la calle) porque una prostituta nigeriana los utilizaba para hacer sus servicios. «Esto es Lloret», resume Anna. Además de la prostitución y los excesos del ocio nocturno, la ciudad vivió en julio el asesinato de un adolescente de Lloret. Se sospecha que fue apuñalado por unos franceses de origen magrebí.

«Son la tercera generación de inmigrantes de origen argelino que viven en Francia. Muchos son de Marsella y están acostumbrados a meterse en todo tipo de problemas. Son peligrosos y acostumbran a ir armados. Este año se han visto por aquí más que nunca», explicá Abdalá, un marroquí que lleva 30 años en Lloret y que trabaja de cocinero.