Generación Tahrir
Que la política recupere su verdadero sentido
Álvaro Alsina
Estudiante de cine. Acampado en la plaza de Catalunya.
Estudiante de cine. Acampado en la plaza de Catalunya.
Álvaro Alsina
Algo ha empezado. Debemos saber qué es, y hacia dónde va. Estamos indignados. Estamos hartos de la clase política. Pero tenemos que ser conscientes de que el auténtico problema de nuestro tiempo es una crisis de valores. El valor primario es lo material, y rige nuestras vidas de forma dictatorial. Sufrimos cadenas como la necesidad de integrarnos en el mercado laboral sin que importe si realmente nos gusta aquello que hacemos. Cadenas como las hipotecas, como la idiotización progresiva de la juventud, la falta de reflexión y ser fácilmente víctimas de una vida gris. No tiene ningún sentido querer cambiar los bancos, cambiar a los políticos, cambiar la sociedad, si no podemos librarnos de estas cadenas. No hay (r)evolución si no se empieza desde dentro de uno mismo.
Estamos intentando cambiar nuestro mundo, y la única manera que tenemos de imaginar cosas que aún no existen son los símbolos. No despreciemos el valor simbólico de lo que estamos haciendo los ciudadanos estos días. El pragmatismo y huir de la reflexión son características fundamentales de este sistema. Si no podemos ver lo que está ocurriendo más allá de lo pragmático, estaremos sembrando en el terreno del capitalismo que nos ha llevado al punto en que nos encontramos.
Es evidente que necesitamos tomar decisiones, emprender acciones visibles, organizar el día a día de esta odisea que empezamos ahora, saber con certeza adónde se dirige el movimiento que hemos iniciado. Pero esto debe ir precedido de una profunda reflexión sobre cuál es nuestro rol en este momento social. Esta debe ser la función de lo que estamos haciendo. Que la política recupere su verdadero sentido, que los ciudadanos puedan hablar de lo que les afecta en lugares públicos, que no haya leyes que pasen por encima de lo que debería ser el auténtico objetivo de la política: organizarse de una forma justa y participativa. No podemos ser testigos de un cambio. Debemos ser parte de ese cambio, su motor, y debe ser un cambio como no se ha visto en décadas.
No podemos olvidar los valores que deben mover ese cambio. Un cambio sin valores no aportará nada nuevo, cuando lo hay que cambiar es una sociedad con valores cada día mas alejados de las personas y mas cerca de los grandes intereses económicos.
¡Con valor, fe y resistencia saldremos adelante!
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