lacra social

¿Pude evitar el crimen?

Bomberos emocionales 8 Barudy y Nuño, de Exil, oenegé que ayuda a familiares de víctimas del machismo.

Bomberos emocionales 8 Barudy y Nuño, de Exil, oenegé que ayuda a familiares de víctimas del machismo.

EVA PERUGA
BARCELONA

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Un domingo por la tarde suena el móvil. Ariadna Nuño ya lo sabe. Otro caso de violencia machista se ha llevado por delante la vida de una mujer. Esta psicóloga canadiense se pone en marcha. Forma parte de un equipo de intervención rápida de 11 personas, psiquiatras, neuropsiquiatras, psicólogos y trabajadores sociales de la oenegé Exil que, desde el 2000, se han convertido en los bomberos emocionales de los casos de violencia machista en Catalunya. El chileno Jorge Barudy, neuropsiquiatra, pone el marco: «El daño causado por otro ser humano se define como una atrocidad. Es diferente al ocurrido durante una catástrofe natural».

Este equipo de emergencia actúa solo si la familia lo acepta. Tras el circuito que empieza con la comunicación de la muerte por parte de los Mossos al Institut Català de les Dones, este activa el servicio y lo declara disponible. Si el ayuntamiento y la familia afectados dan el , los equipos se presentan lo antes posible. No quieren testigos, como periodistas, que diluyan o distorsionen el mensaje y el objetivo de su labor. Tampoco quieren que este reportaje lleve nombres propios ni casos concretos.

Sentimientos de culpa

El salón de algún familiar con una foto de la víctima será probablemente el lugar donde los padres o los hermanos de la fallecida recibirán el primer acompañamiento del equipo, de una o dos personas. Nuño y Barudy conocen su objetivo: «Desculpabilizar a los miembros de la familia y a los amigos que han requerido la ayuda». Entre llantos por la pérdida, sentimientos de culpa y desconcierto, las familias comparten una preocupación: los niños. Son lo primero. «Quieren ayudar a acompañar a los niños. No saben cómo hacerlo porque están desbordados», señala la psicóloga de Exil. Pone como ejemplo a un niño de entre ocho y nueve años. «En la familia no hay consenso sobre cómo y qué se le dice. Nosotros creemos que hay que darle una narración única de los hechos y lo más cercana posible a la verdad», añade Nuño.

Como caso peliagudo, Barudy recuerda el de un crío que dio la llave a su padre para entrar en la casa. Luego sucedió lo que sucedió. O a veces, insiste Barudy, «los niños son los únicos que conocían el maltrato», de ahí la culpabilidad sentida por ellos. Como nota al margen, este experto se queja de que «no se considera un impacto estar expuesto a la violencia». Exil también actúa en las escuelas, preparando a los compañeros y a los maestros que acogerán a los hijos de mujeres asesinadas.

Pero allí, en esa primera sesión de urgencia que durará todo el día, y que se repetirá solo una o dos veces más, el equipo de emergencia hace curas decisivas y prácticas. Para un profano, imaginar esa escena es difícil. Una escena donde el diálogo y la búsqueda de apoyo se abren paso entre el descontrol emocional tras un acto de suma violencia. «La empatía», convienen ambos, vehicula su trabajo y las respuestas a las preguntas que más habitualmente hacen familiares y amigos. ¿Cómo ha sucedido? ¿Por qué? ¿Cómo vamos a superarlo? ¿Cómo vamos a poder ser de nuevo una familia normal? ¿Qué podríamos haber hecho?

Esta última, una de las preguntas que más oprimen esas cabezas y esos corazones en estado de «sideración», según el término que usan los profesionales, o de conmoción, según todos nosotros. «La reacción y las respuestas dependen de cada uno. Varían si han sido testigos directos, si habrían podido ayudar a la víctima», enumera Barudy. En ese juego oculto de culpas, el agresor pinta más bien poco.

Abiertos al apoyo

«El hecho es que, cuando nos vamos después de la primera entrevista, están más predispuestos al apoyo», apunta Nuño, quien destaca que ese es uno de sus éxitos puesto que han logrado infundir en los familiares, víctimas también, la idea de que «merecen beneficiarse de una ayuda específica para vivencias traumáticas». Hay situaciones paradójicas. En uno de los casos de asesinato de este año en Catalunya, fue la empresa en la que trabajaba la víctima desde hacía años la primera en pedir ayuda. «Una empresa pequeña, con un director sensible que aceptó la intervención del equipo y cerrar un día», explica la especialista de Exil.

¿Qué hizo el equipo de expertos con los compañeros? «Darles herramientas para comprender por qué ella se quedaba con su pareja». «Bastantes sabían que su compañera no estaba a gusto con su pareja. Se sentían culpables por la impotencia», recuerda Nuño. ¿Hicieron algo? «Sí, decidieron establecer grupos para acompañar a los familiares durante las semanas posteriores al asesinato». Esas semanas en las que todo el mundo se ha marchado y los familiares y los amigos de la mujer asesinada se quedan solos. El equipo de emergencia ya no está. Es de emergencia. Con suerte, siguen los especialistas locales. Y muchos se preguntan aún: ¿Pude hacer algo?