LA EXPERIENCIA DE LAS SESIONES DE PREVENCIÓN EN INSTITUTOS

Los adolescentes perpetúan las actitudes propias del machismo

Nerea -a la derecha- y Laura imparten el taller contra la violencia machista en un instituto de Mollet, el martes.

Nerea -a la derecha- y Laura imparten el taller contra la violencia machista en un instituto de Mollet, el martes.

FIDEL MASREAL
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Ana, te vas mucho con el amigo ese, no me gusta... y luego me vienes detrás. Ya no te quiero, vete a la mierda». «Es solo un amigo, me lo han puesto de repaso de mates en casa». «Sí, sí. ¡A ver qué te repasa a ti! Te llevas muy bien con él y no me vale que me digas que es maricón. ¡Déjalo, no hables más con él o te dejo yo!». Cinco días más tarde: «Ana, no puedo estar sin ti». «Yo tampoco». Y chico y chica se funden en un abrazo.

La escena la improvisaron el martes dos estudiantes de tercero de ESO de un instituto de Mollet (Vallès Oriental) y forma parte de uno de los ejercicios prácticos del taller de prevención del machismo Talla amb els mals rotllos, que promueve el Institut Català de les Dones desde el 2005. Más de 26.000 alumnos han recibido estas charlas en 1.200 sesiones de cuatro horas de duración.

Las dos jóvenes que impartían el taller, Laura y Nerea, expusieron una conclusión al resto de los 28 chavales: «La escena que hemos visto es exactamente el ciclo de la violencia: tensión que estalla, arrepentimiento y luna de miel. Hemos de definir qué es violencia porque de lo contrario actuaremos con normalidad ante ella». Laura subraya que cuando se repita el «vete a la mierda» en el seno de la pareja, se va a convertir en una situación normal.

En el taller, los jóvenes deben decidir si tener celos es una demostración de amor, si es bueno dar el móvil a la pareja si esta pide ver los mensajes o si es aceptable la expresión «te mereces una bofetada». En este último caso, la mayoría de los alumnos rechazan la frase, pero tres chicos dudan y uno está de acuerdo. «Es como decir 'vaya tontería, te mereces una colleja'», argumenta. «Pero ¿cómo crees que se siente la persona a la que se lo dices?», le pregunta Nerea. «Humillada», responde. «¿Existe un desequilibrio, una relación de poder?», insiste la monitora. «Es solamente una expresión, tampoco es que lo vayas a hacer; yo muchas veces lo digo», alega el chaval.

«TE MERECES UNA BOFETADA» / Tras el taller, Laura y Nerea comentan que en otras sesiones varios chicos y chicas aceptan la expresión «te mereces una bofetada», y frases como «la mujer tienen un talento natural para las tareas domésticas» son aceptadas por más de la mitad del aula. Ambas creen que «se ha avanzado en lo políticamente correcto pero la base del machismo está todavía bien arraigada». Ya en el 2007 un estudio de la Generalitat constató que los chavales de 14 a 18 años veían el machismo como algo positivo en una relación. Es evidente que cuesta avanzar.

En Tamaia, entidad de apoyo a las víctimas, Raquel Escurriol y Elisa Vela, que también imparten talleres, creen que a los alumnos todavía les cuesta identificar las agresiones sutiles y los límites personales. «Los jóvenes hoy lo tienen más complicado que generaciones anteriores porque el discurso de la igualdad está tan insertado que no les deja ver la violencia entre ellos, y esta se normaliza bajo el discurso oficial de la igualdad», afirma Escurriol. «La violencia va de menos a más y no existe un perfil de agresor ni de víctima, porque podemos ser todos», concluye Nerea ante los alumnos. Ese es uno de los pocos momentos en los que se hace el silencio en clase.