El Estado y la Iglesia

Recuerdos y olvidos en la visita papal

El Papa saluda a través de la ventanilla del avión que le devolvió a Roma.

El Papa saluda a través de la ventanilla del avión que le devolvió a Roma.

Antonio Papell

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Benedicto XVIno ha viajado a España para mejorar las relaciones entre la Iglesia católica y el Estado español, sino en inflamada misión adoctrinadora y dispuesto a dejar claro su anatema contra un Gobierno que, a su juicio, es anticlerical y culpable de un «desencuentro» causado por un «laicismo agresivo» similar al «de los años 30». Esta evidencia se desprende del hecho de que estas opiniones belicosas fueran vertidas en el avión que lo llevaba a Santiago de Compostela, primera escala de su viaje, antes por tanto de que tuviera ocasión de constatar el recibimiento que se le deparaba.

No hace falta un gran esfuerzo intelectual para entender que la evocación de lo ocurrido en la década de los 30 entre la Iglesia y la República española está por completo fuera de lugar, no solo porque esta democracia española, fundada sobre una sociedad madura y pacífica, se parece bien poco a la de antaño, cuarteada por radicalismos de toda índole, sino también porque la Iglesia de entonces, dispuesta a contemporizar con el nazismo y con el fascismo, tiene también pocas concomitancias con la actual. En cualquier caso, resulta chocante esta memoria selectiva que recuerda la etapa republicana pero olvida los 40 años de connivencia entre la cruz y la espada ensangrentada de la dictadura franquista.

Hay además otros olvidos a la hora de enclavar el aquí y el ahora que contribuyen a proporcionar una visión sesgada de la realidad: aunque muchos querríamos que las religiones salieran del ámbito público para que tomase auténtica encarnadura la aconfesionalidad real del Estado, como la Constitución exige, la realidad es que precisamente la actual mayoría política socialista ha consolidado un sistema de financiación generoso de la Iglesia católica, que se añade a otras aportaciones que por muy diversos conceptos realiza el Estado a la curia. Un total de casi 6.000 millones de euros al año.

Primacía de la ley civil

El tono, en fin, de la visita de Benedicto XVI, cuya disposición intelectual se desprende del hecho de haber dirigido el Santo Oficio -la antigua Inquisición- antes de llegar al papado, revela que la jerarquía católica nunca cederá a la idea, irrenunciable para la democracia, de que la ley civil, que organiza racionalmente la convivencia, no va a ir a remolque de la verdad supuestamente revelada de religión alguna. Y este Papa, como la mayoría de sus predecesores, no solo quiere lo que es de Dios sino también, en buena parte, lo que es del césar.