Convención de la ONU sobre Biodiversidad

193 países se comprometen a preteger el 17% de las áreas terrestres del planeta

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La décima Convención de la ONU sobre Biodiversidad (COP10) ha concluido en la ciudad japonesa de Nagoya con un acuerdo que, entre otros aspectos, llama a los 193 países participantes a proteger el 17% de las áreas terrestres y el 10% de las áreas marinas del planeta de aquí al año 2020.

El acuerdo, pese a la vaguedad que suele acompañar a estos tratados, sin compromisos vinculantes, fue saludado como un éxito por todas las delegaciones e incluso, con matices, por las ONG ambientalistas.

Satisfacción ecologista

Actualmente están protegidas el 13% de las tierras emergidas y el 1% de los mares, por lo que el objetivo no es sencillo. Sin embargo, ¿realmente es una meta asumible? "Sí se puede --ha declarado a la agencia France Presse el presidente de la ONG Conservation International, Russell Mittermeier--. Las áreas protegidas, cualquiera que sea su naturaleza, son la mejor herramienta que tenemos hasta la fecha para proteger la diversidad de la vida. Incluso si no es una decisión jurídicamente vinculante, el mensaje enviado a todos los países es que se debe hacer algo más".

"El protocolo de Nagoya es un logro histórico", ha dicho Jim Leape, director general de WWF International.

Todos, salvo Estados Unidos

Los países participantes en la cumbre, con la única y muy notable ausencia de EEUU, que nunca ha ratificado el Convenio sobre Diversidad Biológica aprobado en la cumbre de Río de 1992, han adoptado en Nagoya un plan estratégico de 20 puntos que se debe cumplir en el 2020 si se quiere frenar la alarmante tasa de pérdida de especies.

El encuentro se alargó varias horas más de lo previsto, hasta la madrugada en Japón, entre intensos debates para acercar posturas.

El protocolo también busca gestionar el acceso y el uso de los recursos genéticos, "un material hereditario con valor económico, científico y social", como subraya la ONU. El problema es que los países con mayor biodiversidad, muchos de ellos en el mundo en desarrollo, a menudo tienen dificultades para mantener esa riqueza. 

Se trata, dice el acuerdo, de impulsar medidas para que sean capaces de preservarla.

Los países firmantes tienen dos años para planificar cómo piensan alcanzar los objetivos. Aunque la transferencia económica del Norte al Sur vuelve a ser el elemento clave, los detalles financieros se dejaron para próximas cumbres.