La celebración

En recuerdo del abuelo

EDWIN WINKELS
BARCELONA

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Seguramente, algún día asistirá a la entrega del premio que lleva el nombre de su abuelo. Y le explicarán, cuando tenga la edad para comprenderlo, quién era ese hombre del que ha heredado tanto el nombre como el primer apellido, igual que su padre. Nunca lo conocerá en persona, pero le explicarán tantas cosas que será como si ese abuelo hubiera mecido su cuna. Aquel día, verá muchísima gente importante que se reunirá con admiración y nostalgia en torno a la foto del abuelo en blanco y negro. Y escuchará su nombre, una y otra vez. Ayer fue aún demasiado pronto. El pequeño Antonio Asensio Salazar nació pocas horas antes de que en el Palau de la Música se entregara a Ignacio Ramonet el octavo premio de periodismo que lleva el nombre de su abuelo.

¿Casualidad? Tal vez una de esas«pequeñas cosas»bellas e importantes en la vida a las que cantaba Sole Giménez en el arranque del acto. El padre del recién nacido, Antonio Asensio Mosbah, presidente del Grupo Zeta, lógicamente no pudo asistir a la entrega del premio. Estaba siendo muy feliz con su mujer, Irene, y su primer hijo. El auditorio se lo perdonó con un aplauso, y Juan Llopart, presidente de la comisión ejecutiva del Grupo Zeta, que le suplió, vaticinó que el recién nacido será muy pronto socio del Barça.

Tal vez algún día el pequeño Antonio Asensio, tercera generación, se dedicará al periodismo, como el abuelo, aunque la profesión, como subrayó el galardonado, atraviesa momentos inciertos y críticos. Pero en noches como las de ayer dan ganas de serlo, viendo que aún existen periodistas de la talla de Ramonet. El gallego afrancesado quiso recibir con toda la modestia el premio, recordando la lucha del periodismo de calidad para sobrevivir en un mundo de noticias cada vez más fugaces.

Escuchaba su breve discurso un auditorio entregado, habituado a lidiar con periodistas tan pesados como imprescindibles, observadores críticos del poder a la vez que transmisores del mensaje de ese mismo poder. Estaba el presidente de la Generalitat, José Montilla, junto con los ministros de Defensa, Carme Chacón, y de Educación, Ángel Gabilondo, y el ya exministro Celestino Corbacho; el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu; elconseller de Cultura i Mitjans de Comunicació, Joan Manuel Tresserras; los convergentes Artur Mas y Xavier Trias, y una larguísima lista de presidentes y directores de grandes empresas con sede o delegación en Catalunya. Y, por supuesto, la familia Asensio, encabezada por la viuda, madre y abuela de los tres Antonios, Chantal Mosbah, que como francesa de origen debía de apreciar especialmente un premio para un hombre que ha labrado su carrera periodística y lucha social desde París.

Después de los discursos, la cantante Sole Giménez, acompañada por el pianista José Reinoso, quiso homenajear a Ramonet ya no con una canción de Joan Manuel Serrat sino con el himnoLa vie en rose,de Edith Piaf. Aunque rosa no es precisamente el color en que Ignacio Ramonet ve el mundo. Recordando grandes canciones francesas, el periodista se siente más identificado con elMourir pour les idées,de Georges Brassens:«Muramos por las ideas, más de muerte lenta».Ideas que, con un prestigioso premio para reforzar su categoría y valentía, seguirá defendiendo a partir de hoy mismo.