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La Trinca como terapia

Actores y enfermos mentales comparten escenario en un musical en Mataró

Sobre el escenario Un momento del ensayo del musical, el pasado jueves en Mataró.

Sobre el escenario Un momento del ensayo del musical, el pasado jueves en Mataró.

FEDE CEDÓ
MATARÓ

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El acaudalado Barón de Bidet lega todos sus bienes a Mercè y Martí, dos humildes fruteros que deberán pasar numerosas vicisitudes para acceder a la inmensa fortuna. Es una parte del hilo argumental del primer musical basado en canciones de La Trinca, Mentre hi hagi peles, que se estrenará el próximo 3 de octubre en Mataró con una particularidad, que los protagonistas son enfermos mentales que comparten escena con actores profesionales.

Primer Fila es precisamente el nombre del programa de inserción comunitaria que dirige el educador Òscar Constantí, que ha necesitado dos años de ensayos para componer una compañía teatral insólita, un elenco que reúne a un centenar de personas «en un musical inédito sobre La Trinca» y que surgió con la idea de avanzar en la terapia de los 40 actores procedentes de varios centros de salud mental. «Es una terapia de rehabilitación con mayúsculas -sentencia Constantí- en la que enfermos mentales se mezclan con actores profesionales y aficionados, músicos, cantantes y coros» para ofrecer un producto musical «de gran calidad».

Colaboraciones de altura

«Nada hubiera sido posible -insisten los protagonistas- sin las colaboraciones de altura» como la clase magistral que Vicky Peña y Mont Plans impartieron a los noveles, la explicación sobre La Trinca que dio Miquel Àngel Pascual, las clases de voz de la cantante Nina y el saber estar sobre un escenario que les enseño la actriz Imma Colomer. También conocieron las fórmulas para ensayar que les avanzó Boris Ruiz, los consejos de la directora Gloria Rognoni, aprendieron de las participaciones esporádicas de actores como Joan Crosas. La Sala Cabañes de Mataró, por su parte, ha cedido el teatro, los técnicos, varios actores de refuerzo y los coros dirigidos por Narcís Perich e incluso el ilustrador Miguel Gallardo, que se encargó de diseñar el cartel.

«Todos hacemos terapia, incluso los espectadores», detalla el director, que sugiere como ejemplo la canción A collir pebrots en la que las actrices noveles se han esforzado para acentuar su feminidad y sensualidad frente al impulso seductor y adulador de los actores. «Un ejemplo de terapia de expresión corporal» que ayuda a evitar la pasividad a la que menudo se agarran los enfermos mentales.

En este sentido, adquiere gran importancia que los usuarios de centros mentales accedan a un escenario. «Ellos se nutren del deseo que les transmiten los espectadores y los profesionales que les ayudan», desvela Constantí en un intento de rechazo a la estigmatización a la que se somete a este colectivo. Gracias al teatro, asegura, «avanzan, trabajan la memorización, la expresión corporal, la percepción musical y la percepción visual siguiendo al director».

Tal es el volumen que adquiere el musical, cuyos derechos han sido cedidos gratuitamente por La Trinca, que ha enganchado a afamados protagonistas de la escena nacional. Así, Raúl Moreno, el primer actor, se vanagloria de compartir escenario con Mont Plans, la famosa actriz de El cor de la ciutat, que rehúsa toda calificación morbosa: «que los espectadores no esperen ver a aquellos pobrecitos cantando» sino una obra de gran calidad en la que «yo espero no hacer el ridículo".

Es, en resumen, lo que ansía el elenco amateur al completo. Y se muestran orgullosos e implicados. Por ejemplo Raquel, que ha dejado de fumar para no entorpecer, así, los ensayos. Y Jordi, que muestra una fotografía que se hizo con la cantante Nina y desgrana una anécdota: en su pueblo dijeron que le tenían «envidia» y es la primera vez que alguien siente envidia de él «por algo».