ANÁLISIS

El gasto educativo y las piedras en el zapato

Xavier Bonal

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La nueva edición del Panorama de la Educación de la OCDE abunda en el análisis del gasto educativo. Una noticia positiva y destacable que contiene el informe es el hecho de que España se vaya acercando progresivamente en algunos indicadores a las medias de los países de la OCDE. El gasto público se sitúa ya por encima del 5% del PIB (acercándose un poco más al históricamente reivindicado 6%), la educación ocupa un lugar destacable en las prioridades de gasto público (13% del gasto público total, cercano a la media de la OCDE), y aunque en menor proporción que en otros países, la inversión en educación es rentable tanto desde un punto de vista individual como social. Esta lectura optimista contrasta con indicadores que siguen reflejando problemas estructurales del sistema educativo. Entre ellos, el bajo número de graduados en formación profesional, el todavía escaso número de titulados con educación posobligatoria (a pesar de una tendencia al alza positiva), la subocupación del 40% de titulados con educación superior -realiza un trabajo inferior a su preparación académica- o el abandono educativo prematuro.

Es posible que la mejora de algunos de estos datos sea simplemente una cuestión de tiempo. Así, por ejemplo, la paulatina desaparición de la generación menos formada elevará el nivel educativo medio de la población. Sin embargo, en otros capítulos, tampoco el esfuerzo económico sostenido consigue traducirse en políticas educativas efectivas, sea para aumentar los niveles educativos de grado medio o para evitar el abandono escolar (un 27% en enseñanza posobligatoria sigue siendo excesivo).

A pesar de que el informe de la OCDE no evalúa los sistemas educativos subestatales, sabemos por otros informes que en Catalunya la situación no solo no es mejor que en el resto del Estado, sino que en algunos terrenos es sustancialmente peor. El último Anuario de la Educación, de la Fundació Jaume Bofill, por ejemplo, destacó que el esfuerzo público educativo está más de un punto por debajo del conjunto de España, y que el abandono escolar se sitúa en el 34,1%.

Es casi irónico pensar que algunas de estas cifras mejoren en los próximos años como consecuencia de la crisis, que aumenta la demanda educativa y convierte a la inversión educativa en una alternativa de futuro defensiva respecto al desempleo. Sin embargo, el verdadero salto de calidad pasa por incentivar la demanda educativa en los niveles posobligatorios o, lo que es lo mismo, por conseguir que participen más (y permanezcan más) en la educación los colectivos que menos lo hacen. Políticas hay para ello (como las becas), pero desgraciadamente, y especialmente en Catalunya, no constan hasta el momento como prioridades de la política educativa.