SALUD

Sanidad veta la venta de bollería industrial en los coles españoles

ANTONIO M. YAGÜE
MADRID

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cerco a los productos poco saludables a fin de combatir la obesidad que afecta a uno de cada cuatro menores de 12 años. Con este objetivo, el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas que no habían tomado medidas de ningún tipo asumirán una norma, que ya se aplica desde hace tiempo en Catalunya, que prohibirá la venta de alimentos con un alto contenido en ácidos grasos saturados y  trans, sal y azúcares, «ya sea mediante máquinas expendedoras o en cantinas, bares o locales similares situados en el interior de los centros escolares». El veto supone el destierro de los productos de bollería, refrescos, caramelos, golosinas, polos, sorbetes, chocolates y aperitivos salados. La Conselleria de Salut impulsó una medida similar a finales del 2007, suscribiendo un acuerdo con la Associació Catalana de Vending, que distribuye comida en los centros.

La futura norma también propone impedir la instalación de máquinas en zonas donde puedan tener acceso a ellas los alumnos de educación infantil, primaria y especial, y eliminar la publicidad de las máquinas expendedoras, «para evitar el efecto inductor que esta pueda tener sobre los escolares, condicionando la selección de determinados alimentos y bebidas».

POCO RECOMENDABLES  Los autores del «documento de consenso», en el que han participado representantes de las comunidades autónomas y de las sociedades científicas, y al que ha tenido acceso EL PERIÓDICO, justifican la prohibición con que «hay que limitar a un consumo ocasional determinados alimentos y bebidas que, cuando se ingieren en exceso, son consideradas poco recomendables por su elevada densidad energética, gran cantidad de sal y, al mismo tiempo, bajo aporte de fibra, proteínas, vitaminas y minerales».

El proyecto, sujeto a variaciones de última hora por las presiones de la industria alimentaria, establece que los escolares solo podrán adquirir agua, lácteos, zumos sin azúcares añadidos, cereales, frutos secos sin tostar ni freír, leche y helados elaborados con ella, y sándwiches, bocadillos y productos de panadería, a base preferiblemente de pan integral.

MENOS CARNE Y PRECOCINADOS  El plan hace una serie de recomendaciones para los menús que cada día consumen más de 700.000 niños en 12.000 colegios. Por ejemplo, propone que la duración de la comida no sea nunca inferior a los 30 minutos, que se incluya siempre pan, que se beba solo agua, que se sirvan «crudas» hortalizas y verduras, y que no se coma más de una vez por semana productos cárnicos (como salchichas,  hamburguesas y albóndigas) y precocinados (canelones, croquetas, empanadillas o pizzas). Su frecuencia máxima debe ser tres veces al mes.

También propone el uso de la «sal yodada» y del «aceite de oliva virgen» para aliñar la comida y defiende el consumo de fruta fresca frente a los zumos y almíbares, así como el consumo de yogures frente a productos lácteos como el flan y las natillas.

Anfabra, la asociación que agrupa a la industria de refrescos, aseguró ayer que la presencia de estas bebidas en centros escolares «no es representativa» en España. Señaló que el número de máquinas  es «insignificante» y que la industria se ha comprometido públicamente a mantener esta situación. El sector alega que los refrescos no son la causa de la obesidad, ya que solo suponen el 1% del total de las calorías diarias que ingieren los niños y adolescentes españoles. «La obesidad está causada por múltiples factores. Se quiere desviar la atención del problema real», denunció.