RELIGIÓN

El Papa pide perdón por primera vez por los casos de pederastia

EL PERIÓDICO
SÍDNEY

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Son solo palabras, pero una cosa es reconocer que se siente vergüenza y otra pedir perdón. Tras años de prudencia en torno a los miles de escándalos sexuales que han salpicado a la Iglesia católica durante los últimos años, e incluso de tolerancia con los encubridores de los abusos a menores, el Papa se mostró ayer más enérgico que nunca en la condena a los curas pederastas.

El cambio de actitud del Vaticano sobre tan espinoso asunto comenzó a vislumbrarse el pasado abril, durante la visita del Pontífice a Estados Unidos. Sin embargo, Benedicto XVI se limitó entonces a decir que sentía una "profunda vergüenza". Esta vez, en la misa celebrada en la catedral de Santa María de Sídney con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, Joseph Ratzinger fue más allá. "Siento profundamente el dolor que las víctimas han padecido --declaró--. Como su pastor, comparto ese sufrimiento". Aun así, quienes padecieron los abusos sexuales perpetrados en Australia, un país en el que 107 sacerdotes han sido condenados por este delito, tacharon el gesto de insuficiente y vacío.

TRAICIÓN A LA CONFIANZA

Aunque justo antes de llegar a Sídney Benedicto XVI anunció que pediría per-

dón por los abusos sexuales, sus palabras de ayer sorprendieron por una intensidad no conocida. Lejos de quedarse en una petición de disculpas ya de por sí reseñable, el Pontífice exigió que los culpables de los delitos fueran juzgados y condenados por los tribunales, algo que tampoco dijo en Estados Unidos. "Me gustaría detenerme para reconocer la vergüenza que todos nosotros tenemos que sentir como resultado de los abusos sexuales a menores cometidos por algunos sacerdotes y religiosos en este país --afirmó el Papa ante la jerarquía del clero australiano--. Esas fechorías, que constituyen una traición a la confianza y han causado un gran daño al testimonio de la Iglesia, merecen una condena inequívoca. Las víctimas deben recibir compasión y cuidado y los responsables de tales males deben ser llevados ante la justicia. Siento profundamente el dolor que las víctimas han padecido". Nunca antes se había escuchado ni a este ni a ningún Papa anterior unas disculpas tan inequívocas como las ofrecidas en la catedral de Sídney.

ACTOS, NO PALABRAS

Sin embargo, pese a lo histórico de las palabras papales, Anthony Foster, padre de dos niñas violadas por un sacerdote de Melbourne --Emma, que se suicidó a principios de este año, y Katherine, que sufría alcoholismo y tuvo un accidente que le dejó una grave minusvalía física y mental--, dijo que "unas disculpas tan remotas están a años luz del valor que tendría una petición de perdón directa y personal". Porque Foster, en rigor, no escuchó las disculpas de Benedicto XVI. Como el resto de las víctimas de los curas pederastas, tuvo que conformarse con estar fuera de la catedral de Sídney, donde también se concentraron cerca de 1.000 manifestantes contrarios a Ratzinger, que se besaron entre sí, gritaron "¡el Papa está equivocado!" y lanzaron al aire cientos de condones inflados.

Entre las 3.400 personas que atendieron a la misa de ayer, por tanto, no había ninguna persona que hubiese denunciado abusos sexuales a manos de sacerdotes católicos. "Si pides perdón a una víctima, lo haces directamente, le dices que lo sientes y buscas medidas para ayudarle", declaró a Efe Chris McIsaac, presidente de Broken Rites (Ritos Rotos, en castellano), una asociación que esperaba del Papa "actos" y no "solo palabras". De acuerdo con McIsaac, varias víctimas de curas pederastas ha-

bían pedido una audiencia con el Pontífice que no les fue concedida. El pasado abril, en la sede de la nunciatura en Washington, Benedicto XVI sí se reunió con quienes habían sufrido los abusos sexuales de sacerdotes norteamericanos. El Pontífice definió entonces el encuentro como "muy emotivo".