Un libro aporta pruebas de que Bell robó el invento del teléfono

MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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Una de las teorías que ponen en duda el hecho de que Alexander Graham Bell pueda ser considerado el inventor del teléfono sugiere que la oficina de patentes de Estados Unidos fue el escenario de una delicada conspiración para favorecerle. Era el año 1876 y con pocas, muy pocas horas de diferencia --hay quienes dicen que solo una--, dos hombres presentaron en Washington sus respectivas fórmulas para hacer posible la transmisión eléctrica de la voz humana, principio rector de la comunicación telefónica. Uno era Bell, estadounidense de origen escocés. El otro era Elisha Gray, nacido en Barnesville, Ohio, maestro electricista.

La oficina de patentes acabó zanjando el asunto a favor de Bell con el argumento de que había registrado antes su invento. La escabrosa pelea legal que desató su rival se resolvió dos años más tarde, con una sentencia del Tribunal Supremo a favor del escocés. Desde entonces han pasado más de 130 años, pero el tiempo no ha logrado borrar las dudas sobre la paternidad del invento. Al contrario. Un libro escrito por el periodista estadounidense Seth Shulman está a punto de hurgar en la herida: aporta pruebas de que Bell robó la idea.

BORRACHO Y CÓMPLICE

La teoría que sostiene que Gray fue víctima de una conspiración tiene su asidero en las maquinaciones urdidas en los pasillos de la oficina de patentes el 14 de febrero de 1876, día en que ambos científicos presentaron sus proyectos. Los detalles de la conjura fueron desgranados por Edward Evenson en The telephone patent conspiracy of 1876 (La conspiración de la patente del teléfono de 1876), texto que apunta a los dos abogados de Bell, Anthony Pollok y Marcellus Bailey, como cerebros de la trama, y al borrachín Zenas Wilber, un funcionario de dicha oficina, como cómplice.

En resumen, Evenson sostiene que el expediente de Gray llegó antes a la oficina de patentes, aunque Pollok y Bailey se las arreglaron para que el proyecto de Bell fuera examinado primero. Pero lo que verdaderamente pudo derivar en un reparto injusto de la gloria fue, si lo que dice Evenson es cierto, el trabajo oscuro de Wilber, quien facilitó a los abogados los datos del documento de Gray que faltaban en el de Bell.

DATOS SOSPECHOSOS

El libro de Shulman, The telephone gambit (La táctica del teléfono), se basa en las notas de laboratorio de Bell, que su familia protegió celosamente durante años y que solo en 1999 se hicieron públicas. Los apuntes recogen los problemas a los que se enfrentaba Bell a principios de 1876 y muestran que halló definitivamente el camino tras reunirse con sus abogados en Washington, al parecer después de que estos hubieran recibido la información confidencial de manos de Wilber. El diagrama con el que Bell describió el feliz cambio de ruta era prácticamente idéntico a uno que Gray había incluido en su proyecto.

Shulman se apoya además en una serie de cuestiones que siempre han reforzado las sospechas: que algunos puntos capitales del dosier de Bell estaban escritos o dibujados con lá-

piz en los márgenes; que el escocés nacionalizado estadounidense solía ponerse muy nervioso cuando expo-

nía su proyecto en presencia de Gray; que se distanció rápidamente de la empresa que se dedicó a explotar el invento utilizando su nombre.

El libro se publicará en enero.