Los jóvenes adictos al 'botellón' semanal se duplican en 6 años

ANTONIO M. YAGÜE / MADRID

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El fenómeno del botellón cobra cada vez más protagonismo entre los adolescentes españoles. Un estudio de la Obra Social de La Caixa con la participación de expertos de universidades y otras entidades advierte de que en apenas seis años se ha duplicado el número de los chicos que lo practican semanalmente. En la actualidad, el 12,3% de los menores de 18 años beben en las calles o parques todos los fines de semana frente al 6,1% que lo hacía en el 2002.

Eusebio Megías, coordinador de la investigación, que maneja diversos estudios y encuestas desde hace 15 años, precisó que no está aumentado el número de adolescentes que participan en el fenómeno, sino la frecuencia con la que se reúnen para beber. La cifra de jóvenes que alguna vez han participado en un botellón sigue estando algo por debajo de la mitad de dicha población y se mantiene estable.

Los jóvenes lo justifican en la calidad y el precio de la bebida, aunque reconocen que en el fondo responde a la necesidad de vincularse con un grupo en un espacio propio donde el mundo adulto queda arrinconado. "Beber es un provocación controlada de los adolescentes, una escenificación de un conflicto generacional. Antes se expresaba en política y ahora se ha derivado al ocio", indicó Megías, director técnico de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y exdirector general del Plan Nacional Sobre Drogas.

El análisis también resalta que el 94% de los adolescentes dicen que comprar alcohol es fácil y el 80% se ha iniciado en el consumo antes de los 18 años, a pesar de que la venta a menores es ilegal. Para los expertos, esta situación exige un debate colectivo en el que participen las administraciones, la industria, los educadores y la sociedad.

PADRES PASOTAS

Los autores del informe cargan las tintas sobre el hecho de que el consumo de alcohol no es un tema sobre el que se eduque en las familias. La mayoría de los padres saben que sus hijos adolescentes beben, pero rechazan abordar el problema en casa y miran hacia otro lado. Aunque reconocen que se trata de un fenómeno extendido, evitan tratarlo con sus vástagos por considerarlo precipitado y cuando lo hacen es inútil porque ya es demasiado tarde. Incluso hay progenitores que asumen como inevitable que los menores beban como parte de un proceso de maduración.

El estudio deja una puerta abierta a la esperanza, ya que ha aparecido una tendencia minoritaria entre los adolescentes donde el consumo de alcohol en exceso se considera un síntoma de inmadurez.