El dalái lama defiende que los niños reciban educación laica en valores

JORDI CASABELLA / BARCELONA

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Tenzin Gyatso, de 72 años, el XIV dalái-lama, tomó partido ayer sin proponérselo en el pulso que el episcopado español le ha echado al Gobierno a cuenta de la enseñanza de principios y valores éticos en la escuela a través de la nueva materia de Educación para la Ciudadanía. Nada más llegar a Barcelona para iniciar una visita de tres días, el líder del budismo tibetano y premio Nobel de la Paz en 1989, defendió que la manera más adecuada de promover los valores humanos y cultivar "el buen corazón" en los niños es inculcando esas enseñanzas en el sistema educativo laico, sin intervención de las creencias religiosas.

Las palabras del líder espiritual cobran aún mayor relevancia tratándose de un amigo de la Iglesia católica, un monje que, como recordó, tiene entre sus prioridades la búsqueda de "la armonía entre las religiones" y que ha mantenido y conserva estrechas relaciones con los dos últimos Papas. Prueba de que hace buenas migas con la jerarquía católica es que durante su estancia será recibido por el arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, miembro del comité ejecutivo de dirección del episcopado sublevado.

MISIÓN PÉRDIDA

Adornado con su perenne sonrisa, explicó en el salón de un hotel que olía a incienso que, a su juicio, los males de Occidente, "y no solo de Occidente", guardan relación con la obsesión por los valores materiales. "En el mundo moderno no se presta atención a la promoción del desarrollo de un corazón cálido. Antes era una misión de la religión y la familia, pero con la pérdida de influencia de ambas, ha declinado", constató.

La realidad exige pues "encontrar otra fórmula útil de promocionar los valores humanos", a los que también llamó "valores laicos". Y es ahí donde apuesta por aparcar las distintas religiones y dar ese papel a la escuela. ¿Por qué? Porque se trata de valores que son "algo natural en los seres humanos. Para estar satisfechos necesitamos afecto desde niños. Los niños que reciben más cariño son más felices de mayores", razonó. Enseñar a dar afecto, argumentó, no tiene que ver con la fe religiosa, "es más básico y primario".

El dalái-lama también llamó a conservar la propia identidad, y por lo tanto la fe espiritual consustancial a la cultura de la que se procede. La apelación resulta chocante, al menos a la vista de que es de esperar que un dirigente espiritual barra para casa y haga proselitismo adonde va, siquiera subliminal, de las ventajas de su credo. No fue el caso.

Tras poner a todas las creencias en plano de igualdad, admitió que el budismo era algo ajeno a la tradición occidental y que, en consecuencia, "es mejor" que cada uno permanezca fiel a sus propias tradiciones. O sea, en nuestro caso, al cristianismo. En ese aspecto concedió la razón al Papa, enfrascado en la lucha por el reconocimiento por escrito de las raíces cristianas de Europa por parte de sus países miembros.