El único toro catalán de Osborne resiste en pie solo una semana

JOSEP SALLENT / EL BRUC

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El último intento de reintroducir en los paisajes de Catalunya el viril, popular y también discutido toro de Osborne ha durado una semana. La empresa levantó a finales de julio junto a la A-2, en el término municipal de El Bruc (Anoia), una nueva copia del archiconocido diseño que Manolo Prieto creó en 1956. La última versión fue derribada en julio del 2005. La penúltima fue mutilada en junio del 2003. La antepenúltima, en octubre del 2002... Si acaso, este último ataque tiene como singularidad lo poco que ha resistido en pie la figura. El jueves estaba intacta. Ayer, no. A través de un comunicado, un grupo que se da a conocer como Germandat Catalana La Bandera Negra justificó el sabotaje por su propósito de "limpiar la sagrada montaña de Montserrat de la inmundicia cornuda española que pretendía ensuciarla".

Hay en toda España unos 90 toros de Osborne. Ninguno ahora en Catalunya. Hubo uno años atrás en La Jonquera. En julio del 2005, de forma inesperada, en una tala árboles fue encontrado otro escondido cerca de Tortosa del que ya nadie se acordaba. Sobrevivió intacto pocos días. El del Bruc, por decirlo de algún modo, es el último mohicano de los toros de carretera catalanes. Su situación, en la carretera que une Barcelona con Madrid, tiene mucho de simbólico. De ahí que el pulso entre los detractores de tan español diseño y la destilería no parece que haya terminado.

"Nuestra compañía no va a renunciar a que el toro permanezca allí", explicó ayer un portavoz de Osborne. "Cuando el servicio que tenemos de mantenimiento de los toros decida instalar uno nuevo, lo hará sin reparos", dijo. No son baratos (el precio exacto no lo tenía a mano ayer el portavoz) y mucho menos manejables, pues pesan 4.000 kilos y miden 14 metros de altura, pero la empresa descarta hacer de Catalunya una excepción. "No queremos hacer valoraciones políticas. Sabemos que la figura del toro, que es nuestra marca comercial, goza de unas connotaciones que son compartidas por la mayoría de las personas de este país, aunque por otras no. Eso no significa que estas últimas tengan derecho a tirarlo al suelo", añadió.

La promesa del misterioso grupo saboteador es precisamente esa. "Cada vez que un símbolo español sea alzado, será abatido sin contemplaciones por los patriotas catalanes". El comunicado tenía más párrafos de exaltación de la gesta realizada, pero tal vez resulte más interesante conocer aquí la opinión de los vecinos del toro.

LA ALCALDESA NO OPINA

La de la alcaldesa de El Bruc, Maria Josep Aubarell, de ERC, fue imposible de obtener. Esquivó ayer todas las llamadas. Sus conciudadanos se mostraron más sueltos a la hora de hablar, mayoritariamente para rechazar la presencia del toro.

"A mí me molesta, la verdad, aunque hay gente que ya está acostumbrada". Esta es la opinión de Pere Redón. Miquel Enrique, sin contener la risa, fue más directo: "No me gusta el vandalismo, pero me parece bien que lo hayan aserrado". Argar Jorba también estaba de su parte: "No quiero que el toro esté ni en nuestro pueblo, ni más arriba ni más abajo. Es una figura de clara simbología española y anticatalana".

¿Pero es que nadie se ha encariñado con el astado? Sí. A Roser Castellet, la figura del toro bravo no le supone ninguna molestia: "A mí lo que me ha indicado siempre, cuando voy por la carretera, es que llego a casa". Por eso, por esa función de GPSmade in Spain, está "cansada" de tantas apariciones y desapariciones de la figura.