Si yo quiero, no te quiere

Urge establecer un protocolo riguroso de estudio para la detección del síndrome de alienación parental

ARANTXA Coca / PSICÒLOGA / DOMÈNEC Luengo / PSICÒLEG

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La sentencia de un juzgado de Manresa que retira a una mujer la custodia de su hija por enemistarla con el padre ha abierto un debate entre juristas y profesionales de la salud. Los autores del libro Hijos manipulados tras la separación (Viena Ediciones) desvelan en este artículo las claves del síndrome de alienación parental, un proceso con consecuencias nefastas para el menor.

Los hijos han sido a lo largo de la historia, en múltiples ocasiones, moneda de cambio en las relaciones de familia y de pareja, por tanto no es ninguna novedad decir que la manipulación de los menores ha existido siempre. Sin embargo, no toda manipulación puede considerarse una forma de maltrato psicológico, a no ser que sea reincidente o exageradamente intensa, lo que conlleva consecuencias muy negativas para el bienestar emocional presente y futuro de los hijos. En este marco, la alienación parental debe ser considerada una manipulación reiterada de los pensamientos, emociones y vivencias de los menores y, por tanto, una forma de maltrato psicológico.

La alienación parental es un proceso de programación mental mediante el cual un padre trata de predisponer afectivamente a los hijos en contra del otro progenitor. Tiene diversos grados de intensidad, aunque la forma más grave, conocida como síndrome de alienación parental (SAP), da lugar a la exclusión de uno de los progenitores del campo afectivo de sus hijos con el agravante de que esa exclusión la ejecuta el propio hijo.

SE TRATA

DEun hijo manipulado durante un largo tiempo en el que han existido mensajes verbales y no verbales que le transmitían siempre lo mismo: "No se te permite querer a tu padre o madre". Este proceso de inculcación se beneficia de la mente inmadura del menor, del prolongado contacto que tiene con el padre alienador y de que este sea una figura de referencia básica en la vida del niño.

Uno de los síntomas más claros de la alienación parental es lo que se denomina adultización del niño: el menor, aún a su corta edad, es capaz de hablar de leyes, hipotecas, nóminas, amantes, etcétera. Por eso, entendemos que en la alienación parental el niño tiene un "pensamiento prestado" por un adulto que contempla como intención ser el único punto referencial básico de la vida del pequeño.

¿Y qué lleva a un padre a alienar a su hijo? La respuesta es compleja y casi nunca obedece a una sola causa, puesto que muchas veces sobre un determinado perfil de personalidad proclive a alienar pueden solaparse venganzas, desprecios, beneficios materiales o sencillamente la necesidad de ser vencedor en un litigio de separación.

Pero ¿es posible cambiar los sentimientos hacia una persona hasta ahora querida? La respuesta no puede ser otra que sí: la experiencia del ser humano es subjetiva y por ello capaz de ser influida y condicionada por nuevas circunstancias. Asimismo, ¿es posible la reversibilidad de un niño que ha aprendido a odiar a su padre? En efecto, reparar la percepción afectiva del menor hacia alguien es posible, pero para ello deben darse algunos requisitos: el inmediato cese de la influencia alienadora y una ayuda técnica en los nuevos reencuentros entre hijo alienado y padre excluido.

Sin duda, la mayor dificultad se encuentra en establecer formas con las que pueda garantizarse la interrupción de la acción maltratadora del progenitor hacia el hijo. ¿Es suficiente una declaración de intenciones por parte del alienador de corregir su actitud? ¿Es posible cambiar un esquema mental determinado dentro del ambiente que lo instauró? La diversidad de respuestas divide a los expertos y los empuja a posicionarse en enfoques de intervención que van de la amonestación a la parte alienadora al cambio de custodia temporal del hijo, pasando por la mediación familiar con las tres partes afectadas (alienador, hijos alienados, padre excluido).

PERO ¿A

CASOalguna de las medidas de intervención que se puedan proponer es menos dolorosa para un hijo que se niega a relacionarse con uno de sus progenitores y que está íntimamente ligado al otro? Debiéramos entender y asumir que el dolor del hijo existirá en menor o mayor grado en cualquiera de las resoluciones propuestas, pero que dicho mal es cualitativa y cuantitativamente inferior que al que está sujeto como hijo alienado.

Si algo deja de manifiesto el SAP es el desconcierto y desconocimiento generalizado sobre este tema existente en las instituciones y profesionales de la salud y la necesidad imperiosa de establecer un protocolo riguroso de estudio para la detección y el diagnóstico de este transtorno en sus diversos grados, así como las consecuentes medidas paliativas para cada uno de ellos.

Con la alienación parental la comunidad científica tiene un tema pendiente y debe ponerse lo antes posible a recordar y/o revisar las necesidades emocionales de un niño, los derechos que se derivan de ellos y los obstáculos o formas de maltrato que impiden desarrollarlos. Y la justicia deberá ponerse de acuerdo en la aplicación de las medidas penales pertinentes para proteger la integridad psicológica del menor, aunque muchas veces implique, como en el caso de la alienación parental, protegerle de sus propios padres.