Los Mossos pierden la figura del 'major' con el retiro de Joan Unió

MAYKA NAVARRO / BARCELONA

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El jefe máximo de los Mossos d'Esquadra durante los últimos 13 años Joan Unió, puede que sea un perfecto desconocido para la mayor parte de los ciudadanos. Pero bajo su mando, el cuerpo de la policía autónómica catalana ha crecido --comenzó con 1.534 mossos-- y ha alcanzado la madurez --son ya 12.000--. Se va Unió, y con él incluso el cargo que ocupa, el de major. Ha sobrevivido a dos presidents, Jordi Pujol y Pasqual Maragall, y a cuatro consellers, Maria Eugènia Cuenca, Xavier Pomés, Núria de Gispert y Montserrat Tura. Se despide, pues, un personaje que, aunque poco conocido, ha sido clave en la historia reciente de Catalunya.

El viernes pasado, en una cena con amigos, el exconseller Pomés se tomó unos minutos para calcular en cifras el peso que suponía la figura de major. Unos miles más, unos miles menos, concluyó que en 13 años Unió ha recibido en su móvil medio millón de partes policiales.

Hombre de pueblo, de Paüls (Baix Ebre), maestro de escuela y miembro del Cuerpo Nacional de la Policía 22 años, ha liderado la creación de una nueva policía, con los recelos que la iniciativa despertó en Madrid. Solo en ese contexto adverso se entiende que haya sobrevivido el carácter afable, y erróneamente tildado por algunos de débil, de Unió.

No ha sido fácil. El major ha sido la válvula de presión que unió a los políticos con los policías. Muchas decisiones no fueron entendidas entre su plantilla que le acusaron de ceder al poder político y defender poco sus intereses. Él asegura que ha impuesto su criterio más de lo que imaginan. Los críticos, que los hay como muchos son los que le avalan, le achacan callar cuando los Mossos eran ninguneados.

Él mismo, sin ir más lejos. Durante años, la figura del major estuvo en pocas agendas. En la última recepción de la Mercè de Joan Clos se olvidaron invitarlo. Nunca ha alzado la voz. En público. Y esa ha sido parte de la imprenta de su carácter. "No ha sido una actitud sumisa. Siempre he sabido lo que representaba. He sido prudente y he buscado los equilibrios", comentó el viernes. Un colaborador le definió como el "maestro de las complicidades". Quiso ser discreto y lo ha conseguido. "No he estado aquí para brillar, prefiero que brillen mis consellers y mis agentes", ha reiterado estos días.

En 1999 se le borró la sonrisa. Moría atropellado en Girona el primer agente de tráfico. Y así, hasta cuatro. En el 2001, cuando ETA mató a Santos Santamaría, algunos supieron que los mossos estaban en el punto de mira. Aún resonaban las palabras de un diputado que en el Parlament, tras los fuegos de 1998, echó de menos a la Guardia Civil.

Asegura que la población ha exigido a los Mossos unos niveles que no se les ha pedido a ninguna otra policía. "Nacimos con unas espectativas que no siempre se han cubierto". Afirma que deja una policía moderna, efectiva, leal y en la que confiar. Y cita las detenciones de Remedios Sánchez, la asesina de ancianas, o del camionero alemán acusado de matar a prostitutas.

Por una vez ha sido egoísta y se pone al lado de su mujer, Roser, y de sus hijos, Marc, Abel, Llorenç y Rosa, novia del mayor. "Hay otra vida y no me la quiero perder".