CRÍTICA DE SERIE

'You (temporada 4)': vuelve el psicópata que enamora  

La ingeniosa serie de Sera Gamble y Greg Berlanti no pierde mordacidad ni capacidad de choque en su traslado a la alta sociedad londinense 

'You (temporada 4)': vuelve el psicópata que enamora  

'You (temporada 4)': vuelve el psicópata que enamora   / Netflix

Juan Manuel Freire

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Admitamos, de entrada, que la primera temporada siempre será la mejor. Porque la tele moderna nos había acostumbrado a los antihéroes, o a los asesinos queribles (Dexter Morgan), pero nada nos había preparado realmente para esa comedia romántica como ninguna otra, una historia de chico-conoce-chica, o para ser precisos, psicópata-conoce-chica, en la que ('spoiler') ella moría al final.  

Pero la 'showrunner' Sera Gamble ('The magicians') y el productor Greg Berlanti han sabido alargar con ingenio la odisea de Joe Goldberg (Penn Badgley), el enamoradizo asesino escrito por Caroline Kepnes, en las sucesivas temporadas; cada una de ellas de tono más satírico que la anterior, pero nunca demasiado lejos de la verdad emocional. 

Al final de la tercera, recordemos, Joe se deshacía de una pesadilla llamada Love (Victoria Pedretti sacando partido a su apariencia vulnerable), montaba un falso asesinato-suicidio y desaparecía de la comunidad de Madre Linda tras dejar a su hijo con una buena pareja. ("Por ahora", dice Joe en estos capítulos, como avanzando otra 'Dexter: New blood', una aventura intergeneracional). La última vez que le vimos estaba en París en busca de su (enésima) obsesión romántica, Marienne (Tati Gabrielle), quien se había fugado a la ciudad del amor para alejarse de nuestro querido, a pesar de todo, protagonista, un caballero blanco con claroscuros. 

En el primero de los nuevos episodios, descubrimos qué fue de Marienne, pero sobre todo nos adentramos en la (enésima) nueva vida de Joe, ahora convertido en académico en Londres. Con ustedes, Jonathan Moore, el profesor de literatura enrollado que introduce a Ted Chiang en la asignatura 'Iconoclastas estadounidenses del relato' y regala libros de Joan Didion para superar el duelo. 

A través de su juerguista colega Malcolm (Stephen Hagan), Joe/Jonathan descubre a una probable nueva fijación, la fiera e independiente Kate (Charlotte Ritchie, de 'Feel good'), novia de su relativo amigo, para más señas, y acaba metido en un círculo social de privilegiados esnobs como la favorita de tabloides Lady Phoebe (Tilly Keeper) y su novio Adam (Lukas Gage), dueño del selecto club donde suelen reunirse. "Si cayera una bomba en el local, el PIB de Gran Bretaña caería un diez por ciento, pero igual compensa", dice Joe para sus adentros, el odio a los ricos comiéndole por dentro. El primer secreto del éxito de 'You' debe ser esa voz en off interior, la que revela al antisocial bajo la superficie afable. ¿Debemos preocuparnos si coincidimos mucho con su punto de vista? Quizás, pero a la vez resulta reconfortante. 

Cuando se produce un asesinato, Joe da por hecho que fue cosa suya, aunque ahora (culpa de la absenta) no pueda recordar. Pero la verdad parece otra y nuestro antihéroe investiga a fondo el asunto cual Sherlock Holmes (aún más) sociópata. Pocas cosas más británicas que el clásico 'whodunit' o 'quién lo hizo', subgénero al que Gamble y Berlanti dan aquí una vuelta de tuerca irónica y con conciencia de clase mucho más efectiva que la propuesta por Rian Johnson en 'Glass onion'. Una alumna, Nadia (Amy Leigh-Hickman), anima a Joe a dejar atrás su propio esnobismo y aprender a apreciar los misterios tipo Agatha Christie, a desgajar sus mecanismos y así, quizás, resolver más rápido su nueva crisis vital. 

No faltan en esta tanda de episodios, al menos en su primera mitad (para la segunda habrá que esperar al 9 de marzo), los momentos de saludable choque que Gamble y equipo no se podrían haber permitido en Lifetime, el canal de cable en el que 'You' nació, pero en el que no se la dejó crecer. Se puede criticar a Netflix por diversas razones, pero también hay que celebrar, entre otras cosas, su afán por rescatar premisas valiosas y dejar que los creadores las desarrollen con aparente libertad. 

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