Ahora, en Antena 3
Jaime Lorente y Belén Cuesta ('Cristo y Rey'): "Una mujer que fue reina del destape parecía que no podía ser víctima del maltrato"
Los actores que interpretaron a Denver y Manila en 'La casa de papel' dan vida a Ángel Cristo y Bárbara Rey en la serie
Inés Álvarez
Periodista
Periodista de televisión. Antes trabajé en revistas especializadas y colaboré en el 'Diari de Barcelona'. En 'EL PERIÓDICO de Catalunya' he pasado por las secciones de Cosas de la Vida, Gente, Dominical, Opinión, Edición y Televisión/'Teletodo'. Jurado de los Premis Zoom 2019 y Zapping 2021, 2022 y 2023.
Jaime Lorente (Murcia, 1991) y Belén Cuesta (Málaga, 1984) eran no hace mucho Denver y Manila en la serie 'La casa de papel', de Netflix, y ahora son una pareja mediática de los años 80, Ángel Cristo y Bárbara Rey, en la ficción que estrenó Atresplayer hace unos meses y ofrece ahora Antena 3, en abierto, a partir de este miércoles, 8 (22.45 horas) 'Cristo y Rey'. Cuesta es la primera vez que interpreta a un personaje real, pero para el actor esta es la tercera: antes fueron El Cid y el waterpolista Pedro García Aguado. Aunque con El Cid, claro, es difícil hacer comparaciones. No obstante, ninguno de los dos ha querido imitar al domador y a la reina del destape, sino centrarse más en contar su historia de amor, desamor... y maltrato, en la que hay por en medio un Rey.
¿Interpretar a un personaje real da una mayor responsabilidad?
Belén Cuesta (B. C.): Sí, muchísimo. Lo primero que quería saber era qué pensaba Bárbara al ver la serie. Aparte, porque yo soy de las que cuando veo un 'biopic' busco a ver si se parecen. Que sea real.
Los personajes son archiconocidos, pero ¿se detuvieron en observar detalles para asemejarse más?
Jaime Lorente (J. L.): Yo no mucho. Sí que hay un poco de construcción con su espalda –estaba un poco 'jodiete'–, algo que me parecía importante. Pero Cristo y yo no tenemos nada que ver. Somos como el día y la noche. Yo soy más blanco (ríe). Hemos trabajado más lo que le sucedió en su vida. Y construido un personaje de ficción.
B. C.: A mí me interesaba mucho, a la hora de dar entrevistas, cómo se comportaba ella públicamente, cómo gesticulaba, cómo hablaba, cómo se relacionaba con la prensa… Pero no imitar ni acercarme mucho, porque podría rozar la parodia. Eso me daba un poco de miedo. Me interesaba más su plano interno.
¿Es por eso que no ha intentado imitar su característica voz?
B. C.: Sí, lo probé cuando preparaba el personaje, pero vi que no funcionaba, que podía ser un error, porque tendría que estar más pendiente de eso que de lo que le pasara. No soy Bárbara Rey, está claro, y no había que forzarlo.
«El miedo que tenía es que se metiera más a buscar el morbo que a contar su vida»
¿Y usted, Jaime? ¿Aprendió a moverse como un domador?
J. L.:El Domador Lobo, como me llamaban mis amigos. Fue muy curioso. Me he tragado mucho circo. Y había un ejercicio de quitarse la vergüenza de encima muy fuerte. Recuerdo alguna secuencia de entrar con toda la figuración del circo y salir de domador y, de repente, encontrarme allí a unas personas vestidas de verde.
¿Se refiere al croma? Porque ya no pueden emplearse animales, ¿cierto?
J. L.: Sí, los animales ya no pueden entrar en estas cosas.
Belén, en la serie Bárbara canta y baila. ¿La voz es la suya?
B.C.: Sí, (ríe) Soy yo con una profesora al lado.
J. L.: Y suena maravilloso, ¿eh?
B. C.: Y soy yo bailando con una coreógrafa al lado. Menos mal que tenía un equipo maravilloso para ayudarme, porque soy de Málaga y bailar con tacones no es fácil. Yo me he criado en chanclas.
¿Cómo se quedaron cuando les propusieron ser Ángel Cristo y Bárbara Rey? ¿O pasaron un 'casting'?
J. L.: Se le crucé a Dani (Écija) por la mente y me pasaron tres capítulos. El miedo que tenía es que la serie se metiera en terrenos que fuera más buscar el morbo que contar su vida. Y como no era así, me enamoré del proyecto.
B.C.: A mí me llamaron para el 'casting'. Vino Iván, un maquillador amigo mío, a maquillarme y hacer unas risas. Y pasé la prueba en la que estaba Jaime. Me lo puso muy fácil…
J. L.: Y lo vieron clarísimo.
Cuando la vieron con la peluca...
B. C.: Con la peluca y el vestuario para la prueba yo pensé: puede ser muy divertido hacer esto (ríe).
"No todo lo que se cuenta en la serie es que haya sido exactamente así"
Se desarrolla en una época bantante reciente. Los años 80. Aunque ustedes ni habían nacido.
J. L.: Creo que mis padres aún no estaban ni juntos.
B. C.: Los míos a mí quizá me tendrían pensada.
Decía, Belén, que le preocupaba la opinión de Bárbara. ¿Ha participado ella en el proyecto?
B. C.: Sí, vino al rodaje. Habló mucho con el equipo de guion. Pero su historia se ha ficcionado, se ha guionizado. No todo lo que se cuenta es que haya sido exactamente así.
Su hija, Sofía, dice que ha llorado viendo las imágenes y que ha sido un bonito homenaje a sus padres.
J. L.: Es encantadora.
B. C.: Sí, vino al rodaje. Y yo estaba haciendo de su madre. Era algo muy loco.
Que aparecía el Rey estaba claro, porque Cristóbal Suárez hacía su papel. Pero no lo estaba tanto que se hablara de su relación tan abiertamente....
B. C.: Salen todos los personajes que forman parte de su historia de amor y desamor, y uno fue él. Pero se cuenta siempre en relación con ellos. Y cómo les afecta.
Se empieza con un relato edulcorado y luego viene otro durísimo.
J. L.: Sí. Hay dos partes muy claras. Y las marcan la aparición de la droga en la vida de Ángel y lo que supuso. La serie se torna en algo oscuro, muy trágico. Un viaje hacia el infierno.
Belén, no debe de ser fácil interpretar a una mujer que parecía tan libre y luego sufría el maltrato.
B. C.: Un poco se cuenta esto: cómo una mujer libre y transgresora de pronto entró en esto y cómo la sociedad la juzgó y culpó por eso. Una mujer que fue reina del destape parecía que no podía ser víctima del maltrato. Y tuvo que luchar contra eso y defenderse como pudo. Se ve cómo la época fue muy injusta. Una época en la que la mujer empezó a liberarse y a supuestamente hacer lo que quería, pero quizá no era el momento para según qué cosas. O la gente no estaba preparada. O educada.
Jaime, este papel le ha afectado mucho. ¿Se lo llevaba a casa?
J. L.: Yo no soy mucho de llevarme el trabajo a casa. Solo el estrés. Pero había puntos que me tocaban mucho. Toda la parte con nuestra hija, Sofía. Mi reciente paternidad... Había algo ahí que sobrevolaba que era fácil de confundir. Me ponía en la situación y había una sugestión más que evidente. Era complicado de gestionar. Y si para nosotros lo era, para ellos, sobre todo para ella, fue terrible.
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