Crítica de serie

'Vigilante', lo nuevo de Ryan Murphy: un efectivo despliegue de paranoia

Menos de un mes después del fenómeno 'Dahmer', Ryan Murphy sacude Netflix con un sólido 'thriller' psicológico desdoblado en comedia negra 

¿Quién es Ryan Murphy, el prolífico creador de 'Dahmer' y mil series más?

Crítica de 'Vigilante': efectivo despliegue de paranoia

Crítica de 'Vigilante': efectivo despliegue de paranoia / Netflix

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

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Menos de un mes después del estreno de 'Dahmer', el trabajólico Ryan Murphy e Ian Brennan suman otra miniserie 'true crime' al catálogo de Netflix. En este caso, la inspiración (trastrocada a placer) es aquel célebre artículo de la revista 'New York' de 2018, 'The haunting of a dream house', en el que Reeves Wiedeman relataba la historia de una familia que, tras hacerse con la casa de sus sueños en Westfield (Nueva Jersey), había empezado a recibir cartas amenazadoras de una entidad llamada The Watcher ('El observador').

La primera de aquellas misivas empezaba cálida, casi con aire de bienvenida al vecindario. Pero el buen humor duraba poco. El observador hablaba de una casa que debió atraerles con su fuerza interior. De una casa observada por su familia durante décadas. De una casa que ha de llenarse con sangre joven. Y hacia el final, cuatro palabras alegres pero, en este caso, terribles: "Que empiece la fiesta". O la paranoia. 

En la versión de Murphy y Brennan, al clima de inquietud se añaden grados de sensualidad. Los Broaddus son aquí un matrimonio sexualmente activo, Nora (Naomi Watts) y Dean Braddock (Bobby Cannavale), cuya hija mayor, la pianista adolescente Ellie (Isabel Gravitt), ha empezado a su vez a sentir la llamada de la carne. Más que a la gravedad de 'Dahmer', la serie remite al espíritu lúdico y a menudo calenturiento de la franquicia 'American horror story', aunque con una elegancia formal de aromas 'prestige'. 

Si en el artículo original solo conocíamos poco a poco a los sospechosos, aquí se disponen ante el espectador ya desde el principio, casi como en un clásico '¿quién lo hizo?', estructura otra vez de moda tras la repercusión de 'Puñales por la espalda'. Está ese hombre (Joe Mantello) que visita la casa el mismo día que los Braddock. O Pearl Winslow (Mia Farrow), hermana peculiar y echada a la antigua de otro posible observador, Jasper (Terry Kinney), discapacitado mental que llega a colarse en el montacargas de la familia. 

Pero no se puede perder de vista (o dejar de observar) a la agente inmobiliaria Karen Calhoun (Jennifer Coolidge haciendo lo que se espera de ella, soltar verdades a bocajarro), aunque fuera con Nora a la escuela de arte, o a los vecinos Mitch y Mo (Richard Kind y Margo Martindale, nada menos), cotillas empedernidos que no toleran el mínimo asomo de rúcula ajena por la valla de su hogar. No lo tendrán fácil para tachar posibilidades: es lo que sucede cuando el inspector de policía tiene el rostro de Christopher McDonald, actor experto en gente poco de fiar. 

A la vez que controla las puertas y ventanas, Dean Braddock vigila de cerca el pintalabios de su hija, cual Tony Danza en 'La locura de papá'. La casa de los sueños es una olla a presión de ansiedades diversas. A la vez que un thriller paranoico (en el que la música 'folk horror' de Morgan Kibby, ex M83, y David Klotz carga el aire de verdadero peligro), 'Vigilante' tiene bastante de comedia negra asfixiante sobre gente pagada de sí misma que hace frente a una pérdida del control. 

Murphy, inspirado director del primer episodio, sabe sacar partido a todos los diversos elementos y los distintos tonos (de lo satírico a lo sincero, de lo cómico a lo pesadillesco) para crear una efectiva máquina de entretenimiento. Después de 'Dahmer', tiene otro claro 'hit' (muy distinto) entre manos; se ha propuesto salir de su acuerdo con Netflix, que acaba el año que viene, con el orgullo de haber cocinado algunas recetas del gusto de muchos. 

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