NUEVA SERIE 'STAR WARS'

Crítica de 'Andor': una (verdadera) nueva esperanza

En esta precuela de 'Rogue One', el cineasta Tony Gilroy ('Michael Clayton') y su equipo ofrecen una visión inusitadamente compleja y ambigua del universo lucasiano 

Crítica de 'Andor': una (verdadera) nueva esperanza

Crítica de 'Andor': una (verdadera) nueva esperanza / Lucasfilm

Juan Manuel Freire

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Cualquier duda sobre la necesidad de 'Andor', la precuela/spin-off de una precuela/spin-off ('Rogue One: Una historia de Star Wars'), se evaporó de forma casi instantánea al saber quién llevaría los mandos de esta nave galáctica: el gran guionista y director Tony Gilroy, quien antes de, según se cuenta, enderezar en todos sus aspectos 'Rogue One', se había ganado un lugar de honor en el santoral de los devotos del 'thriller' con sus guiones para la serie Bourne o su propia y magistral 'Michael Clayton'

'Andor', historia de orígenes del piloto y maestro del espionaje que lideró el robo de los planos de la Estrella de la Muerte, pudo ser otra serie más de 'Star Wars': en el primer (y descartado) tratamiento, se nos pretendía contar una incursión del héroe y el droide K-2SO en la Ciudadela a lo largo de veinte episodios. Lo que Gilroy proponía era más ambicioso: contar la prehistoria de Cassian Andor y, de paso, de la Rebelión como si fuera otro de sus 'thrillers' dramáticos, sin rebajar, más bien al contrario, la ambigüedad o la complejidad solo por el hecho de moverse en una geografía fantasiosa. 

Las cinco temporadas previstas se redujeron a dos, pero la ambición sigue ahí. 'Andor' no parece tanto otra serie del universo 'Star Wars' como una extensión (con licencias fantásticas) del universo Gilroy. Al menos en la recta inicial de episodios, no hay amago de sables de luz, Skywalkers ni ejercicios forzados de 'fanservice'. Los personajes a los que seguimos, Andor (un Diego Luna que da el pego de joven) o la senadora Mon Mothma (Genevieve O'Reilly) aparte, son en su mayoría nuevos y desconocidos; gente normal con trabajos y vidas normales, que se acuesta con su amante o va a ver su madre mientras vigila de refilón las acciones del Imperio.

Si Gilroy decidió dedicar varios años a una saga de la que tampoco sabía tanto, fue según ha contado por el propio Andor, una figura tan expeditiva como Jason Bourne cuando es necesario. En un reflejo de su presentación en 'Rogue One', aquí encontramos a Cassian, cinco años antes de la acción del filme, metido en un lío que le obliga (es un decir) a dejar un par de cadáveres a sus espaldas. Según parece, no será hasta la segunda temporada que le veremos convertido en revolucionario de ideas claras, pero como con todo mártir, el hecho de conocer su triste final consigue que queramos entenderle incluso en sus días más cuestionables. Para conseguir eso, que le entendamos, Gilroy y su equipo nos llevan en una trama paralela hasta su niñez en Kenari, donde realmente echa raíces su cruzada anticolonialista. 

Pero la revolución no se construye con solo dos manos, y por eso en 'Andor' hay casi doscientos personajes con líneas de guion y asistimos a la construcción no solo de un carácter, sino de toda una comunidad. Algo en lo que tienen mucho que ver, desde estrategias muy distintas, una senadora Mothma descrita con extrema delicadeza de matiz y un arrebatador superespía con los rasgos de Stellan Skarsgård. Por el lado de los (relativos, siempre relativos) villanos destaca el subinspector Syril Karn de Kyle Soller, quien persigue a Andor de forma casi tan fiera como la agente de seguridad imperial Dedra Meero, encarnada por la gran Denise Gough.

Después de tres primeros episodios que Gilroy ha tildado "de cámara", la visión de 'Andor' empieza a volverse seriamente orquestal en una cuarta entrega en la que se amplían fronteras y se abrazan aún más tramas y complicaciones. Lo que no es tan orquestal es la música provista por Nicholas Britell ('Succession', 'El ferrocarril subterráneo'), ejercicio de hipnosis electrónica que puede tomar alguna deriva bailable. Cada aspecto creativo apunta en una misma dirección: la creación de esa (verdadera) nueva esperanza.

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