Crítica de serie

'Los ensayos': preparativos para catástrofes humanas

Nathan Fielder firma una obra maestra del desconcierto con esta comedia experimental sobre la imposibilidad de controlar nuestro destino

Crítica de 'Los ensayos': preparativos para catástrofes humanas

Crítica de 'Los ensayos': preparativos para catástrofes humanas / HBO

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

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'Los ensayos' no es un simple intento, sino la obra maestra definitiva de un casi veterano cómico de culto, Nathan Fielder, visionario de la incomodidad y auteur de la broma pesada. Los más amantes del humor (raro) lo adoraban sobre todo por 'Nathan for you' (2013-2017), insólita parodia de 'realities' de rescate de negocios como 'Pesadilla en la cocina' y 'Este hotel es un desastre'. En ella Fielder se las apañaba (con métodos, todo sea dicho, algo dudosos moralmente) para que pequeños empresarios del Gran Los Ángeles probasen métodos nada tradicionales de mejora y promoción. Inseguro pero feroz, su personaje lograba que en una tienda de yogur helado se ofreciera el sabor… a caca.

La huella de Fielder, su fascinación por los comportamientos humanos y lo que nos hace únicos y débiles, es evidente en otra comedia de culto: 'How to with John Wilson' (2020-), singular documental entre lo antropológico y lo personal que vendió hábilmente a las cadenas (y coló en HBO) como "'Planeta Tierra', pero de Nueva York".

Su labor en esa serie consiste, entre otras cosas, en conducir las investigaciones de Wilson sobre temáticas diversas en las direcciones más inesperadas. Un elemento de sorpresa que Fielder ya cultivó en 'Nathan for you' y lleva ahora a su máximo punto de desconcierto en 'Los ensayos', su primer trabajo como actor y director en cinco años. Parodiando sus propios instintos de 'control freak', se convierte aquí en hombre decidido a eliminar la incertidumbre de nuestras vidas, o, al menos, de las interacciones más decisivas. Nathan está ahí de nuevo para nosotros. 

Y esta vez, con todos los recursos del mundo. Ayudado por un equipo de construcción y un ejército de actores, dirige con mano férrea, el laptop en un arnés, ensayos pormenorizados que servirán a gente normal para bordar esos momentos de su vida que no saben cómo afrontar. El primero en probar (o caer en la trampa) es un profesor de mediana edad con un secreto guardado en el alma durante doce años: mintió a su grupo de trivia (esos concursos de bar sobre cultura general) cuando dijo que tenía un máster. Necesita contárselo a una amiga, y para facilitarle el paso, Nathan construye una carísima réplica del bar donde siempre suelen quedar y concursar. Solo una pequeña parte de la operación.

Pero la historia que, en realidad, vertebra la serie es todavía más ambiciosa, casi como un 'Boyhood' a velocidad 2x. Con el fin de averiguar de una vez si quiere hijos o no, una mujer de 44 años abraza una versión abreviada de la maternidad: en cuestión de dos meses, sabrá qué significa ver crecer a un hijo de los 0 a los 18 años, casi siempre con ayuda de un puñado de actores infantiles que van rotando regularmente "para no incumplir las leyes laborales del estado de Oregón", señala Fielder.

La mejor manera de definir 'Los ensayos' está por definir. Pero, como opina la propia madre de Fielder, esto se parece mucho a lo que en los sesenta se bautizó como etnometodología: el estudio de los métodos que usamos cotidianamente para llevar una vida más o menos satisfactoria. Por el camino, en el que cada vez más, Fielder (o su nuevamente fascinante personaje) acaba siendo el propio sujeto de estudio, se parece llegar a la conclusión de que toda preparación para la vida es un tiempo perdido. Este mundo imposible siempre nos tendrá preparada una sorpresa que no sabemos cómo asimilar, cómo explicar, cuyo proceso de construcción no acabamos de ver claramente. Algo como 'Los ensayos'.

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