Serie

Crítica de 'Atlanta (temporada 3)': las maneras misteriosas del racismo

La inventiva y premiada comedia de Donald Glover, alias Childish Gambino, regresa cuatro años después con su poder de provocación intacto

Crítica de 'Atlanta (temporada 3)': las maneras misteriosas del racismo

Crítica de 'Atlanta (temporada 3)': las maneras misteriosas del racismo / Hulu

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Una gran comedia melancólica sobre cómo ganarse (o no) la vida en Estados Unidos? Solo siendo lo que parecía en su arranque, 'Atlanta' ya habría sido importante. A nadie le habría importado pasar el rato con el desubicado Earn (Donald Glover); su primo camello y rapero Alfred, alias Paper Boi (Brian Tyree Henry); el místico Darius (LaKeith Stanfield), o la novia de ida y vuelta del primero, Van (siempre magnífica Zazie Beetz). Pero Glover, creador además de protagonista, había imaginado otra serie: "una 'Twin Peaks' con raperos".

Y así, lo que parecía gran comedia melancólica acabó tomando desvíos hacia el terror, abrazando la lógica del sueño o sacando a sus personajes centrales de en medio para excelentes episodios autoconclusivos. Todo ello para explicar sin dogmatismos, también sin respuestas, de qué diversas, misteriosas formas se cuela el racismo en la experiencia negra

Su tercera temporada se ha hecho esperar cuatro años. La culpa ha sido de la pandemia, pero también de las abultadas agendas de un reparto ahora requerido tanto por grandes directores como por el complejo industrial superheroico. Glover ha firmado un amplio acuerdo con Prime Video y anunciado que la cuarta temporada de 'Atlanta', rodada conjuntamente con la tercera, será la última. 

A tenor de los cuatro primeros episodios de la tercera (únicos facilitados a la prensa), esta despedida será a lo grande. El capítulo inaugural, 'Three slaps', es una subyugante matrioshka de pesadillas. La que más metraje ocupa es una recreación-reelaboración del verdadero suicidio-asesinato de 2018 en el que dos mujeres, Jennifer y Sarah Hart, se arrojaron por un acantilado de la costa del Pacífico con sus seis hijos adoptivos en la furgoneta. Esas madres blancas hippies corren (ligero 'spoiler') una suerte parecida. Sus hijos viven una historia alternativa. 

Es en el segundo episodio, 'Sinterklaas is coming to town', cuando nos reencontramos con aquella querida banda a la que habíamos dejado a punto de embarcarse en una gira por Europa. 'Atlanta' sale de Atlanta, pero no escapa del racismo, agazapado tras tradiciones solo en apariencia inocuas o falsos gestos de solidaridad. El concierto de Paper Boi en Ámsterdam coincide con la proliferación navideña de chavales vestidos de Zwarte Piet (Negro Pedro), el controvertido paje del Papá Noel holandés: cara pintada de negro, gruesos labios rojos. "De hecho, es negro porque se cayó por la chimenea ayudando a San Nicolás", cuenta un chófer a Earn y Al para quitar hierro al asunto. 

En el tercer episodio, 'The old man and the tree', les vemos vivir otras situaciones surrealistas en Londres, donde se suman a la fiesta de un multimillonario que podría invertir en la carrera de Alfred. Los blancos no saben hablar con negros, ni siquiera con negros famosos: las interacciones no pueden ser más chirriantes y en ellas aparecen desde fantasmas insultantemente racializados hasta revueltas 'woke' de vanidosa aparatosidad

¿Todo esto se podría limar saldando la deuda de la esclavitud? Sobre ello elucubran Glover y equipo en 'The big payback', fábula moral sobre qué pasaría si los ciudadanos afroamericanos pudieran empezar a demandar a herederos de esclavizadores por los crímenes cometidos con sus familiares. Es casi como un episodio de la 'Twilight zone' de Jordan Peele, pero más conciso (media hora rigurosa) y elegante: como el resto de los cinco primeros (y, después, el octavo), cuenta con los encuadres mágicos del director Hiro Murai

Suscríbete para seguir leyendo