Serie
Crítica de 'Stranger things (temporada 4, parte 2)': más grande no siempre es mejor
El antiguo homenaje al cine fantástico y de terror de los ochenta abraza algunos tics dudosos del ‘blockbuster’ actual en su recta final de temporada

Crítica de 'Stranger things (temporada 4, parte 2)': más grande no siempre es mejor / Netflix


Juan Manuel Freire
Juan Manuel FreirePeriodista
Periodista y crítico cultural.
La propuesta original de 'Stranger things', según recuerdan sus propios creadores, The Duffer Brothers, describía la serie "como si Steven Spielberg dirigiera una novela perdida de Stephen King", es decir, una especie de Santo Grial apócrifo para quienes crecimos al amparo de las producciones Amblin y las ediciones en tapa blanda del dios de Maine. Para esta cuarta temporada, aquella vieja descripción ha sido matizada con trazos de actualidad: sobre todo en estos dos últimos episodios, los Duffer han decidido hacer un 'blockbuster' plenamente moderno, con todo lo peligroso que eso puede conllevar. Donde antes decían Spielberg, ahora podrían decir Snyder.
Véase la duración, a todas luces excesiva, del último episodio: 150 minutos, solo media hora menos que 'Vengadores: Endgame'; el capítulo más largo de la historia de la tele estadounidense. Hay que hablar de desmesura también en el empleo de los efectos digitales, no en el villano (Vecna, un prodigio creado casi por entero con efectos de maquillaje tradicionales, a base de siete horas por jornada) pero sí en la acción general del Mundo del Revés o algunas imágenes catastrofistas como inspiradas por Roland Emmerich. También en una acumulación de clímax en paralelo que los Duffer no manejan con la musicalidad de un Christopher Nolan.
Decisiones así pueden acabar desvirtuando la idea original: recuperar las esencias de un cine de entretenimiento en el que se buscaba el asombro por vías más originales que el ruido y las (literales) explosiones. O acabar también empequeñeciendo en exceso a unos personajes que, al fin y al cabo, son el verdadero secreto del éxito de la serie. Ese sencillo reencuentro entre dos hombres de edades muy diferentes, ya en los últimos de los muchos minutos de temporada, carga la pantalla con más electricidad emocional que cualquier despliegue infográfico.
Clímax largo y mutante
Y esto, como recuerda Vecna en la serie, es solo el principio: el principio del fin. Lo que en el UCM valdría como partida final es aquí un simple poner las cartas sobre la mesa. Por resumir estos capítulos sin 'spoilers', diremos simplemente que, como avanzó 'La masacre en el laboratorio de Hawkins', Vecna/Uno/Henry (Jamie Campbell Bower) ha resultado ser una pieza seminal e integral de la mitología de Hawkins y el Mundo del Revés, el personaje con el que casi todo empieza y todo debería acabar. Los 235 minutos de recta final de temporada se centran en una peligrosa misión de aniquilación a varias bandas (y dimensiones) en la que al menos dos queridos personajes ejercen como cebo y, aunque en un principio Max (Sadie Sink) prefiera descartarla, Kate Bush acaba haciendo de nuevo acto de presencia.
Como ya es de esperar en 'Stranger things', incluso en mitad de un largo clímax como este, la serie puede ir mutando de género: del (ahora) puro terror a la comedia fumeta y de ahí al drama íntimo sobre el valor de la diferencia, éste capitaneado por un Will (Noah Schnapp) sobre el que planea la inminencia de una revelación bastante adivinable. No es tanto capricho como respeto a un cine de los ochenta que ya era así: no había miedo a dar miedo a los niños; no había reparos a la hora de buscar estímulos desde todos los ángulos. Época homenajeada a veces en espíritu, a veces en forma de guiños claros a 'La noche de Halloween', 'Dieciséis velas' u otros hits. Esta remezcla retroactual sigue siendo disfrutable, pero empieza a correr el peligro de ser demasiado actual: incluso su tema principal llega a sonar esta vez con arreglos innecesariamente pomposos.
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