Crítica de serie

'Irma Vep': una 'matrioshka' luminosa pero turbulenta

Olivier Assayas se acompaña de un reparto de ensueño para reelaborar inspiradamente su clásica película de 1996

Crítica de 'Irma Vep': una 'matrioshka' luminosa pero turbulenta

Crítica de 'Irma Vep': una 'matrioshka' luminosa pero turbulenta / HBO

Juan Manuel Freire

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'Irma Vep' es la muñeca rusa que acaba con todas las muñecas rusas: el remake en formato serie de una película de culto sobre el remake en formato película de un serial cinematográfico. Olivier Assayas revisa, veintiséis años después, su propio clásico de culto de 1996 sobre una actriz hongkonesa (Maggie Cheung) que viaja a París para encarnar a la magnética villana Irma Vep en una película inspirada por 'Los vampiros', el folletín cinematográfico mudo de Louis Feuillade de 1915 que alucinó a los surrealistas y propuso técnicas perdurables al thriller. 

El reparto vuelve a ser transnacional, como corresponde a una historia sobre las fronteras líquidas de la industria audiovisual. Su heroína no es hongkonesa, sino estadounidense, aunque la interprete (con acento a veces curioso) la sueca Alicia Vikander. Llega a París en una forzosa huida hacia delante, decepcionada consigo misma por encadenar 'blockbusters' de poca monta y marcada por su reciente ruptura con Laurie (Adria Arjona), quien se ha ido a casar con el director de la película de ciencia ficción que Mira promociona fugazmente en la capital francesa.

Assayas no es extraño a las series, aunque siempre ha presentado 'Carlos', su miniserie sobre el terrorista Ilich Ramírez Sánchez, como una larga película que dividió en partes para conseguir financiación. 'Irma Vep', versión 2022, consta de (ocho) episodios claramente diferenciados y sabe a deliciosa mezcolanza del estilo más cerebral del director con los ritmos y requerimientos de la ficción televisiva. Es decir, recuerda tanto a, digamos, 'Viaje a Sils Maria' (aquí es Devon Ross quien encarna al personaje de Kristen Stewart de aquella, ayudante de actriz algo pillada por su jefa), como a 'Call my agent!', la querida y añorada comedia sobre las tribulaciones de una agencia de talentos parisina.

'Irma Vep' es, como su versión de 1996, "un diálogo entre el pasado y el presente del cine", ha dicho Assayas; al que habría que añadir un tercer interlocutor: el streaming, sin el que un experimento como este difícilmente habría sido posible. También puede ser una reflexión poética sobre el oficio del actor. Pero, al menos en los primeros capítulos, insiste particularmente en los lados más ligeros del proyecto primigenio, en la observación entre cariñosa e irónica de la fauna que puebla un rodaje con ciertas vocaciones artísticas.

Assayas ironiza en primer lugar sobre sí mismo. Su alter ego es el neurótico cineasta René Vidal (Vincent Macaigne, repitiendo un poco su papel en 'Dobles vidas'), quien no rueda, en su opinión, ninguna serie, sino una película dividida en partes. Compite en ínfulas con el actor Edmond Lagrange (siempre grande Vincent Lacoste), cuyas apariciones proveen algunas de las mejores risas de la serie, sobre todo cuando se obceca en instar a su expareja, con la que acabó mal, a rodar una escena de sexo a todas luces innecesaria, ¡pero con coordinador de intimidad! Le sigue de cerca en hilaridad Gottfried (Lars Eidinger), actor alemán adicto al crac y a las declaraciones controvertidas. 

Cuando el espectador se relaja, Assayas puede proponer una sacudida de emoción o de misterio. El tercer capítulo es una reflexión resonante y claramente personal sobre pérdidas y relaciones no cerradas. La revisión de un famoso numero musical se beneficia de la banda sonora metal de Thurston Moore (de Sonic Youth, unos habituales en Assayas). Lo cerebral y lo directo, lo luminoso y lo turbulento se alían con magistral naturalidad.

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