Serie

Crítica de 'Señorita 89': la oscuridad de ser 'miss'

Pablo Larraín ('Spencer') produce este thriller juguetón de Lucía Puenzo sobre el lado oscuro de los concursos de belleza en el México de los ochenta

Crítica de 'Señorita 89': la oscuridad de ser 'miss'

Crítica de 'Señorita 89': la oscuridad de ser 'miss' / Amaury Barrera / Pantaya

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

'Señorita 89' supone una reunión de talentos de diversas esquinas de América Latina. Su 'showrunner' es la argentina Lucía Puenzo, conocida por películas como 'XXY' y 'El médico alemán (Wakolda)' o la reciente serie 'La jauría'. La producción, como en esta última, corre a cargo de la productora chilena Fábula, fundada en 2004 por Pablo Larraín y su hermano Juan De Dios. Producción realizada, no obstante, en la base de la compañía en México, donde se desarrolla la acción de este 'thriller' dramático sobre las entretelas más inquietantes de los concursos de belleza.

Thriller dramático o, tal y como lo enmarca Puenzo, cuento de hadas oscuro: "Había una vez un bosque encantado. Un lugar mágico donde las mujeres más hermosas del país iban a aprender a ser reinas", explica la narración en off. Son treinta y dos, en concreto, las mujeres invitadas a ser lustradas durante tres meses por una corte de expertos (maquilladores, doctores, nutricionistas) en su camino hacia Miss México 1989. Jóvenes de diferentes entornos sociales y niveles de autoconciencia, unidas por el deseo de ir más allá de sus contextos originales; de sobrevivir o seguir subiendo.  

La serie arranca in medias res, en mitad del asunto, con una fiesta de desenlace trágico. Acto seguido, volvemos atrás en el tiempo y recorremos los orígenes de la trama del brazo de Elena (fantástica Ximena Romo), joven graduada de historia que se une al equipo de esa hacienda paradisíaca como profesora de cultura. Básicamente, convence a la matriarca del concurso, Concepción (la gran Ilse Salas, vista por ejemplo en 'Las niñas bien'), para crear ese puesto para ella. Tiene su mérito, si tenemos en cuenta que esa jefa amoral ve a las concursantes como caballos de carreras.

Mientras otros, como el cirujano Carlos (Marcelo Alonso), esposo de Concepción, lustran a las chicas por fuera, Elena las debería lustrar por dentro. Pero su objetivo es sobre todo investigativo y subversivo, colarse en la máquina para revelar sus entrañas, como "cuando Steinem se hizo para pasar por conejita para su artículo sobre 'Playboy'", tal y como recuerda ella a su profesor de maestría. Elena quiere, entre otras cosas, "resolver el rompecabezas de cada una de esas chicas".

El espectador puede hacer esto último por su cuenta a partir del segundo episodio, cuando empiezan a adquirir protagonismo las propias concursantes. En el segundo nos sumergimos en el drama de Jocelyn (Leidi Gutiérrez), enfrentada a la desaparición de su hermana y a su propio camino a la perdición, una ruta no estipulada en ningún acuerdo. Posteriores entregas ahondan en las historias de Ángeles (Coty Camacho), Miss Oaxaca, madre soltera, o Isabel (Natasha Dupeyrón), miss Yucatán, a la que no hace gracia que Elena quiera abrirle los ojos al exceso patriarcal con 'La señora Dalloway', de Virginia Woolf.

A las chicas se les previene sobre los animales que corren por los bosques, pero son peores los que se mueven por algunos interiores. El paraíso acaba siendo prisión, una trampa creada por y para depredadores, como reafirman las claustrofóbicas composiciones de Puenzo, que busca aquí denunciar las tramas de corrupción y acoso sexual que pueden haber detrás de los reinados de belleza. Denuncia en la que no se sacrifican la sensualidad ni la diversión: 'Señorita 89' es, al menos en su recta inicial, un 'thriller' oscuramente juguetón, disfrutable por sus personajes de gestos ampulosos, sus juegos con las perspectivas o su hábil uso del 'cliffhanger'. 

Suscríbete para seguir leyendo