TÓMATELO EN SERIE
'Chucky', aliado LGBT en una serie sorprendente
El muñeco diabólico protege del 'bullying' a un adolescente gay en una serie creada por Don Mancini y producida por Nick Antosca
SYFY estrena el lunes, día 10, esta emotiva y sangrienta apuesta, ya renovada el pasado noviembre para una segunda temporada
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Franquicias de terror hay muchas, pero pocas tan coherentes como la protagonizada por Chucky, el muñeco Good Guy poseído por un asesino en serie al principio de 'Muñeco diabólico'. De aquella película bastante barata de 1988, todo un éxito sorpresa para Metro-Goldwyn-Mayer, nació una franquicia en la que ha predominado la visión de Don Mancini, quien creó al personaje y ha escrito las siete películas de la saga hasta la fecha (sin contar el 'reboot' de 2019), además de dirigir tres de ellas. Desde 1988 se ha mantenido, además, la continuidad narrativa; todo un hito en tiempos de rupturas, reinicios y desvíos.
Lo que significa que 'Chucky', la nueva serie (SYFY, desde el lunes, día 10) sobre las tropelías del malhablado pelirrojo de plástico, es secuela más o menos directa de 'Cult of Chucky', de 2017, aunque tampoco hace falta ser un experto en la saga para disfrutar de ella. Quienes sí lo sean, por otro lado, disfrutarán el doble: la serie tiene todas las referencias, todos los cameos y (auto)homenajes que se esperan en una nueva explotación de una propiedad intelectual con más de tres décadas de historia.
Freddy Krueger en tamaño reducido
Mancini creó a Chucky bajo la influencia de otros muñecos diabólicos: el guerrero tribal de 'Trilogía del terror' o la parlanchina Tina de 'La dimensión desconocida'. Pero en la primera entrega cinematográfica se fundieron también influencias tan diversas como los monstruos animatrónicos de 'Gremlins' o la lengua viperina de Freddy Krueger. Para poner malhablada voz a la criatura se eligió a Brad Dourif, uno de los actores más solicitados para hacer de psicópata: lo fue en películas como tan distintas como 'Ragtime', 'Arde Mississippi' o 'El exorcista III', y, según se dice, por poco no llegó a serlo en 'El cabo del miedo' a las órdenes de Martin Scorsese. Dourif se ha apuntado también a la serie, igual que su hija Fiona Dourif, heroína parapléjica de las dos últimas películas.
Todas las apuestas funcionaron y, partiendo de un presupuesto de nueve millones de dólares, 'Muñeco diabólico' acabó recaudando más de cuarenta y cuatro en todo el mundo. Había nacido una franquicia. Por momentos, de accidentado recorrido: la tercera entrega fue objeto de controversia en Reino Unido en 1993 después de ser citada por los medios (en realidad, nunca se llegó a probar la conexión) como influencia para los asesinatos de James Bulger y Suzanne Capper.
Cinco años después, el humor ganaba al terror en 'La novia de Chucky', en la que Jennifer Tilly se sumaba a la saga poniendo voz a Tiffany, muñeca poseída por la novia de un asesino en serie: media naranja (sanguina) ideal para nuestro villano favorito. Fue la mejor película de 1998 según John Waters, quien se marcó después un cameo en 'La semilla de Chucky', metaficción con Tilly haciendo de sí misma, agobiada por trabajar en una secuela de Chucky tras haber sido nominada al Oscar (por 'Balas sobre Broadway').
Héroe adolescente homosexual
De la semilla de Chucky nació un hijo, como nos recuerda la serie, 'queer' y de género no binario. Para desconcierto y aparente virulencia de los fans más retrógrados, Mancini, gay más que declarado, ha ido introduciendo cada vez más 'queerness' en la saga. El protagonista de la serie 'Chucky' es, directamente, un adolescente homosexual que sufre abusos incluso en casa, situación pesadillesca que resulta reconocible para Mancini.
En la serie, Jake (Zackary Arthur), joven aspirante a artista de Hackensack (Nueva Jersey), se hace con un muñeco Good Guy (Chucky, sin que él lo sepa) en un rastrillo para usarlo en su próxima escultura. Jake está colado por Devon (Björgvin Arnarson), un compañero de clase que tiene un pódcast sobre crímenes reales y cuya madre, la policía Kim (Rachelle Casseus), acaba investigando el reguero de sangre dejado por Chucky, quien protege a Jake del 'bullying' a su singular manera y trata de instalar en él su pasión por el asesinato.
¿33 años después, una nueva iteración de Chucky puede sorprender? Puede, y además, agradablemente: 'Chucky' tiene elementos de innecesario 'fanservice' (todos esos 'flashbacks' sobre la infancia de Charles Lee Ray), pero se eleva por encima del simple refrito por la seriedad con que aborda la angustia y el amor adolescentes o la imaginación invertida en devolver a la acción, sin apenas inferencias digitales, a Chucky, ese inesperado aliado LGBT.
Nada de ello debería sorprendernos si leemos los créditos: además de Mancini, entre sus guionistas y productores figuran Harley Peyton, quien se curtió en la tele con la mismísima 'Twin Peaks', o el gran valor del terror actual Nick Antosca, quien había contado con Mancini para la sala de guionistas de su mítica 'Channel Zero'. Viejos y jóvenes talentos del terror en feliz unión.
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