'The Great (T2)', los golpes después del golpe

'The Great' no es, en realidad, consecuencia de 'La favorita', aunque se parezcan tanto y la primera llegara después. Los orígenes de esta excelente serie se remontan a una obra de teatro estrenada hace casi década y media y que su autor, Tony McNamara, trató primero de llevar a la pantalla en forma de película. No fue ese guion, sino el del piloto televisivo, el que llamó la atención del cineasta Yorgos Lanthimos, quien fichó a McNamara para retocar una primera versión de 'La favorita' escrita por Deborah Davis. 

Hasta aquí la historia verdadera de 'The Great'. Lo que se cuenta en la serie es ya, como avisa el asterisco de los créditos, solo "ocasionalmente verdadero". Los detalles de cómo arrebató Catalina el trono a su marido, Pedro III de Rusia, son algo difusos, lo que da permiso a McNamara y su equipo para jugar del modo más libre e irreverente con las intrigas de alcoba, las conspiraciones políticas y las luchas por el poder. Bastante más cerca de 'Succession' que de 'The Crown', la serie es una sucesión de bromas crueles rota de vez en cuando por choques emotivos.

En el centro de la función está el toma y daca constante, de giros imprevisibles, entre esa Catherine (Elle Fanning) de ojos brillantes, que quiere convertir Rusia en centro neurálgico del pensamiento, y un grosero Pedro III (Nicholas Hoult) cuyas bromas solo acaban en risas cuando él mismo recuerda que acaba de hacer una broma. Durante la celebrada primera temporada, Catherine se aliaba con la sirvienta (antes noble) Marial (Phoebe Fox), el burócrata Conde Orlo (Sacha Dhawan) y el general Velementov (Douglas Hodge) para dar un "golpe de estado de ideas". 

Tras el pistoletazo

Catherine (no es 'spoiler', es historia) accede finalmente al poder, como remarca el inspirado empleo de la canción 'Queen' de Perfume Genius; otro toque de gracia que agradecer a la supervisora musical Maggie Phillips. Pero pronto descubrirá que no, no es fácil liberar a un país que no quiere ser libre. Para llevar la Ilustración a Rusia deberá vérselas incluso con su propia madre, Joanna, encarnada por la mismísima Gillian Anderson.

'The Great' no es la serie ideal para aprender de historia. Si acaso, para aprender a hacer contemporáneo lo antiguo y depurar el arte del desplante. Capítulo a capítulo, McNamara sigue reescribiendo la historia a su gusto, todo por sacarnos una carcajada incómoda o un gesto de incredulidad. Según el universo de su serie, el cóctel molotov hizo acto de presencia en la historia incluso antes de la guerra civil española: Catherine quita una botella de vodka a un tal Molotov, inserta una cinta de lazo y busca el fuego de una vela. ¡Huzzah! 

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